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No soy un 7

Jonhy Perzes Setubal

Publicado el 20/12/2018 16:12

Esta semana comienzan las vacaciones navideñas, aunque eso también significa que es la semana de las notas. Este tipo de actos en el que los padres reciben una hoja de calificaciones de las distintas asignaturas en las que indican el grado de aprendizaje y conocimientos adquiridos en esa materia, es también un momento de reflexión para los docentes y expertos en educación. ¿Es realmente esta una manera adecuada de evaluar el proceso de enseñanza-aprendizaje?

Hasta el momento, la evaluación se realiza por medio principalmente de un examen en el que el alumnado debe demostrar que ha adquirido los conocimientos necesarios sobre una serie de preguntas planteadas por el docente. Este tipo de práctica ha sido muy criticado por muchos expertos en materia de educación, como por ejemplo María Acaso, la cual definió ese tipo de práctica educativa como “educación bulímica”, es decir aquella educación que atiborra de contenidos al alumnado para que posteriormente los “vomite” en un examen. Esto hace que ese aprendizaje no sea efectivo porque el alumnado con el paso de los días olvide todo aquello que ha aprendido y por lo tanto el aprendizaje no sea significativo. 

Pero la evaluación no se queda únicamente aquí, la evaluación y sobre todo las notas obtenidas en las distintas asignaturas hace que finalmente nos decidamos a ir por un camino o por otro. Puede que por ejemplo mi pasión sea la biología, pero que mis notas en matemáticas no sean sobresalientes, al contrario que con mis notas obtenidas en idiomas. Esto puede ocasionar que finalmente me decante por hacer una carrera relacionada con los idiomas y deje de lado mi pasión por la biología. 

Por supuesto que la evaluación es necesaria, pero no los exámenes estandarizados, ya que ellos crean competitividad entre el alumnado y puede llegar a desmotivar. Y es que este tipo de evaluación valora más la memorización mecánica que el conocimiento real del alumnado sobre esa materia, y tampoco tiene en cuenta las necesidades particulares de cada uno ni el avance real que ha tenido a lo largo del trimestre o del curso escolar. 

Son muchos los centros escolares que cada día se suman a crear una alternativa a este tipo de evaluación tradicional. Se trata de una serie de metodologías en los que además de ser un indicador del progreso del alumnado, lleva al alumnado a una reflexión personal sobre su propio avance, de esta forma, evitará compararse con el resto de sus compañeros viendo quién ha obtenido mejor o peor nota y será consciente de su propio avance y de los nuevos contenidos que ha aprendido. 

Hace unos meses vi un vídeo titulado “No soy un 7” que creo que refleja muy bien esta situación. Se trata de una charla ofrecida por Sofía Camussi en la que analiza las consecuencias de una evaluación numérica. Un vídeo, sin duda, para reflexionar.

 

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