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Un departamento para ser

Matilde Soria Soto

Publicado el 28/10/2018 14:10

 

           Si hay quien piense que la vida de un docente es estática, repetitiva y cíclica es porque no ha pasado de los setos del patio de ningún centro educativo. Como docente creo conocer el campo en el que trabajo, controlar, su funcionamiento interno, sus posibilidades y limitaciones. Sin embargo parece que incluso a mí me quedan setos por traspasar y aún me puedo adentrar más en el colegio; una estructura compleja y maravillosa con una casuística tan variada que nunca llega a conocerse del todo.

            Lo que trato de hacer hoy es contar mi experiencia personal en el que ha sido uno de los cambios más notables que he sufrido sin salir nunca del ámbito educativo. Mi llegada al departamento de orientación ha conseguido ejercer en mí un cambio de perspectiva educativa sin necesidad de variar el objeto de estudio, pues sigue siendo el mismo: la educación y los alumnos.

            Es evidente que ciertas cosas han cambiado. Atiendo a un nuevo alumnado, trabajo con otros materiales, tiempos, estándares, indicadores de logro, horarios, ratios, necesidades, intervenciones… sin embargo lo que realmente ha supuesto una apertura única en mí ha sido el ser testigo de cómo el Departamento de Orientación es capaz de articular la estructura de todo un colegio e incidir tan fuertemente en ella. Hablo desde la organización escolar hasta las relaciones personales que en él se desarrollan (que al fin y al cabo es lo que define y diferencia cada centro).

            El Departamento de Orientación tiene por ley, las mismas funciones en todos los centros. Sin embargo en cada uno adopta unas formas distintas, desarrollándose de manera única según el contexto, el alumnado y por supuesto los profesionales presentes. Lo maravilloso es cuando deja de ser un anexo ajeno al desarrollo educativo diario y convertirse en un núcleo potente y necesario que actúa de interconexión entre los distintos elementos educativos que forman un colegio.

            En mi trabajo como maestra de pedagogía terapéutica en la etapa de secundaria veo que, a pesar de que sigue siendo una etapa obligatoria en la que se dan conocimientos generales que ayudan al desarrollo integral de los alumnos, los intereses y problemas de los alumnos cambian sustancialmente. Además la formación y origen del profesorado también es diferente y esto supone, en algunas ocasiones, un hándicap pues se acentúa la distancia entre el claustro, el alumnado, la materia y la colaboración con la familia, hasta llegar a convertirse en un problema significativo donde nadie sabe cómo relacionarse con el otro y todo parece venirse abajo.

            Es decir, nos encontramos con una materia a veces inabordable para muchos alumnos, totalmente despegada de sus intereses y necesidades que establece unos contenidos cada vez más complejos que precisan de un esfuerzo y dedicación mayores. Además nos encontramos también con un profesorado que sufre y se queda de no conseguir llegar al alumnado, tal vez por falta de formación y recursos, tal vez porque la realidad a la que se enfrenta es demasiado compleja. Desgraciadamente no es nada raro ver un claustro de secundaria desanimado, escéptico y falto de esperanza. Por otro lado tenemos a los alumnos, supuestos protagonistas de la educación que, paradójicamente, sienten que son los que menos pintan en el colegio. Con cambios físicos, psicológicos y sociales que les sitúan en una crisis constante, tienen un potencial de acción y motivación insuperable y sin embargo vemos como chocan una y otra vez con el fracaso escolar, el absentismo, la desmotivación o la simple indiferencia.

            Tampoco debemos olvidar a las familias. El primer agente educativo, lleno de conocimientos no formales que quedan grabados a fuego en nuestros alumnos. Algunos de ellos aislados de la educación y vida que sus hijos llevan en el colegio y otros preocupados y desesperados sin saber cómo actuar y sacar lo mejor de su prole para delante.

            Es en estos casos cuando el Departamento de Orientación no solo realiza sus funciones obligadas sino que supone un refugio al que acudir para buscar ayuda, recursos o simple consuelo.

Se establece como campamento base donde cualquiera es bienvenido. Orientación dispone de citas para tratar a los alumnos (ya tengan diagnostico, dificultades en los estudios o simplemente necesiten ser escuchados en un clima de confianza, confidencialidad y respeto). En estas citas se aprovecha en muchas ocasiones para dar técnicas de estudios, crear horarios de trabajo personalizados, aprender a hacer esquemas y resúmenes o contar cuáles son los grandes obstáculos que dificultan el día a día (no sólo académico) del alumno en cuestión. Hay que decir que por supuesto se establecen talleres, charlas y tutorías para poder acercar todo este conocimiento a los alumnos en general, pero aquellos que precisan de una ayuda extra solo tienen que bajar y pedirla. Tanto es así que he visto como alumnos TEA se abrían y desahogaban volcando frustración acumulada como nunca antes en su vida lo habían hecho. También se ha dado el caso de alumnos repetidores, desenganchados de los estudios que explicaban cómo se sentían y pedían ayuda para abordar el curso. Es cierto que para ello se guarda un gran respeto por el alumno y se considera cada caso como único. Por supuesto es necesario bajar y situarse a la altura del alumno para comprender el problema que en ese momento le preocupa, yendo más allá de nuestra visión de adultos o de profesionales como una batería de respuestas y soluciones totalmente inútiles para un adolescente agobiado por otros temas.

Por su parte, los profesores vienen a revisar estándares y metodología concreta para aplicar a su alumnado con necesidades pero acaban sentados explicando cómo se sienten y qué esperan. Comparten mucha información gracias al contacto directo que tienen con los alumnos pues muchas veces en esta etapa olvidamos que la observación directa tiene valor y que no todo queda en el examen.

En cuanto a la organización del colegio llega a poder influir en las ratios, los agrupamientos de los alumnos, el horario, el movimiento del profesorado, la elección de espacios y materiales y por supuesto, el presupuesto. Un equipo directivo competente baja a Orientación para saber aquello que luego viene reflejado en las PGA y en el PEC pero que parece copiado y pegado año tras año sin muchos miramientos. Hablamos del contexto exacto que envuelve al centro, las necesidades concretas a las que se enfrenta el colegio y las características únicas e irrepetibles que aportan sus alumnos. Esta es una información a partir de la cual se toman decisiones que afectarán a todo el centro como pueden ser: talleres o asignaturas a ofertar, temas que trabajar en charlas y escuelas de padres, mobiliario y decoración del centro, metodologías posibles de ser implantadas, excursiones a programar, formación que ofertar al claustro, amenazas que prevenir con educación específica para el alumnado, material que solicitar o fiestas que celebrar. Todo ello puede ir cambiando dado que las personas que configuran el colegio cambian, y el centro debe ser consciente de ello y flexible para poder adaptarse a lo que de verdad es necesario.

Por lo tanto, vemos cómo el Departamento pudiendo ser pequeño, tiene un gran potencial. Físicamente está habilitado como un espacio interdisciplinar ordenado a modo de rincones. En él, vemos la zona de la burocracia con los informes psicopedagógicos, los PTI, los informes de evaluación, actas y demás papeleo. En otra sección están los libros adaptados que en determinadas ocasiones pueden ser muy útiles según para qué asignaturas. También hay un espacio para cuentos y libros, juegos que trabajan la atención, la percepción, la memoria, el trabajo en equipo, la lectura, la discriminación fonética y o visual o el simple divertimento. Hay otra zona dedicada a material para los maestros sobre aspectos a trabajar, desde la motivación, la resolución de conflictos, la sexualidad, la relación con las familias, técnicas de estudio, habilidades sociales, aspectos evolutivos, relajación, dinámicas de aula, trastornos y dificultades… Se deja espacio también para la acogida del que llega. Una mesa en la que se puede trabajar o simplemente hablar y llegar a conocer a la persona que tienes delante. Qué extraño que esté rodeada de flores, colores cálidos y una mesa con lo necesario para preparar té y café al lado.

            Todo este modo de actuar, tener un lugar en el que hay vida más allá de las notas, los estándares, los criterios de evaluación y las fechas límites, que está abierto y preparado para todos, es fundamental en una institución que al fin y al cabo vive para y por las personas. En pocos trabajos importa tanto el quién eres y este estado tiene tanta influencia en los demás. Todos vemos cómo la educación cambia y avanza, aparecen nuevas metodologías y la tecnología se impone. Pero también vemos cómo la persona necesita de otras personas más que nunca. Nuestro pensamiento principal está siempre enredado en las relaciones sociales que mantenemos, con unos y con otros. Por ello parece obvio que el recurso humano es el que más debe cuidarse y sin embargo el que más se deja de lado. No hay tiempo ni lugar para dedicarse a él, para reconfigurarlo, para darle a reinicio o dejar que se actualice. Al contrario, se le pide que funcione al 100% en todo momento.

Queda claro entonces que el Departamento de Orientación tiene su razón de ser. Cualquiera que haya estado en un colegio lo sabe bien. No es algo que pueda elegirse o que sea un extra innovador de los colegios más punteros. Pero como en todo, hay muchas maneras de hacerlo funcionar.

Cuando llegué me costó adaptarme a los nuevos ritmos. Esos que se paran cuando alguien toca la puerta y no es para reforzar matemáticas, ni tampoco para trabajar las funciones ejecutivas. Es cuando se busca deliberadamente cuidar y conocer a las personas que pasan por el centro. Para ello la formación es clave. A riesgo de parecer categórica diría que es junto a la dirección, la sección del colegio que más formada debería estar, pues hay que saber hacer frente a situaciones de lo más variadas contando con el conocimiento, para poder intervenir. También es la sección que debe estar más comprometida, la que debe crear más puentes y saber trabajar en equipo (con el resto de profesores, dirección, familias e instituciones externas). Por lo tanto también se le exige paciencia y humildad. Pero por encima de todo, la marca  del Departamento debe ser la humanidad más absoluta para poder ver a la persona en un grado de valor supremo del que solo pueda desgranarse el respeto y la dedicación.

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