Los deberes escolares son uno de los tópicos más controvertidos y prolíficos de las últimas décadas dentro del ámbito educativo. El debate, todavía abierto, en torno a la prescripción (o no) de deberes escolares excede las barreras del terreno nacional, ya que son muchos los países que se encuentran inmersos en la búsqueda de respuestas hacia la misma cuestión: ¿Deberes sí o deberes no? Mientras que algunos entienden que prescribir deberes favorece la implicación del estudiantado en su proceso formativo, ayuda al desarrollo de buenos hábitos de estudio y de estrategias que optimizan su propio aprendizaje académico, otros, por el contrario, argumentan que la excesiva cantidad de deberes y su escasa calidad conduce al alumnado a su rechazo, a una progresiva ausencia de implicación escolar y a un creciente incremento de problemas de salud psicológica y física.

En el proceso de realización de los Deberes Escolares tienen cabida tres agentes principales: el alumnado, el profesorado y las familias. Así pues, se han llevado a cabo diferentes estudios dirigidos a analizar: a) qué factores provocan que los deberes escolares se conviertan en una herramienta positiva enfocada a mejorar la autorregulación, el compromiso, el rendimiento académico, la motivación del estudiante, etc.; b) qué modelos de implicación familiar son más adaptativos y positivos en el proceso de realización de estas tareas; y c) qué elementos vinculados con la prescripción y corrección de los deberes por parte del profesorado generan mejores y más importantes resultados, en términos no solo de rendimiento académico, sino también de bienestar, motivación, autorregulación, etc.

Así pues, la clave de los deberes no parece estar tanto en la cantidad de deberes asignados, o en el tiempo invertido en realizarlos, como en la calidad de los deberes y su pertinencia. Los deberes escolares no deberían ser prescritos simplemente por norma, como rutina, o porque asumimos, sin más, que son prácticas necesarias.