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Alta sensibilidad, rasgo más no trastorno

Alina Dascalu

Publicado el 22/03/2021 13:03

Una de las variables que más desconcierto provoca en la sociedad en general, así como en el ámbito educativo específicamente, es poseer características o llevar a cabo conductas diferentes a la media poblacional. Ante esto, buscamos justificaciones y ayuda en los profesionales para que nos digan qué les pasa a nuestros niños, alumnos o alumnas, por qué se comportan de manera distinta a los demás. A veces esas etiquetas o diagnósticos que se realizan, son certeros, pero en muchos otros casos, las conclusiones a las que se llega sobre la conducta de un/a menor, son erróneas.  

Poseer características, como por ejemplo ser sensible, precavido/a, silencioso/a, introvertido/a, perder la concentración, son sinónimos de niños y niñas tímidos/as, lábiles emocionalmente y posiblemente a más de uno se le ha considerado que presenta algún tipo de trastorno mental como el TDAH o TEA.

Procedemos de una cultura en la que aún prevalecen los estereotipos de género, donde un niño no llora, no debe mostrar sus sentimientos, donde las niñas son consideradas el sexo débil, y todo esto lo extrapolamos a todas las áreas de nuestra vida. A pesar de que ésta fue por muchos años la forma de ver y entender la individualidad de los seres humanos, afortunadamente la ciencia avanza y nos acerca al concepto de la alta sensibilidad.

            La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad, por tanto, es una característica bastante estable, que se ha descubierto en más de cien especies, así como en un 15-20% de la población (Aron y Aron, 1997). Esta dimensión de personalidad es heredable y estable a lo largo de la vida. Se caracteriza por: sobreestimulación, mayor profundidad en el procesamiento sensorial, tanto de los estímulos internos como externos, gran reactividad emocional, una enorme empatía con los demás seres, mayor capacidad de percibir los matices del entorno. Debido a esta gran profundidad de procesamiento sensorial, muchos de los niños y niñas altamente sensibles pueden parecer que están ausentes, que pierden la concentración cuando están en el aula y se les puede diagnosticar inadecuadamente con TDAH o se le puede poner esa etiqueta si desconocemos las características concretas de la alta sensibilidad. La alta sensibilidad, en definitiva, es una forma de ver, sentir y de estar en la vida, diferente pero no errónea, al resto de la población.

La sobreestimulación en los niños altamente sensibles (NAS) hace que sean niños y niñas más reactivos, que lloren con mayor facilidad incluso por aquellas cosas que a nosotros nos parezcan nimias.

Poseer el rasgo de la alta sensibilidad, puede parecer una vulnerabilidad en un mundo que va muy deprisa, un mundo caótico en el que prima el ruido incesante tanto interno como externo. Y esto hace que nosotros como adultos a cargo de la educación de estos niños y niñas, estigmaticemos conductas que a nuestro parecer no son normales. Por ello, se hace necesario, formar al personal docente en la identificación del rasgo de la alta sensibilidad para saber cómo actuar en aquellas situaciones en los que el niño/ a altamente sensible se siente abrumado/a por toda la información recibida, cuando siente que se producen injusticias, cuando éste percibe que el adulto que le atiende no es empático o justo etc.

            La alta sensibilidad presenta muchos matices que tiene implicaciones en todas las áreas de la vida de la persona: área social, educativa, laboral, relacional.

Aron et., al (1997) afirman que aquellos individuos que poseen el rasgo de la altamente sensibles, en entornos invalidantes u hostiles, pueden sufrir mayor riesgo para desarrollar problemas conductuales y psicopatologías en la infancia o la edad adulta.

Por tanto, consideramos de gran importancia el conocimiento del rasgo de la alta sensibilidad, para saber gestionar adecuadamente la actuación en el aula con los menores altamente sensibles puesto que de nosotros depende, en gran medida, el desarrollo de una buena salud mental de los niños en general y sobre todo de estos niños y niñas con alta sensibilidad.

Muchas de las personas altamente sensibles al encontrarse en entornos que puedan percibir como hostiles o invalidantes presentan un rendimiento muy por debajo de sus capacidades (Aron, 2017, p.23).

Hoy en día, ya sabemos que las personas altamente sensibles presentan un sistema de inhibición conductual más activado y por ello podemos observar que hay menores o alumnos que actúan de una forma más precavida, que les lleva más tiempo hacer acercamiento con los demás, que les cuesta tomar decisiones de forma inmediata etc.

            La sensibilidad en el procesamiento sensorial está mediada por un procesamiento cognitivo muy profundo (Mesulam, 1998) así como por una sensibilidad emocional que mejora la atención, la memoria y el aprendizaje, proporcionando una retroalimentación que propicia la introspección y ayuda a adaptar la conducta tanto en situaciones nuevas como en aquellas ya vividas o pasadas (Baumeister et al., 2007).

La idea de que algunos individuos se benefician más que otros de las experiencias positiva se debe a que los individuos que son altamente sensibles prestan más atención y tardan más tiempo en dar una respuesta ante los cambios, activándose áreas cerebrales involucradas en la atención, lo que sugiere que las personas altamente sensibles prestan más atención a los detalles sutiles, con lo cual son mucho más capaces de observar y conocer más profundamente el mundo que les rodea (Jagiellowicz et al., 2010).

Estos datos son corroborados por estudios basados en intervenciones para reducir la sintomatología depresiva o la victimización y la sintomatología internalizante en un programa antibullying, obteniendo resultados que ponen de relieve que la alta sensibilidad es un rasgo ventajoso porque los individuos que lo poseen se benefician de las intervenciones en comparación con las personas con baja sensibilidad que no muestran ningún progreso o mejora después de la intervención (Nocentini, Menesini y Pluess, 2018).

            Dicho todo esto, ¿qué podemos hacer ahora para actuar de manera idónea ante alumnos y alumnas altamente sensibles? Lo primero es identificarlos, y para ello tenemos la herramienta diseñada por Elaine Aron para niños altamente sensibles (NAS). Este cuestionario, es recomendable cumplimentarlo a través de la observación por parte del docente y con la colaboración de los padres del niño o la niña que sospechamos que presenta el rasgo de la alta sensibilidad. Es importante saber, ya que no lo he mencionado de forma explícita, que la alta sensibilidad no requiere diagnóstico sino identificación porque no es un trastorno, por tanto, no requiere tratamiento psicológico o farmacológico, sino conocimiento del rasgo y un acompañamiento sensibles y empáticos por parte de cualquier adulto que entra en contacto con el menor o la menor altamente sensible.

Líneas de actuación:

1. Evitar la sobreestimulación. Si observamos a algún alumno quejándose, llorando desconsoladamente por cosas insignificantes es una pista de que ese niño/a está abrumado/a por toda la información recibida. Al igual ocurre cuando parece distraído/a y no atiende la clase. Necesitan un tiempo en silencio para recuperarse. 

2. No utilizar el castigo para fomentar que se porten bien, que atiendan en clase. Es contraproducente y muy dañino para estos niños. Lo mejor es intentar averiguar qué les pasa, pero como los docentes no tienen tiempo para atender de manera exclusiva a un alumno, lo mejor es utilizar la técnica de la respiración para ayudar al menor a relajarse y después de las clases conversar con él o ella. Son niños/as muy reflexivos y su capacidad de comprensión es elevada.

 

 3. Evita que un niño/a altamente sensible se sienta impotente. La sobreestimulación que siente el NAS aumenta con la sensación de impotencia. Esta sensación de impotencia nunca es agradable para un infante en edad preescolar, que desea sentirse efectivo, capaz (Aron, E. p.247).

 

4. Ayuda que el NAS se relaje mediante el juego. Realiza actividades que le permita afrontar los miedos, las incertidumbres, los cambios, de forma lúdica sin presiones, de una manera muy divertida y creativa, siendo comprensivo con sus dificultades para realizar diversas actividades que le supone un gran reto, como, por ejemplo: toma de decisiones rápidas, juegos que impliquen resultados impredecibles, juegos que impliquen mojarse (en verano) o ensuciarse y no acudir enseguida a lavarse etc. Los NAS presentan aversión por los cambios, aunque sean insignificantes (para nosotros los adultos), les cuesta tomar decisiones y cualquier cambio que se pueda producir en su entorno, le resulta difícil acoplarse/adaptarse a él enseguida. Necesita ayuda y comprensión para adaptarse a los nuevos cambios.

 

5. Cada cambio que se realice, mejor avisar con antelación para así le dé tiempo al NAS a hacerse a la idea. Por ejemplo, los cambios que se hacen de una actividad a otra. Sería recomendable avisar: “Dentro de 10 minutos vamos a realizar….”. Las transiciones de una situación a otra tienen que ser suaves.

 

6. Ofrecerle siempre opciones al NAS: “Quieres que me quede contigo hasta que te sientas mejor o quieres estar solo/a” etc.

 

7. Reconocer la sobreestimulación en NAS es bastante fácil. La sobreestimulación se expresa a través de conductas de: sobreexcitación; irritabilidad, frotarse los ojos, negativas, llanto, negarse a comer cuando debería tener hambre, querer irse a casa, llamar a su madre incesantemente entre lágrimas y llanto etc.

 

8. Mantener siempre el control (gestión emocional) cuando el NAS está sobreestimulado y realiza las conductas arriba mencionadas u otras relacionadas.

 

9. Tocar con suavidad al NAS. Yo recomiendo incluso, que, en esos momentos de sobreestimulación, se le avise al niño/a que le vais a coger de la mano etc.

 

10. Hablar con mucha calma, no gritar o alzar la voz. El NAS se sobreestimulará mucho más porque los ruidos fuertes, al igual que las luces le producen mucho malestar (sobreestimulación).

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