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La educación ambiental en los jóvenes como respuesta al cambio climático

Marta Fernández Casado

Publicado el 24/10/2023 18:10

¡Hola lector!

 

Mi nombre es Marta y soy profesora de Educación Secundaria en un colegio de Alcobendas y miembro-voluntario de una Asociación de Educación Ambiental.

En mi centro, imparto las asignaturas de Matemáticas y Tecnología de una manera formal al pertenecer a la programación oficial del Ministerio de Educación del Gobierno de España y a la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. También intento impartir, como me consta que hacen otros docentes, Educación Ambiental de una manera transversal en estas asignaturas y en otras situaciones u oportunidades que me encuentro al pertenecer a una Comunidad educativa.

Creo que tú, lector, podrás coincidir conmigo en el papel tan importante que puede realizar la Educación Ambiental ante el Cambio Climático. Este es uno de los problemas medioambientales más difíciles que tenemos que solucionar y no es el único. La pérdida de biodiversidad, la capa de ozono, la contaminación de suelos, agua y aire bien lo acompañan.

Pero ¿qué es la educación Ambiental? Suena bien, ¿verdad? El sustantivo Educación la imprime carácter. Hay varias definiciones muy completas y muy formales que la describen muy bien. A mí me gusta una más de andar por casa y que no es más que esta:

“La Educación ambiental es aquella que hacer brotar los valores que nos conducen a un comportamiento responsable con nuestro entorno”.

Para conseguir este comportamiento responsable debemos aplicar los tres principios siguientes: ( las tres Cs).

  • Conciencia.
  • Compromiso.
  • Compasión.
  •  

Os hablo ahora de como intentamos cumplir los docentes estos tres principios en nuestras aulas.

La conciencia

A diferencia de otras áreas, cuyo principal objetivo es su conocimiento, la Educación Ambiental no pretende tanto enseñar sobre medio ambiente sino generar conciencia sobre la situación por la que atraviesa nuestro planeta, de despertar a la realidad que vivimos.

Cerrar el grifo del agua al lavarse los dientes, apagar las luces que vemos innecesariamente encendidas, apagar los dispositivos electrónicos cuando no se utilicen, utilizar botellas de aluminio y bolsas reciclables, comer alimentos naturales, no procesados, caminar antes de usar un transporte, reutilizar el papel o comprar solo lo que se necesita son ejemplos de las acciones que constantemente intentamos que lleven a cabo.

Buscamos en los alumnos la incorporación de estilos de vida responsables y sostenibles basados en la reducción de sus niveles de consumo, ahorro de agua y energía, utilización de medios de transportes sostenibles y reciclaje de materiales fuera de uso. Estas acciones también deberían cumplirse no solo para escolares sino para otros sectores de la sociedad.

El compromiso

Aun sabiendo que es importante, lo personal no es suficiente. Necesitamos que la acción individual de cada alumno se transmita en su entorno. Buscamos que lleven estos estilos de vida responsables a sus casas, que sean ejemplos para la familia y para los amigos.

Buscamos que tengan un compromiso social que les haga convertirse en personas con voz y con peso, capaces de organizarse en un futuro y poder ser escuchados por los poderes económicos, políticos y mediáticos del país.

La compasión

Es, sin duda, el punto principal en el que debemos trabajar los docentes en las escuelas. En esta cultura occidental en la que estamos nacido, con un fuerte modelo capitalista y consumista, nos hemos olvidado de la Naturaleza, la hemos considerado simplemente como un recurso a explotar.

Una fuerte visión antropocéntrica, en la que al hombre lo situamos en el centro de todo, nos ha llevado a olvidar que provenimos de ella y que somos parte de ella.   En este olvido, nos hemos separado también de muchos otros seres vivos que comparten “per se” los mismos derechos que nosotros en este planeta Tierra.

Somos la “especie fuerte y dominante”. Sí. Pero una especie “fuerte” debe ser una especie compasiva. Sobre todo, con los más débiles y vulnerables, ya sean especies animales, vegetales u otras formas vivientes.

Los docentes sentimos en las aulas que tenemos alumnos que han desarrollado ecofobia. Un ejemplo sencillo que os puedo dar y que explica muy bien esta ecofobia puede encontrarse en la sencilla acción de que entre una mosca por la ventana de una clase. El revuelo y las ganas inmediatas de darle caza a ese insecto y dejarle estampado en una pared o en una mesa es una realidad. No os digo nada cuando, en vez de una mosca, es una araña la que se cuela o un pequeño abejorro.

Esta detectada ecofobia puede trabajarse con el simple hábito o costumbre de pasear con los alumnos, de vez en cuando, por los preciosos entornos naturales que tenemos en nuestras ciudades y comunidades hace que tanto ellos como nosotros volvamos la mirada a esta Madre Naturaleza y seamos conscientes de las maravillas que nos ofrece.

En mi colegio, trabajamos la ecofobia en las caminatas que programamos para nuestros alumnos. En ellas, conseguimos que se pongan en contacto con la Naturaleza, que la conozcan. Porque solamente conociéndola la podrán llegar a respetar y a sentirse parte de ella.

Intentamos también transmitirles en estos paseos, que lo que hagamos de malo al Medio Ambiente en nuestra zona y, más extensamente en nuestro país, repercutirá negativamente en otras partes de nuestro planeta. Por ello la compasión que muestren debe dirigirse también y especialmente a los países más pobres y desfavorecidos.

Esta compasión viene favorecida, en muchas ocasiones, por las miradas ecofeministas, que muchas veces resultan ser más integradoras y cuidadosas. El papel cuidador y maternal de una mujer es altamente reconocido en nuestra madre Naturaleza. Debemos, por tanto, ser las mujeres las que lideremos una vuelta de nuestros hijos a ella.

Como idea final, quiero transmitiros la necesidad de seguir impartiendo la educación ambiental en las aulas de nuestras escuelas, para seguir formando niños y jóvenes concienciados, comprometidos y compasivos. La mejor metodología que podemos seguir los docentes es la de ser los primeros en dar ejemplo. Extiendo también esta necesidad a los padres y madres pues son sus principales referentes. De esta forma nuestros alumnos e hijos emularán nuestras acciones sin darse cuenta.

Al fin y al cabo, nos preocupa y mucho, no qué planeta vamos a dejar a nuestros niños y jóvenes sino qué niños y jóvenes vamos a dejar a nuestro planeta. Sabemos que el destino del planeta y de quien lo habitamos es el mismo y serán ellos los que deban de seguir dando soluciones a todos los problemas medioambientales en los que estamos inmersos. Soluciones que deberán, seguro, ser más enérgicas y resolutivas.

 

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