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Deciros cosas bonitas

Rita María Fernández García

Publicado el 14/03/2020 16:03

Marzo de 2020, jueves a última hora, con un 4º de la ESO de la pública, en el patio aprovechando los rayos de sol que hace tiempo no veíamos por el norte. Los casi 20 alumnos y alumnas de la clase repartidos por grupos pasándose un frisbee como forma de realizar el calentamiento para los juegos que vendrán después.

Nuestras clases no suelen ser muy silenciosas, pues podemos expresarnos tanto a nivel físico con los movimientos como en las interacciones verbales que todo el alumnado tiene tanto con el resto de compañeros y compañeras como con ellos mismos, pero ese día había algo que “no cuadraba”. Un trío, dos chicas y un chico, se pasaban el frisbee y cada vez se caía al suelo, o se quejaban los unos de los otros y ponían más atención en las cosas que se estaban echando a la cara que en el elemento técnico en sí.

En ese momento, sin saber muy bien qué hacer, me acerco y les digo que son buenos amigos y que no es normal que se traten así, o por lo menos para mí, que la confianza no da derecho a tratar sin respeto a quien nos rodea. Se me ilumina la bombilla y les digo que cada vez que pasen ahora, tendrán que decirle algo bonito a la persona a la que le pasan. Me voy y los dejo así.

De lejos, sigo observando mientras atiendo al resto de grupo y veo como, no solo el frisbee ha dejado de caerse, sino que están trabajando los tres juntos de una forma mucho más armoniosa y tranquila. Me acerco a darles la enhorabuena por los progresos y siguen diciéndose cosas bonitas y constructivas para ellos mismos, tratando de mejorar su relación e incluso pidiéndose perdón por cosas que habían hecho sin saber que les molestaba al de al lado.

Al terminar la clase, y todavía sin salir mucho de mi asombro, empecé a reflexionar sobre lo que había pasado. Había cambiado totalmente la dinámica del grupo, de la relación entre ellos, solo con la frase “deciros cosas bonitas”, que para mí había sido una forma de salir de esa situación en ese momento.

Después, parándome a pensar y reflexionar, creo que he dado con la “Estrella Polar” que guiará mi acción educativa a partir de ahora. Son muchos los autores que hablan de la comunicación en el aula y también de la Educación Emocional, pero también, quienes trabajamos, vemos día a día como el alumnado sigue tratándose mal entre ellos y también con faltas de respeto muy graves hacia el profesorado, llegando esto a haberse convertido en la normalidad de nuestras aulas en el día a día.

Pero, ¿de dónde parte todo esto? ¿Cuál puede ser nuestro punto de partida para empezar a cambiarlo? ¿Tiene solución? Creo que sí, tengo la esperanza de que sí, y parte de nosotros mismos. De cada docente como persona, de cada alumno o alumna como persona y del entorno que nos rodea. De nada nos sirve tener todo el conocimiento técnico y científico del mundo si luego no somos capaces de decir asertivamente aquellas cosas que pensamos y que sentimos, si no somos capaces de tratar con respeto y calma, de trabajar en equipo verdaderamente y de enriquecernos afectivamente gracias a las relaciones que tenemos con el resto de personas.

Está claro que el cambio ha de ser generalizado en la sociedad, es un acto de responsabilidad grupal, pero siempre antes de esta viene la individual.

Desde la educación física como asignatura tenemos la oportunidad de trabajar tantos aspectos del aprendizaje y del comportamiento que a veces se nos olvida que lo más importante es saber relacionarnos y tratar al resto de compañeros y compañeras. Como en la vida, elegir con quién y cómo te relacionas te dará la clave para tu éxito, para tu felicidad, pues se dice que somos la media de las 5 personas (si no contamos a nuestra familia) con las que más tiempo pasamos. Piensa en qué resultados obtienen, en qué invierten su tiempo, cómo se divierten, etc. Y entiende si te sientes reflejado o reflejada y si hay algo que te gustaría cambiar de esto.

Por esto, a través de mis clases procuraré crear espacios de comunicación, de paz, donde la competitividad se quede en un segundo plano, a través de actividades cooperativas en las que cada participante aporte para llegar a conseguir el objetivo necesario. Solo así, cuando todos sumemos, seremos capaces de sentirnos parte del éxito, del trabajo en equipo, de la satisfacción de conseguir objetivos.

Además, comunicaremos nuestros sentimientos y aprenderemos a llegar a ellos a través de actividades de introspección relacionadas con disciplinas físicas y de expresión corporal  e improvisaciones con el fin de sacar “todo lo bonito” que hay dentro de cada uno de nosotros y de nosotras.  

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