Imagen generica
¿Aún no estás registrado?
Regístrate ahora, son 2 minutos

El constructo de género en el canal Disney Channel

Diana Tena Carsi

Publicado el 12/05/2018 08:05

“El miedo a la igualdad” es el título de un libro, que de forma no casual, cayó en mis manos. Éste pertenece a un sociólogo español, cuya fecha de publicación (1975) coincide con la muerte del dictador más reciente en nuestra historia y con el año internacional de la mujer. En él se cuestiona sobre cuál es el papel que le corresponde a la mujer en diversos ámbitos de la vida (educación, familia, trabajo, organización de la vida cotidiana, entre otros). Lo más sorprendente es que muchos de los problemas que en él se hacen latentes, siguen siendo obstáculos que perduran en la actualidad.

Estos problemas que aluden a la falta de equidad se han cuestionado por diferentes corrientes teóricas feministas y movimientos sociales, desde diversas perspectivas o planteamientos teóricos, poniendo especial énfasis en los obstáculos culturales, de índole patriarcal, que nos asolan como un estigma social. A pesar de esto, todavía quedan por solventar cuestiones relacionadas con la equidad, que permitan el alcance de una igualdad real.

Así, resulta complicado comprender que en la sociedad actual, instaurada en un régimen democrático y fundamentado en derechos, sigan resonando ecos de desigualdad respecto al género. Y ese miedo al que alude dicho autor se evidencia en la negación del machismo y en las afirmaciones que atribuyen al feminismo otras finalidades que difieren de la lucha por la igualdad, que en su defecto denotan el machismo encubierto que persiste en nuestra sociedad.

La disconformidad de gran parte de la sociedad quedó reflejada el pasado 8 de marzo, donde una multitud de personas desde distintos puntos del planeta se sumó a la huelga y alzó su voz en repulso al machismo y a las consecuencias nefastas e incluso mortales que para las mujeres supone. Así como en las manifestaciones en contra de la sentencia del caso denominado “la manada,” donde se puso de manifiesto las flaquezas del código penal y la falta de rotundidad para erradicar el sistema patriarcal que repercute directamente en nosotras e indirectamente en el resto de la sociedad.

Todo esto me hace replantearme sobre el modo de aportar un resquicio de luz que permita hacer frente a esta repulsiva situación, en este sentido considero que la clave está en la educación, sobre todo en aquella que se rija por principios como la equidad, la responsabilidad compartida y la cooperación, etc., y de este modo puede ser un valioso instrumento para tal fin. No obstante, la educación tiene lugar más allá de la escuela, así coexiste junto con otros contextos de socialización (por ejemplo: la familia, el grupo de iguales y la televisión) que influyen en el proceso de enseñanza-aprendizaje de los y las discentes. Éstos transmiten pautas culturales que nos permiten interpretar el mundo en el que vivimos, incluyendo en muchos casos estereotipos de género que influyen en la configuración de la identidad. De los citados el que mayor interés me suscita es el de los medios de comunicación, ya que su gran alcance e influencia pone de manifiesto la necesidad de analizarlos desde perspectivas que se cuestionen sobre su función como “tecnologías sociales” (Belmonte, 2014), además “(…) tienen una gran relevancia en la construcción de la imagen del mundo que elabora cada persona y que se elabora a nivel de imaginario colectivo” (Alexanian, Andras y Montesinos, 2009, p.14). Por ello, producen significados que tienden a normalizar aquello que no es otra cosa que una construcción social.

De este modo, es inevitable plantearse sobre el modo en que los medios de comunicación influyen en la conformación de identidades de género. A mi parecer, el filtro cultural que predomina se sustenta en una visión androcéntrica del mundo, es decir, concebido exclusivamente por y para ellos, ¿y qué lugar ocupa en este mundo la mujer?

No hay lugar a dudas, cuando afirmo que la imagen de la mujer en la sociedad ha cambiado y continúa haciéndolo, sin embargo la hegemonía de la tradición sigue siendo una gran losa que condiciona la realidad de hombres y mujeres, siendo las últimas las peor paradas (Viedma, 2003). Así, no es en vano cuando me atrevo a aseverar que todas, de un modo u otro, siendo más conscientes o menos, nos hemos visto en situaciones de discriminación por pertenecer al sexo femenino. Pues, tan sólo el simple hecho de nacer mujer supone para nosotras un gran obstáculo y condiciona, en gran medida, nuestro desarrollo personal y social en igualdad de condiciones.

Así, desde distintos tratados internacionales se pone de manifiesto la necesidad de tomar medidas para atajar la injusta representación de la mujer que desde los medios de comunicación se favorece. No obstante, son meras recomendaciones y pese a la importancia que este tema sustenta no existe ningún marco legal que ponga freno a las libertades que los canales, en especial los de titularidad privada, se acogen. De este modo, hay discordancias entre lo estipulado legalmente y lo ejecutado en la realidad. En este sentido, la falta de concreción y de medidas punitivas elude a los canales televisivos de la responsabilidad de poner en práctica una representación equitativa de los sexos.

A tenor de lo anterior, se hace más que necesaria la apertura a una visión que trate de deconstruir las pautas normalizadas que tras las representaciones televisivas se esconden, que en tal caso contribuyen en la construcción social de una forma determinada de entender la condición masculina y femenina. Una mirada que desnaturalice la construcción de género sesgada que parece favorecerse a través de las representaciones que desde los mass media se hace.

Si realmente nos preocupa la construcción de una sociedad más justa y equitativa en lo que al género respecta, no podemos obviar el poder que ostentan los mass media, en especial la televisión. Puesto que los escolares dedican parte de su día al visionado de la misma, así tienen que lidiar con los mensajes que desde los distintos espacios socioeducativos (la familia y la escuela) se propician. Es posible que dichos mensajes sean discordantes y creen confusión en dicha audiencia que todavía no dispone de las estructuras psicosociales suficientes como para poder discernir entre aquellos que pueden favorecer un desarrollo personal y social acorde al principio de equidad.

Ante tal reto realicé un estudio para el trabajo fin del máster de Acción Social y Educativa de la Universidad de Valencia, donde analicé el constructo de género que se propiciaba en la programación del canal Disney Channel, en dos franjas espacio temporales distintas. Así, pude confirmar que la programación analizada en dicho canal propicia una representación reduccionista de la realidad donde se incluyen estereotipos de género que obvian la pluralidad y contribuyen en una construcción sesgada de la identidad de género de los y las que lo televisan. En tal caso, parece evidente que los intereses de la cadena se aproximan más a producir y reproducir unos ideales de género fundamentados en una sociedad anclada en la tradición androcéntrica, que a generar otro tipo de sociedad, sobre todo aquella que sea afín al principio de igualdad.

Resulta inquietante que las y los más pequeños/as estén expuestos a este canal de programación infanto- juvenil, ya que carecen de la suficiente madurez para reflexionar sobre el modo en que el género se representa, puesto que lo más probable es que no dispongan de las experiencias vitales necesarias para poder visionar dicho canal desde una mirada que traspase el simple entretenimiento. Además, el género televisivo al que pertenecen dichas series puede favorecer que sean contempladas con cierto halo de inocencia y, por tanto, lo representado en las mismas en lo que al género respecta, no tiene porqué suscitar críticas ni reflexión alguna por parte del público que las visiona.

Por su parte, las diversas investigaciones contempladas analizan el tipo de identidad de género, desde categorías de análisis dispares, que desde los medios de comunicación, en especial la televisión, se genera (Aguado y Martínez, 2015; Antón, 2001; Belmonte y Guillamón, 2008; Berganza y del Hoyo, 2006; Suárez, 2013; Digón, 2006; Fabbro y Sánchez-Labella, 2016; López y Aiestarán, 2011; Mancinas, Nogales y Barriga, 2012, entre otras). La mayoría coincide en señalar que el constructo de género que se favorece es acorde con los cánones de tradición heteropatriarcal, coincidiendo en gran parte con los resultados alcanzados en el estudio aludido con anterioridad.

A tenor de lo anterior, puedo afirmar con rotundidad que queda mucho camino por recorrer en lo que a la igualdad de género respecta. Asimismo, tras la reflexión a la que me condujo el primer objetivo principal: “Reflexionar sobre el constructo de género que se propicia en la programación objeto de análisis (de 17 a 20 horas) durante el período de tiempo contemplado (semana del 12 al 18 de diciembre y semana del 9 al 15 de enero, excluyendo fines de semana) donde la diferencia primordial es la vigencia de la campaña de Navidad y la no presencia de la misma” puedo aseverar que la mayoría de los personajes masculinos y femeninos incluidos en la programación representan formas de ser, estar y relacionarse en función de determinadas características consideradas tradicionalmente femeninas y masculinas. Pesto que, la mayoría de personajes responden a una identidad construida en función del papel social que se supone deben cumplir. Así, la programación analizada favorece una construcción de género desigual a través de la reproducción de una imagen denigrante de la mujer. Por ello, contribuye a perpetuar los preceptos tradicionales y a la formación de la identidad de género de los y las telespectadores, en su caso forjada en el patriarcado.

También quedó constatado el segundo objetivo principal: “Conocer si el canal Disney Channel favorece la diferenciación entre géneros mediante estereotipos y valores asociados tradicionalmente a cada género a través de la representación que se hace en los productos televisivos (tanto en las series animadas, como en la publicidad)”. Puesto que, la programación del canal estudiado favorece la diferenciación entre géneros mediante la proyección de pautas tradicionales y, en ese sentido, se podría considerar como una fuente de alimentación para el machismo.

En esta sociedad tan sumamente patriarcal es difícil hacer visible la opresión de la mujer, sobre todo cuando los mass media, en especial la televisión incide en perpetuar dichos modelos, donde su empeño se centra en vendérnoslo como algo natural. No obstante, en pro de la lucha contra la desigualdad, es primordial que todos los agentes de la sociedad se impliquen en desbancar tal representación de género y propiciar otros modelos donde la identidad de género se edifique en torno a la equidad. Así pues, dado que la televisión es un agente socializador de gran influencia para el público infante, nos debe hacer reflexionar en el modo de incluirlo en el currículo académico, puesto que de otra manera podría ser contraproducente para el proceso de enseñanza-aprendizaje de los/as discentes. De este modo, es tarea fundamental para los agentes socioeducativos, educar los sentidos, sobre todo vista y oído, en cuanto a la construcción de género que a través de la televisión se genera, para que las y los más jóvenes y otros/as agentes socializadores/as (progenitores u otros familiares) puedan analizar y descifrar lo que tras las representaciones se oculta que, en ocasiones, es imperceptible para el ojo humano por ser aprendidas como “normales.”

Así, la televisión puede ser un instrumento de gran potencial educativo si se dispone de los criterios necesarios para analizar los contenidos y las formas en que transmiten. Es en ese sentido, donde se pone en juego nuestra labor como agentes de la acción social y educativa, explorando posibilidades que encierra su uso como recurso educativo para luchar contra la desigualdad social y favoreciendo, en tal caso, una aproximación crítica que desmantele los diversos patrones de desigualdad social existentes.

En conclusión, es ineludible afirmar que cualquier intervención socioeducativa debería sustentarse en un enfoque de género donde la igualdad sea una cuestión de primer orden y se trabaje una verdadera coeducación. De modo que nos permita erradicar los estereotipos o dicotomías de género y propiciar otro tipo de relaciones, necesariamente equitativas, entre mujeres y hombres.

 

6
“¿Te ha parecido interesante este artículo? ¡Dale a me gusta!