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La marginalidad de los niños que no van a la escuela

Maria Pilar Garrido

Publicado el 26/02/2014 13:02

Según los datos ofrecidos por UNICEF unos 121 millones de niños en el mundo no van a la escuela. En total, se trata de unos 56 millones de niños y 65 millones de niñas a las que se les niega un derecho tan fundamental como es la educación. ¿Cómo se actúa ante estos escalofriantes datos?

Estos datos y sobre todo la asombrosa diferencia entre los datos de escolarización entre niños y niñas afectan sobre todo a los países de la zona de África Subsahariana y en Asia meridional. Por todos es sabido que desde los inicios de los tiempos las mujeres han sido más vulnerables ante este tipo de desigualdades que los hombres, y para que exista un cambio notable ante esta situación es necesario un cambio en la mentalidad de esas niñas y sobre todo de sus padres, ya que debemos ser muy conscientes de que la educación no es solo saber restar o sumar, sino una técnica para así poder salvar a muchas niñas y niños de enfermedades de transmisión sexual como puede ser el SIDA o de la explotación infantil.

Pero no hace falta que nos vayamos a los países menos desarrollados para comprobar que el número de niños que no se encuentran escolarizados se ha visto claramente aumentado estos últimos años. La situación económica por la que está atravesando España en particular y Europa en general ha ocasionado que cada vez sean más los niños que no van a la escuela cada día. Los recortes y los impagos de las administraciones públicas están poniendo en la cuerda floja a los padres de muchos niños que no pueden afrontar el gasto que supone para ellos el tener a sus hijos escolarizados, ya que, aunque en el caso de la educación pública este gasto no es demasiado excesivo, la demora de ayudas para los niños se está viendo cada vez más mermada.

Todos estos ajustes y recortes son “justificados” con más ajustes y más recortes. Sin ir más lejos, se dispuso un programa llamado “Plan Educa3” en el cual se pensaba llevar a cabo la construcción de nuevas escuelas infantiles cofinanciadas con las comunidades autónomas. Este plan finalmente el Gobierno no lo llevó a cabo ya que “éste no es un asunto prioritario”.

Que exista este tipo de discriminación tanto en los países desarrollados como los menos desarrollados, tan sólo puede significar una cosa; y es que el país acabe por no desarrollarse y por lo tanto no avance económicamente hablando. Por lo que no se puede escatimar en dinero invertido en la educación, la educación es la que decidirá qué rumbo toma en un futuro el país. Invirtamos y creamos más en la educación, para invertir y creer más en un futuro.

Y es que no nos damos cuenta que la escolarización es un derecho fundamental que hace que las personas se desarrollen culturalmente, que compensen sus déficits psíquicos, físicos o de progreso en la estructura social. Este derecho logra también aquellos que tanto anhelan los países: tener prestigio internacional. Gracias a la educación, se abren las puertas a que las sociedades gocen de un menor grado de conflicto y una mayor capacidad de obrar, lo que garantizaría a la larga, un mayor bienestar social. Y este, al fin y al cabo es el fin al que cualquier país quiere llegar.

Pero la desescolarización no solo representa un problema educativo, sino un gran problema social. La actuación contra la desescolarización debe comenzar como una lucha desde los poderes públicos que deben garantizar el derecho a la educación a todos los niños y niñas, así como una concienciación social de luchas por lo que debe ser de pura obligación en cualquier país, pero seamos realistas, nada de esto ocurre realmente. La realidad es bastante distinta al ideal que a mi tanto me gusta describir y los datos son bastante negativos incluso para la persona más positiva del mundo.

Es necesario ponerle remedio a esta situación, intervenir social y políticamente, ya no solo por las consecuencias negativas que de esta problemática se pueda derivar, sino porque es una obligación política ofrecerle ese derecho básico como es la educación a todos los niños. Y quienes somos nosotros para denegarle ese derecho a nadie, ni por motivos económicos ni por motivos ideológicos.

Son niños, son nuestro futuro y son nuestros los derechos y los deberes de darle la educación y el futuro que se merecen, porque aún estamos a tiempo de rectificar, ya que como dice un proverbio romano: “por la ignorancia nos equivocamos, y por las equivocaciones aprendemos”.

 

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