Imagen generica
¿Aún no estás registrado?
Regístrate ahora, son 2 minutos

Gestión emocional y “soft skills” a través de las emociones

Mabel Amado Aguado

Publicado el 04/04/2019 16:04

Nadie duda de la necesidad de preparar y mejorar las “hard skills”, aquellas habilidades duras inherentes a nuestros conocimientos formativos y a la especialización laboral. Éstas son fácilmente cuantificables: estudios, idiomas y tecnología. Los alumnos las trabajan en clase diariamente, en casa sentados ante el escritorio, en la biblioteca… Pero ¿qué ocurre con las “soft skills”, esas otras habilidades denominadas blandas o interpersonales, cada vez más exigidas en el mundo laboral, difícilmente cuantificables y que no se pueden aprender en los libros?

Esas competencias son las que marcarán la diferencia entre un aspirante y otro, ya que determinarán la manera en que trabajará y cómo se orientará a la hora de hacer frente a los problemas. Entonces, ¿cómo convertir a los futuros trabajadores en personas resilientes, empáticas o proactivas? ¿Cómo fomentar el trabajo en equipo, las dotes de liderazgo, las habilidades comunicativas, la adaptabilidad, la automotivación, la persuasión, la tolerancia...? ¿Y todo ello desde la escuela? Sin duda, con la educación emocional.

No en vano, numerosos estudios han concluido que el Cociente Intelectual tan solo predice un 20% del éxito profesional, mientras que el otro 80% viene determinado por la Inteligencia Emocional. Por ello, si un alumno con un CI alto es incapaz de gestionar su ira, posteriormente no se convertirá en un jefe o empleado flexible, con habilidades argumentativas, liderazgo o tolerante al estrés. Si ante un fracaso se hunde, no será un trabajador resiliente, resolutivo ni motivado por muy brillante que resulte en los test de inteligencia. Si no es capaz de escuchar y comprender a los demás tampoco desarrollará empatía ni será asertivo y se perderá muchas oportunidades de crecer como persona. Si ante una crítica se bloquea no tendrá la ocasión de poner en práctica la persuasión, la creatividad y la proactividad. Estas son solo algunas de las habilidades blandas o “soft skills” más demandadas en el mundo laboral y necesarias para desarrollar talento.

Reinventarse de 10 a 15 veces en la vida laboral

Y aunque las “habilidades blandas” no se aprenden, al contrario que las “duras”, sí que se pueden entrenar en el aula. Como educadores comprometidos con el futuro debemos ayudar a los alumnos a gestionar sus emociones. Y no solo para mejorar el ambiente y la convivencia en el aula. Nuestro objetivo debe ser conseguir que, tras su paso por el colegio o el instituto, los alumnos también destaquen en esas otras competencias interpersonales y sociales tan importantes para su futuro desempeño profesional. Pues no podemos obviar que, según las previsiones, tendrán que reinventarse entre 10 y 15 veces a lo largo de su vida laboral, lo que les exigirá dosis de flexibilidad, adaptabilidad, polivalencia…

Pero ¿cómo podemos conseguirlo? Para empezar, es prioritario que los alumnos pongan nombre a los estados emocionales por los que pasan, que los reconozcan tanto en ellos como en los demás y que sean capaces de expresar lo que sienten. Dependiendo de la edad podremos utilizar desde el storytelling a los juegos de rol, pasando por las “cajas de emociones”, los “diccionarios emocionales”, la música o el dibujo. Son muchas las dinámicas que nos permiten trabajar las emociones y que ayudarán a los alumnos a conectar con sus estados de ánimo, a identificar, comprender y regular sus propias emociones y las de los demás, así como, a motivarse y manejar adecuadamente las relaciones con sus compañeros.

Una vez que sean capaces de gestionar esas emociones, una vez que se han convertido en personas emocionalmente competentes, ya está realizada la parte más difícil del camino. Tras ese primer análisis de autoconocimiento, tras ser conscientes de qué les enfada, les pone nerviosos, les estresa o, en el polo opuesto, lo que les ayuda a crecer, habrán podido interiorizar cuáles son sus puntos fuertes y cuáles los débiles para, así, destacar los primeros y mejorar los segundos.

A partir de ese momento, y con la ayuda de las programaciones didácticas, se podrán fomentar las “soft skills”, esas habilidades que se nutren de las propias emociones: asertividad, empatía, creatividad, habilidades comunicativas, automotivación, paciencia, flexibilidad y adaptabilidad, persuasión, capacidad resolutiva, gestión del tiempo, tolerancia al estrés, pensamiento crítico, responsabilidad…

Son numerosas, como también son numerosos los recursos que nos pueden ayudar a trabajar esas habilidades en el aula. Por ejemplo, grupos de debate para fomentar las habilidades comunicativas, la persuasión y el pensamiento crítico; el microaprendizaje y la gamificación para el trabajo en equipo, el liderazgo, la gestión del tiempo, la responsabilidad y la paciencia; role playing y simulaciones para la empatía y la gestión de situaciones conflictivas; las actividades de voluntariado o acción social para el respeto y la responsabilidad; el crowfunding para la iniciativa, el emprendimiento y la creatividad…

Fomentando estas poderosas habilidades interpersonales no solo ayudamos a los alumnos en el aquí y el ahora, sino que también les proyectamos hacia un pleno desarrollo profesional. No hay duda de que vivirán el cambio del paradigma laboral, pues es probable, como afirman expertos del Foro Económico Mundial, que el 65% de los alumnos actuales de Primaria trabaje en profesiones que aún no existen y utilice herramientas que todavía no se han diseñado.

2
“¿Te ha parecido interesante este artículo? ¡Dale a me gusta!