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La institución educativa más valiosa de la sociedad

Natalia VENTOLA LOPEZ

Publicado el 31/03/2020 20:03

Siempre ha existido un claro debate sobre el papel de las instituciones educativas y las responsabilidades que deben desempeñar en el ejercicio educativo para conseguir una educación de calidad. Si algo parece claro, es que siempre ha sido un tema muy controvertido.

En los tiempos difíciles que corren, desde mi punto de vista, me veo obligada a hacer una necesaria reflexión. Se trata sobre la institución educativa más valiosa, la más desinteresada y generosa de nuestra sociedad. Ellos decidieron ser nuestra institución no porque fuera su profesión, sino por su mera vocación personal que hizo que nosotros los eligiéramos como tal.

Ellos fueron quienes construyeron ese pasado, esa memoria histórica que se creó en nuestras tierras y en nuestra gente. Esas experiencias que ellos mismos nos relataban con paciencia y detalle. De todas aquellas vivencias únicas, siempre aprendíamos algo nuevo como, por ejemplo, qué era ser valiente, y que a veces en la vida la valentía es una obligación.

Si algo debíamos tener claro, es que todas esas historias que nos contaban, al rescatarlas de la desmemoria, nos rescatábamos a nosotros mismos, nuestra propia identidad.

Con ellos aprendimos que entre la siembra y la cosecha se necesitan lluvias, abonos y paciencia. Y que, junto con la paciencia, el sacrificio no era ni es opcional.

 

Otros aprendizajes que adquirimos fueron el querer y respetar a todos los seres vivos, además de comprender que este no es un mundo que nos pertenece, más bien, estamos de paso.

Actualmente, se requiere de una intensa preparación por parte del profesorado para poder poner en práctica la creatividad de los alumnos, se dice incluso que los docentes deben sentirse capaces de asumir riesgos.

Pues bien, ellos sí que serían los Big Thinkers de su época. Con ellos aprendimos que, si las circunstancias cambiaban, afrontar y buscar nuevas soluciones era una asignatura obligatoria. ¿O acaso no nos acordamos de cuando ciertos alimentos escaseaban, cambiaban patatas por trigo? Y por supuesto, ellos nunca nos dieron opción a rendirnos ante cualquier adversidad, la perseverancia y la tolerancia hacia nuevos retos formaba parte de su incalculable herencia.

Ni el mejor profesor de Lengua Castellana podría habernos enseñado toda esa variedad de refranes con significados tan encriptados, que más tarde nos explicaban.

Como, por ejemplo: a palabras necias, oídos sordos; a caballo regalado no le mires el diente o antes se coge a un mentiroso que, a un cojo, entre otros.

Todos esos proverbios nos hicieron reflexionar sobre la importancia de ser crítico con la información que recibíamos de otros, de ser agradecido o incluso el valor de ser honesto, contigo mismo y con los demás.

Al mismo tiempo, siempre tuvieron una tradicional manera de introducirnos al mundo matemático, escasas veces algo tan tradicional nos ha gratificado tanto.

 

Todavía recuerdo el nombre a ese modelo llamado paga. Cada semana recibías una cierta cantidad de dinero, la cual contabas al detalle, para luego decidir en qué la ibas a gastar. Años más tarde, fuimos conscientes de la oportunidad que se nos había brindado. Simplemente una manera autodidacta de aprender las consecuencias de gastar, ahorrar, invertir e incluso compartir. Con el tiempo, nos dimos cuenta que este último valor nos regalaba momentos que ni todas las pagas del mundo serían capaces de compensar.

Todas estas lecciones que aprendimos y que podríamos asociar a Matemáticas o a Historia entre otras, fueron a través de un estilo de enseñanza no formal.

Me gustaría dedicar este texto a todas esas instituciones educativas, que, en este caso, disponen de siete preciosas letras.

ABUELOS

Gracias a vosotros, aprendimos a valorar nuestro presente, a adquirir valores y aprendizajes que ya son intrínsecos en nuestra persona y lo más bonito de todo, lo hicisteis de manera incondicional.

En realidad, nuestros abuelos además de una institución educativa, fueron y serán nuestros héroes del silencio y si algo tengo claro, es que a pesar de que muchos de ellos ya sean invisibles, siempre vamos a ser capaces de sentirles cerca, pero sobre todo seremos parte de su esencia.

Y refiriéndome a los héroes del silencio, ahora entiendo el valor del silencio y de los actos invisibles, los verdaderamente esenciales en la vida.

Por eso hoy mi gratitud y aplauso infinito es en forma de 845 palabras que a pesar de no cambiar nada, he podido dedicar un poco de tiempo para detenerme a reflexionar sobre lo que mi propia institución educativa me ha aportado.

Quizás hoy es un buen día para pausar todas nuestras preocupaciones y responsabilidades, para entender que nuestros abuelos fueron la institución educativa no formal más innovadora que pudiera o pueda existir. Una institución como tantas, que enseñó valores, principios y expresiones culturales.

Me gustaría concluir con una de las frases con más significado educativo que ellos nos dijeron alguna vez. No es cuestión de que cualquier tiempo pasado sea mejor, sino de cómo mirar al pasado puede ayudar a construir un futuro mejor.

 

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