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El desconocimiento del TDAH en las aulas

Mónica Aguilera

Publicado el 27/10/2020 17:10

El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos psiquiátricos infantiles más frecuentes, situándose por encima de otros, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. Su diagnóstico se lleva a cabo en la niñez y habitualmente dura hasta la adultez.

La primera definición científica que se dio de este trastorno fue descrita por el pediatra británico George Still que, en 1902, publicó un artículo en el que describió a un grupo de 43 niños/as que presentaban desafío, comportamiento agresivo, desinhibición, problemas en la atención sostenida y conductas opuestas a las reglas.

Actualmente, la definición del trastorno viene recogida en la 5ª edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) en el cual se indica que el TDAH es un trastorno conductual con bases neurobiológicas que se da tanto en adultos como en niños/as. Las personas que tienen TDAH presentan una alteración neuropsicológica que da lugar a disfunciones en los mecanismos de control ejecutivo que afectan a la atención, la memoria de trabajo, la internalización del lenguaje, los procesos de análisis y síntesis que están relacionados con las tareas de enseñanza-aprendizaje y adaptación escolar, así como la autorregulación de la motivación y el afecto.

El TDAH en el ámbito educativo conlleva principalmente un deterioro funcional en la vida del estudiante que sufre el trastorno a nivel académico, social y lúdico. Pese a la alta prevalencia de este trastorno, nos encontramos ante una realidad social de desconocimiento sobre el mismo. En el propio contexto escolar, los docentes habitualmente no tienen los recursos necesarios para abordar en clase los síntomas del TDAH. Intentan modificarlos con castigos, llamadas de atención en público y restricciones, pero, estas pautas no son exitosas y su frecuente uso ocasiona nuevos problemas, es decir, el alumnado es etiquetado como “niño/a problema” y esto afecta aún más a las dificultades académicas, interpersonales y emocionales.

Por todo ello, resulta de vital importancia desarrollar y gestionar apropiadamente una formación continua y permanente de calidad con la finalidad de que el profesorado pueda adquirir los conocimientos precisos para responder adecuadamente a las dificultades y necesidades individuales que pueda presentar el alumnado.

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