Carta a las familias, mamás, papás...
Empiezo pidiendo perdón, todo lo que escribo lo hago desde el corazón, pensando en el bien principalmente de las criaturas y avalado por mis años de experiencia en educación. Yo también sigo aprendiendo día a día, curso a curso y experiencia a experiencia. También aprendo con las situaciones de cada familia a respetar la forma de llevar a cabo las cosas dependiendo de las circunstancias que le acompañan.
Gracias a que la educación ha ido cambiando, yo he tenido momentos en los que me he sentido culpable, años atrás, de cómo trataba a mis criaturas. No valían excusas de tengo 40 niñas y niños de 2/3 años a mi cargo, por lo que tendré que darles yo la comida más rápido por ejemplo); en mi clase de 28 criaturas, se supone de 3 años, tenía también de 1 y 2 que cuando venía inspección tenía que esconder... (esas criaturas a las que adelantaba su proceso de maduración para intentar llevar un poco más de orden).
Todo eso, he aprendido que no valen de excusas, yo ya me he curado y acepto el paso del tiempo y el incremento en mí misma de conocimientos y aprendizajes, además sé que todo lo que he ido enseñando a mis criaturas desde ese septiembre en el año 2002 lo he hecho desde el corazón y así está bien, no hay más que decir. Sin embargo, debemos aceptar que los tiempos han cambiado y para mi punto de vista, a mejor en algunos aspectos que son a los que nos tenemos que aferrar.
Ahora he aprendido con los años que si sumamos observación, tranquilidad, ratios adecuados, formación... la educación es distinta. Y lo digo porque la formación en educación me ha cambiado a mí misma, he aprendido nuevos conceptos, nuevos puntos de vista que me han sorprendido y me han hecho conocerme a mí misma.
Y lo que vengo a tratar aquí es una carta abierta a las familias. Sin ofender a nadie. Me surge desde la necesidad de que las criaturas tengan un periodo de acogida lo más sano posible. El periodo de acogida, como bien dice su nombre, es la forma de entrar en la escuela, la adaptación al nuevo espacio en el que las criaturas van a pasar gran parte de su tiempo día a día con unas personas y un lugar que, en principio, no conocen de nada.
Me gustaría poner un ejemplo en base a un adulto: Vamos a entrar en un trabajo nuevo, al que, a priori, no me apetece ir, es más necesidad familiar que otra cosa. Quién me acompaña me transmite seguridad, me dice convencida que me vendrá a buscar después de la comida (algo que yo puedo entender exactamente sin conocer las horas), que me quiere mucho. Me da un beso y se va.
Una despedida rápida, con decisión, sin vuelta atrás, porque a mi, realmente, me gustaría quedarme en casa con mi persona favorita. Sin embargo me siento tranquila y sé que me quieren y, lo más importante, que volverán a buscarme cuando termine de comer, que es un momento que controlo y sé cuándo va a suceder.
Es muy difícil explicarlo y de verdad que se sienten las miradas tristes, las penas, las indecisiones, las culpas que no son mías... y de verdad me gustaría deciros, queridas familias, que a través de la mano, un abrazo, una mirada sois capaces de transmitir a vuestras criaturas vuestras incertidumbres ante lo que pueda llegar a ocurrirles en la escuela, y también vuestras mayores alegrías. Y eso es lo que me gustaría transmitiros con este humilde artículo.
Puedo y quiero ayudaros, a mí forma de ver forma parte también de mi trabajo. Dadme esa mano, ese abrazo o dedicarme esa mirada que confunde a las criaturas cuando en realidad lo que ambos necesitáis es seguridad en la decisión que habéis tomado para afrontar el día con alegría, o con pena que también estaría bien. Sería una pena propia porque en verdad donde mejor se está es en casa con mamá, papá... sin duda son nuestras primeras figuras de apego y en las que más confían vuestras criaturas. Una pena que surge de una serie de acontecimientos que se suman al momento de entrar en la escuela, comienzo de trabajo o comienzo de una vida con la criatura en la escuela y más tiempo para mí.
Por eso y solo eso, aceptada las decisión de llevarles a una escuela infantil, tomarlo con tranquilidad y confiando en las personas que os están educando y cuidando a lo que más queréis. Es importante conocer a esas personas antes, sin que estén vuestras criaturas delante, para poder llegar a un primer encuentro en el que resolver dudas, mirarse... En mi escuela nos colocamos en orden de venida al mundo, una forma sistémica que ayuda a entender también muchos desarrollos en las criaturas y hace que aprendamos a respetar a cada una como una persona distinta que es. Es un encuentro en el que normalmente soy la primera en hablar contando mi experiencia, me gusta llamar a las familias por su nombre, creo que es algo que da muhca confianza e muestra interés por mi parte. Al final para mi también un curso nuevo es un proceso de adaptación en el que es necesaria mucha complicidad con vosotras como familias para ofrecerme apoyo en mis decisiones. Las dinámicas no fallan y en esa primera solemos hacer actividades para conocernos o dar la bienvenida a las familias que se van incorporando a lo largo de los cursos. En las demás dinámicas intentamos hacer actividades que hacen sus criaturas para que vean en primera persona la diversión o dificultad que puede presentar.
Para vosotras, como familia, os ofrezco escucha, comprensión y abrazos, muchos abrazos, siempre acompañados de un "lo estás haciendo bien", "confía en ti misma, eres la mejor persona que vas a conocer para quererte y respetarte". Y lo repetiré hasta que os lo creáis, hasta que seáis capaces de superar vuestras incertidumbres, vuestros miedos, todo lo que esté en mi mano y pueda ayudaros. Atreveros a pedirlo, eso será un gran paso para poder crear la confianza necesaria y así tener una relación más sana entre las familias, las criaturas y las personas de las escuelas infantiles, educadoras y educadores que hacen de su pasión una forma de vivir, mal pagada, pero con mucha vocación.
