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El derecho a la educación no es universal

Maria Pilar Garrido

Publicado el 24/06/2015 17:06

Según los últimos datos ofrecidos por UNICEF unos 121 millones de niños en el mundo no van a la escuela. En total, se trata de unos 56 millones de niños y 65 millones de niñas a las que se les niega algo tan fundamental como es el derecho a la educación. ¿Cómo se actúa ante estos escalofriantes datos?

A lo largo de la historia, las mujeres han sido más vulnerables ante este tipo de desigualdades que los hombres, y para que exista un cambio notable ante esta situación es necesario un cambio en la mentalidad de esas niñas y sobre todo de sus padres, ya que debemos ser muy conscientes de que la educación no es solo saber restar o sumar, sino una técnica para así poder salvar a muchas niñas y niños de países menos desarrollados de enfermedades de transmisión sexual como puede ser el SIDA o de la explotación infantil.

Que exista este tipo de discriminación como el la privación del derecho a la educación tanto en los países desarrollados como los menos desarrollados, tan sólo puede significar una cosa; y es que el país acabe por no desarrollarse y por lo tanto no avance económicamente hablando. Por lo que no se puede escatimar en dinero invertido en la educación, la educación es la que decidirá qué rumbo toma en un futuro el país. Invirtamos y creamos más en la educación, para invertir y creer más en un futuro.

Y es que no nos damos cuenta que la escolarización es un derecho fundamental que hace que las personas se desarrollen culturalmente, que compensen sus déficits psíquicos, físicos o de progreso en la estructura social. Este derecho a la educación logra también aquellos que tanto anhelan los países: tener prestigio internacional. Gracias a la educación, se abren las puertas a que las sociedades gocen de un menor grado de conflicto y una mayor capacidad de obrar, lo que garantizaría a la larga, un mayor bienestar social. Y este, al fin y al cabo es el fin al que cualquier país quiere llegar.

Pero la desescolarización no solo representa un problema educativo, sino un gran problema social. La actuación contra la desescolarización debe comenzar como una lucha desde los poderes públicos que deben garantizar el derecho a la educación a todos los niños y niñas, así como una concienciación social de luchas por lo que debe ser de pura obligación en cualquier país, pero seamos realistas, nada de esto ocurre realmente. La realidad es bastante distinta al ideal que a mi tanto me gusta describir y los datos son bastante negativos incluso para la persona más positiva del mundo.

Son niños, son nuestro futuro y son nuestros los derechos y los deberes de darle la educación y el futuro que se merecen, porque aún estamos a tiempo de rectificar, ya que como dice un proverbio romano: “por la ignorancia nos equivocamos, y por las equivocaciones aprendemos”.

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