Imagen generica
¿Aún no estás registrado?
Regístrate ahora, son 2 minutos

Aprendamos a pensar, eduquemos a pequeños filósofos

Beatriz Brito

Publicado el 10/05/2017 19:05

Durante mucho tiempo, el sistema educativo ha estado orientado hacia un proceso de memorización de contenidos con un fin muy marcado. El éxito académico se definía por la capacidad de retener un conjunto de datos y liberarlos en forma de examen. A medida que han ido pasando los años, y que nuevas profesiones se han creado, vemos como este modelo de enseñanza y aprendizaje no resulta efectivo, para el nivel de evolución que está experimentando la sociedad y el mundo en general. Muchos hemos escuchado o leído esa frase de “un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido” y la consideramos acertada para la realidad en la que nos encontramos inmersos. Este debiera ser nuestro motor como docentes; ser capaces de adecuar nuestra labor a la actualidad y al contexto de nuestros alumnos, de manera que puedan considerarse adultos creativos.

Filosofía para niños es una propuesta desarrollada por Matthew Lipman en los años 70, cuya finalidad es aportar los instrumentos oportunos, a los niños y niñas, cuando éstos se hacen preguntas sobre el mundo. Se trata de un programa en el que, a pesar de su título, no se pretende la enseñanza de los contenidos que nos vienen a la cabeza cuando alguien dice la palabra “filosofía”. Lo que realmente busca es emplear la reflexión, cuestionarse sobre temas de interés, buscar respuestas, fomentar la investigación y satisfacer la curiosidad; es decir, desarrollar las características, que hasta ahora se les ha atribuido a los filósofos, en el aula; de manera que se convierta en un lugar que propicia la creatividad y el pensamiento divergente.

 

¿Por qué filosofía y no otra?

Un programa de estas características nos brinda la posibilidad de generar personas que van a ser capaces de pensar por sí mismas. No se me malinterprete, esto no quiere decir que siguiendo un modelo más tradicional de enseñanza se evite que los alumnos desarrollen su pensamiento; pero se trata de conseguir que piensen mejor. Los niños y niñas que nos encontramos en nuestros centros son curiosos por naturaleza, porque así es el ser humano, y vemos cómo se va “matando” este ansia de saber como funcionan las cosas a su alrededor a medida que van creciendo.

La filosofía para niños no enseña de manera teórica y directa las destrezas de pensamiento que son innatas en los seres humanos, sino que proporciona el ambiente para que éstas afloren de manera práctica. Una de las premisas básicas del programa es que el aprendizaje no puede ser descontextualizado. Un dilema o pregunta que no responda al interés del alumnado, que no sea significativo para ellos no va a provocar una reflexión profunda, que es lo que se pretende. Por lo tanto, los docentes deben ser capaces de desmenuzar el contexto e identificar qué experiencias vividas por sus alumnos y alumnas son las idóneas para basar una sesión de Filosofía para niños.

Tal y como se puede observar, el desempeño de esta propuesta no tiene como finalidad el  alcanzar una mejora del rendimiento académico, lo que no impide que pueda suceder; sino promover en las niñas y niños la reflexión y la adopción de actitudes que mejoren la convivencia  y las relaciones de la comunidad.

 

¿Qué necesitamos?

Antes de llevar a cabo una sesión de filosofía para niños debemos ser conscientes de que se precisa una preparación, tanto del alumnado como del maestro o maestra. Lanzar una pregunta o dilema a la clase implica un trabajo previo, gracias al cual se consiga el clima adecuado para poder indagar e investigar mejor. Normas claras de respeto hacia las opiniones de los demás, de guardar los turnos de palabra, o de no emitir juicios de valor sobre lo que otro compañero diga resultan claves para que nuestra sesión sea efectiva y tenga éxito. La importancia de estas pautas reside en que es fundamental el trabajo en equipo para llegar a una buena reflexión. Cuando los alumnos aprenden e investigan de manera colectiva desarrollan su pensamiento a nivel individual, puesto que cualquier intervención de otro les puede llevar a cuestionarse algo que no se habían planteado con anterioridad. Les ayuda, por lo tanto, a generar mejores preguntas y a encontrar más ideas y de mayor calidad.

En cuanto a los docentes, necesitamos replantear cuál es nuestro papel en su educación; continuar aprendiendo y mantenernos informados sobre las nuevas metodologías o los programas que se están implantando en otros lugares del mundo; aprender a no ser el elemento activo y principal del proceso. En la propuesta descrita durante el artículo, nuestra labor es de facilitador. Debemos ser quienes promovamos la interacción entre el alumnado, animarles a hablar, participar y escucharse. Sin duda, no es un cambio de perspectiva sencillo, pero tampoco es imposible. Empecemos por pequeños gestos que sin duda nos ayudarán a que poco nos sintamos más seguros, superemos nuestro miedo a equivocarnos, aprendamos a pensar de manera creativa y crítica. Si queremos promover este tipo de pensamiento en nuestros alumnos, debemos ser su primer ejemplo.

 

¿Cómo lo llevamos a la práctica?

 Angélica Sátiro e Irene de Puig son dos de las caras más representativas de la Filosofía para Niños en España. Han publicado numerosos textos y libros entre los que podemos encontrar “juegos para pensar”, un libro en el que se proporcionan ejemplos de dilemas o preguntas con las que comenzar una sesión. Cabe destacar que a pesar de que exista material específico que nos ayude en un principio, siempre podemos adaptarlo o crear nuestros propios recursos.

Algunos ejemplos de dilemas pueden ser: “¿cómo sabes que una persona es amiga tuya?”, “¿Qué pensarías si al tomarte la leche sabe mal?”, “¿a qué huelen las nubes?”, “¿qué objeto inventarías para mejorar el patio?”, etc. Como se puede advertir, cualquier pregunta es susceptible de ser planteada siempre y cuando se haga dentro de un contexto significativo para el alumnado.  Los diferentes dilemas pueden surgir a partir de múltiples situaciones, véase un cuento, una obra de arte, un suceso, una experiencia, etc. Pero siempre debe estar relacionada con la situación de aprendizaje que estemos trabajando en ese momento, para que toda nuestra actividad tenga una coherencia pedagógica y se pueda englobar como un único proceso. Por ejemplo, si hemos iniciado una experiencia de aprendizaje en la que los alumnos van a estudiar una obra de Picasso, podríamos comenzar la sesión de filosofía para niños con un dilema como “¿qué sientes al ver esta pintura?” o “Si estuvieras dentro del cuadro, ¿qué harías?” o incluso “ ¿Qué pasaría si el cuadro pudiera escucharnos?”.

Una vez que se plantee la pregunta, comienza el proceso de diálogo, de interacción entre los alumnos; en el que se debe estimular a los que menos participen a expresarse. Este momento de investigación, de reflexión es el objetivo del programa, por lo que no hay que preocuparse si no se encuentra una respuesta válida común; puesto que la finalidad es el desarrollo de un pensamiento de calidad.
Y finalizada la sesión se realiza una evaluación de la misma, que pudiera ser una evaluación figuroanalógica en la que el alumnado se identifique con una imagen de cómo se ha sentido o de lo que ha experimentado a lo largo de la práctica.

 

¿Filosofía?, ¿Por qué no?

Para concluir, quiero resaltar que la propuesta de filosofía para niños no es otra que fomentar actitudes de diálogo y reflexión, tan necesarias en la realidad actual en la que vivimos. No debemos olvidar que los alumnos y alumnas que ocupan nuestras aulas, son pequeños seres que harán un mejor o peor desempeño de la ciudadanía según los valores que se les transmita. Ayudémosles a que su curiosidad por el mundo se mantenga a pesar de las dificultades que se puedan encontrar; proporcionémosles las herramientas necesarias para que sean capaces de desenvolverse en una realidad en continuo cambio; y sobre todo, sirvamos de ejemplo manteniéndonos informados y formados, porque como dijo John Cotton Dana “Quien se atreve a enseñar, nunca debe dejar de aprender”.

56
“¿Te ha parecido interesante este artículo? ¡Dale a me gusta!