Uno  de cada cien niños nacidos está afectado de autismo, los Trastornos del Espectro Autista (TEA) no son considerados una enfermedad, en el sentido que pudiera o no tenerse, sino un conjunto de síntomas o alteraciones específicas en una serie de áreas del desarrollo (interacción social, comunicación, anticipación y flexibilidad, simbolización) que se observan en algunas personas y que no son explicables desde su retraso en el desarrollo.

Uno de los principales problemas que suelen padecer el alumnado autista consiste en su dificultad en la socialización. Algunas de estas personas manifiestan poco interés por otras, otros lo hacen en ocasiones solo para satisfacer sus necesidades personales y cuando realmente desean establecer relaciones sociales tienen dificultades para ello:

• Suelen presentar temas de interés restringidos y reducidos.
• Tienen falta de empatía con los demás.
• Les cuesta adaptarse a su interlocutor.
• No entienden bien las normas sociales y tampoco comprenden la comunicación no verbal, por lo que las interacciones sociales se vuelven muy complicadas.

Adentrándonos en el problema de socialización, es evidente que las dificultades de desarrollo que sufren estos individuos en el campo social se extienden y afectan a su aprendizaje y a su comportamiento, a todos los niveles.

Esto no implica un fracaso en el aprendizaje de la sociabilidad, sino que el déficit de su desarrollo social limitan las transiciones sociales donde los niños y niñas negocian habitualmente su comprensión con el mundo. Además, con los aprendizajes sociales los sujetos aprenden a inscribirse en células sociales, empiezan por los tipo madre-hijo/a, familia, escuela, grupos de iguales y la comunidad. Todas estas relaciones sociales posibilitan ocasiones que favorecen el desarrollo social.

El enfoque que generalmente se utiliza en atención temprana en TEA se centra en tres aspectos básicos:

• Niño.
• Familia.
• Entorno. 

Pero actualmente, se están estableciendo diferente tipos de intervenciones para mejorar esta competencia en el alumnado con autismo, como es el caso de unos centros educativos de Madrid que están llevando a cabo una acción preciosa juntando a los perros a los niños autistas con el fin de mejorar su lectura. Como podemos leer en la web de la agencia EFE: El objetivo de esta actividad, que finalizará en junio, es favorecer las habilidades lectoras de los escolares con necesidades educativas especiales, dificultades de aprendizaje o dificultades socioemocionales que necesitan apoyo, según ha apuntado el Consistorio en un comunicado.

El éxito de este programa radica en el vínculo emocional que se forja entre el niño y el perro. Los niños convierten la lectura en un juego ya que se tumban con el perro, le suelen leer en voz alta, como estos perros están entrenados tienden a escucharlos en un estado tranquilo lo que les trasmite a los niños una gran relajación y seguridad en sí mismos. 

Este vínculo emocional puede establecerse gracias al contagio emocional, “este proceso relacionado con la empatía consiste en la tendencia a ‘tomar’ las emociones de otras personas, lo que Hatfield denomina ‘empatía primitiva’. Podemos, de forma involuntaria, tomar las emociones de otros, aun sin conciencia de empatía o reconocimiento emocional.” (Ruggieri, V.)

Como cada niño tendrá unas necesidades particulares el equipo directivo antes de comenzar la actividad deberá plantear unos objetivos para cada alumnado, con el fin de lograr reforzar en el alumnado las interacciones sociales.

Es importante como docentes tener una educación actualizada en intervención psicoeducativa con alumnado autista para dar respuesta a todo el alumnado que podamos tener en nuestras aulas. Pues es un colectivo que tiene unas necesidades diferenciadas del resto del alumno y para conseguir alcanzar el ideal de escuela inclusiva debemos de ser capaces de incluir a este alumnado dentro de las aulas, contando con el apoyo docente que requiera.