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El estudio de la Historia en el siglo XXI: Hacia una mirada crítica sobre la enseñanza actual

Gina Barichello

Publicado el 30/03/2022 22:03

historia

Actualmente las asignaturas de humanidades están cada vez más desatendidas en una sociedad que prioriza la utilidad de sus conocimientos. La juventud se redirecciona con fuerza hacia una enseñanza más practica para el día a día. No obstante, la historia, así como la filosofía, es una asignatura que si bien no está valorada en nuestro entorno por no poseer unas sólidas salidas laborales se encuentra en una de las más apreciadas y relevantes disciplinas para fortalecer nuestra identidad humana, comprender lo que nos rodea y cómo y cuánto ha evolucionado nuestra civilización y, por lo tanto, potenciar el pensamiento crítico de los jóvenes. En otros términos, amurallar la capacidad para poseer una opinión propia sobre acontecimientos o procesos históricos y poder defender con argumentos lógicos las ideas que valore. La aptitud de confeccionar pensamientos y reflexionar sobre ellos para así, crear un criterio, no permitirá a nadie coaccionar, ni manipular al sujeto que coseche dichas habilidades. De esta manera, las personas serán libres que, a fin de cuentas, es el propósito y la razón de ser y existir de la misma educación.

El conocimiento histórico resulta esencial en la formación académica, tanto es así, que ayuda al adolescente a ser conocedor de cómo se enfrentaron los individuos en el pasado ante las adversidades ocasionadas y las herramientas empleadas para solventar la disputa. El estudio de la materia histórica es indispensable para preparar a los jóvenes a convivir en sociedad, debido a que proporciona el entendimiento acera del progreso de los seres humanos y del mundo que los envuelve. A través del desarrollo del análisis de información pueden aprender las conductas erróneas discerniendo del mal y del bien. De esta manera, pueden vislumbrar las consecuencias de las ideologías y las diversas estructuras de pensamiento, tal como de los actos. En virtud de que los relatos revelan cómo funcionan las sociedades, la conducta de las personas, planteando situaciones en tiempo y lugar sobre el entendimiento humano. Además, es un testigo de cómo evolucionamos con civilización, las costumbres, tradiciones que vamos dejando atrás, ahondando en nuestras raíces para conocer nuestra identidad y comprender nuestro yo de ahora, nuestra realidad actual.

En el nacimiento del siglo XX presenciamos una basta aceleración de la armonía vital de nuestra sociedad, civilización apresurada a cumplir las definiciones de una globalización que acelera el ritmo de vida creando nuevas formas de comunicación. Hemos entrado en una época llena de cambios y de nuevas maneras de vivir y, por lo tanto, de pensar. Siendo la tecnología la herramienta por antonomasia que nos proporciona conocimiento. El historiador por ello, no ha de narrar únicamente, sino pensar, asimismo reflexionar sobre el contexto, las causas y consecuencias adaptándose a las nuevas maneras que tiene un adolescente de ver el mundo y ser conocedor de él. Asimismo, mirar el presente al mismo tiempo que voltea la mirada hacia atrás ojeando el posible futuro. Los profesores de dicha materia han de hacer lo mismo, han de enseñar a interpretar a través de las narraciones. Por esta misma razón, el conocimiento histórico se basa en construcciones hipotéticas a raíz de procesos imaginativos, siendo la argamasa de la construcción, el engranaje del relato histórico.

Sin embargo, para ensanchar la imaginación se ha de concebir un ambiente rico desde muy temprana edad para crear mayores conexiones, dando lugar a un aprendizaje mucho mas rápido, eficaz y significativo[1]. Debido a que, el entorno confecciona la manera de como el cerebro construirá su manera de pensar a través de los estímulos que nos llegan. El cerebro se halla en constante escanear de lo que nos rodea y se encuentra en una incesante búsqueda de estímulos fortuitos. En vista de ello, nuestro instinto de supervivencia se activa y pone toda su atención para preparar una reacción. Pero, de manera contraria, si son predecibles o repetitivos, el interés se pierde, se reduce la atención y se cae en la decadencia de la enseñanza en donde no se mejora el aprendizaje[2].

Para aportar esta herramienta tan valiosa las clases debe de ser dinámica, activas donde los estímulos sean frescos con una base conocida para que puedan relacionarlo y activen la memoria en todo el proceso de estudio. Igualmente, al docente le debe de apasionar la materia para contagiar la vitalidad por el aprendizaje hacia esa materia. Por ello, los acontecimientos que se vayan explicando en clase deben de tener un soporte de alta calidad visual y/o auditivo. Además, la participación a través de preguntas que provoquen a la reflexión es meramente relevante para llegar al objetivo y al leitmotiv de la cuestión. El profesor debe de trabajar de una manera activa orientando el aprendizaje dejando de ser un mero transmisor a través de un método heurístico, que el alumno descubra por si solo la verdad y se pregunte sobre ella

 

BIBLIOGRAFIA

 

[1] Vigotsky, L. S. (2003). La imaginación y el arte en la infancia (Vol. 87). Ediciones Akal.

[2] Wood, D. (2000). Cómo piensan y aprenden los niños: contextos sociales del desarrollo cognoscitivo. Siglo XXI.

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