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La animación a la Lectura en la familia

MARIA TERESA FERNANDEZ GALLEGO

Publicado el 07/08/2013 17:08

Los hijos olvidarán que hayamos mantenido la casa siempre limpia, pero en cambio recordarán siempre que les leíamos cuentos” (Betty Hinman). "Vivíamos en un pueblo en el que con frecuencia se interrumpía la energía eléctrica por la noche, lo que era el suceso más emocionante, pues equivalía a que se suspendieran todas las rutinas; nos reuníamos con mamá, quien nos contaba, alrededor de una vela, leyendas y anécdotas de la vida ferroviaria, pues mi padre fue jefe de muchas estaciones del Ferrocarril de Antioquia y cada estación tenía su propia historia.

Los relatos que más nos gustaban eran precisamente los de espantos, y el ambiente no podía ser más propicio. Además de estos momentos mágicos, papá escogía algunos ratos para leernos cuentos. Lo hacía de tal manera que cuando consideraba que ya era hora de irnos a dormir, terminaba una sesión en un punto crítico de la trama, dejándonos a todos en gran suspense, de tal suerte que la expectativa sobre lo que iría a pasar quedaba viva para el día siguiente, como en las radionovelas, ¡ni más ni menos! Otro encuentro memorable fue el día que llegó a la casa una caja de madera herméticamente sellada. Al preguntar por su contenido, me dijeron que era El tesoro de la juventud. Mi decepción fue grande cuando sólo vi 20 libros. Yo me imaginaba un tesoro, en sentido literal. Pero cuando papá empezó a leernos su contenido –Las fábulas de Esopo, Alicia en el País de las Maravillas, las historias de las batallas más famosas, los relatos de exploradores y pioneros-, ahí sí nos dimos cuenta de que realmente era un tesoro. Lo grandioso es que se reviven muchos de esos relatos como si fuera una película. Uno puede jurar que a Julio Verne lo conoció, lo vio en el cine o en la televisión, cuando la realidad es que, gracias a esos momentos luminosos, ésa y muchas otras leyendas fueron incorporadas mediante la escucha. Con esta experiencia cobra toda su fuerza aquello de que “la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos, además de buenos hábitos, son buenos recuerdos”. Y fueron esas primeras experiencias las que me han permitido mantener un estrecho vínculo con los libros; ellos hacen parte, de manera natural, de mi vida cotidiana. Claro que hay algunos libros que nos afectan más que otros.

En mi caso, la biografía de Albert Schweitzer fue definitiva para elegir profesión. Me impactó su enorme capacidad de trabajo y entrega y lo multifacético de su vida (médico, filósofo, compositor) y cómo empleó todo ello para los desposeídos del África. Cuando uno recuerda lo que él hizo, ¡se reconcilia otra vez con el género humano!". (Charla de la profesora Miriam Núñez en septiembre de 2007). Tradicionalmente, se ha entendido la lectura como un hábito que queda relegado al terreno escolar, ya que es el profesorado el que se debe encargar en la escuela de desarrollar el hábito de la lectura. Sin embargo, en la actualidad, ya está extendido y comprobado que es en el seno familiar donde se despierta el primer acercamiento a la lectura y a los cuentos. En este sentido, es tarea de los padres llevar a cabo la tarea de educadores. Los padres son los primeros educadores y los que más influencia tienen sobre sus hijos. Se debe hablar de una educación temprana de los hijos en la que se conozcan las leyes del desarrollo y del crecimiento, para permitir a los padres ofrecer los estímulos adecuados a los niños y niñas en cada etapa desde su más tierna infancia. La pediatra italiana María Montessori fue la que asentó las bases de la educación temprana durante el primer tercio del siglo XX. Sus exhaustivas y revolucionarias investigaciones sobre educación demostraron que los seis primeros años de vida son una etapa fundamental para la educación y que los sentidos juegan un papel esencial para todo el proceso de aprendizaje. Se hace necesario en este punto citar a Glenn Doman, un fisioterapeuta americano que apostó por adecuar con enorme éxito los principios de la educación temprana a las necesidades de los niños discapacitados, para ocuparse después de los niños sin discapacidades. Al músico japonés Suzuki, que elaboró el famoso método musical a través del cual cualquier niño o niña puede aprender a tocar un instrumento desde los tres años, o a Rachel Cohen, inspectora del Ministerio de Educación francés, quien difundió con sus libros la idea de que no era necesario esperar a los seis años de edad para iniciar a los niños y niñas en el aprendizaje de la lectura.

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