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Bullying en el ámbito escolar: Causas y consecuencias de esta problemática

asiermolleda2000

Publicado el 08/10/2020 21:10

El bullying es un tema de interés general debido a la inquietud que llega a generar, tanto en la persona que lo sufre como en su entorno. La palabra bullying es una palabra proveniente de la lengua inglesa que es empleada para hacer alusión al acoso entre iguales. Asimismo, según Castro y Musalem (2014) “el bullying es una dinámica de maltrato sistemática que ocurre entre iguales de manera persistente. Es considerado un problema de salud pública debido a su prevalencia y las consecuencias que tiene en todos sus participantes: en los agresores, en las víctimas, en los espectadores, en los padres y familias, en la comunidad escolar y en la sociedad en general”. Este puede ejecutarse de diversas formas, como son el maltrato físico, el maltrato verbal, la exclusión social y el abuso sexual, por lo que se concluye que el bullying es el abuso de poder que una persona o personas ejercen sobre otra (García, Pérez y Nebot, 2010). Por otro lado, se encuentra el ciberbullying, el cual consiste en un tipo de maltrato reiterativo, causado por una o varias personas, a un sujeto mediante el uso de dispositivos electrónicos (Smith, Mahdavi, Carvalho, Fisher, Russell y Tippett, 2008). Cabe mencionar incluso que según, Fernandez-Montalvo, Peñalva e Irazabal (2015), el ciberbullying es un tipo de acoso que está aumentando con el transcurso de los años.

En un estudio transversal que se realizó a 2727 estudiantes de secundaria, en el que se utilizó la encuesta FRESC, investigaron qué causas o factores son los que hay que tener en cuenta de cara a un caso de bullying. Dicho estudio concluyó que los factores a tener en cuenta ante una situación de bullying son; la edad, el sexo, los factores familiares, el consumo de sustancias adictivas, el nivel socioeconómico del alumno, las actividades de ocio nocturnas, las actividades extraescolares, el estado de ánimo, la conducta violenta y la conducta antisocial (García, Pérez y Nebot, 2010).

Respecto a la edad, el bullying es un cometido que se da con mayor frecuencia en edades tempranas. En el estudio anteriormente mencionado, además de encontrar datos estadísticamente significativos, esta concepción fue respaldada cuando descubrieron que el curso de secundaria en el que se dieron más casos de bullying, fue el de 2º de la ESO. En dicho curso la prevalencia de bullying era de un 16.3% mientras que en el último curso (4º de la ESO), la prevalencia fue de 9.7% (García, Pérez y Nebot, 2010). Otras investigaciones, realizadas por Albores-Gallo, Sauceda-García, Ruiz-Velasco y Roque-Santiago (2011), avalaron con datos empíricos que, a mayor edad, son menos los casos de bullying. Tras realizar un estudio transversal y comparativo a 1092 niños, a los cuales se les pasó el Test Bull-S, se encontró que en primaria el bullying se da en un 24.2%, mientras que en la ESO la cifra baja 10 puntos, quedándose ésta en un 13.6%. Y, por último, cabe mencionar también que en los casos de ciberbullying el patrón es el mismo, es decir, es mayor en edades tempranas que en edades avanzadas (Ortega-Barón, Buelga y Cava, 2016).

En correspondencia al sexo, se abren dos frentes; los casos de acoso manifiesto y los casos de acoso encubierto, los cuales guardan a su vez una estrecha relación con el tipo de acoso, es decir, el bullying o el ciberbullying. En los chicos es más frecuente el acoso manifiesto, el cual se caracteriza por la agresión tanto física como verbal, en cambio en las chicas, es más habitual el acoso encubierto. Este último consiste en aislar, ignorar, ridiculizar y humillar, entre otras cosas, a la víctima (Garaigordobil y Aliri, 2013). Por otra parte, refiriéndonos al sexo, nos encontramos un mayor número de víctimas masculinas que femeninas en lo que respecta al bullying (García, Pérez y Nebot, 2010). Pero, si se hace referencia al ciberbullying son más las víctimas femeninas (Garaigordobil y Aliri, 2013). Aunque, una investigación llevada a cabo por, Durán y Martínez-Pecino (2015), encontraron que, en situaciones de noviazgo heterosexual, los hombres reconocían ser tanto agresores como víctimas de ciberacoso, hacía y por sus parejas. Por lo que se puede concluir que en el bullying hay una clara distinción sobre el sexo de la persona victimizada, siendo en este primer caso los chicos los más afectados, pero en los casos ciberbullying, las víctimas son un tanto relativas, pudiendo ser estas de ambos sexos, dependiendo de múltiples los factores que pudiesen llegar a intervenir.

Todos los factores anteriormente mencionados influyen en la aparición del bullying, pero, ¿cuáles son las consecuencias que traen consigo?

Entre las muchas consecuencias que el bullying puede llegar a causar sobre la persona se encuentran las siguientes; los problemas psicopatológicos; como los trastornos alimenticios (García, Pérez y Nebot, 2010), problemas psiquiátricos; como la depresión, la ansiedad, la conducta oposicional, el TDAH, y trastornos somáticos (Albores-Gallo, Sauceda-García, Ruiz-Velasco y Roque-Santiago (2011), problemas psicológicos posteriores; como el trastorno bipolar, los trastornos de conducta y el abuso de sustancias, además de trastornos de pánico, trastornos de personalidad e ideas y conductas suicidas (Antila, Arola, Hakko, Riala, Riinpinen y Kantojärvi, 2017), el descenso académico, la sensación de soledad y una mala percepción de las amistades (Ortega-Barón, Buelga y Cava, 2016), y la fobia social (Cheng-Fang, Tai-Ling, Chih-Hung, Yu-Yu y Chung-Ping, 2014).

 Debido a que las consecuencias más frecuentes y que más repercusión tienen son la depresión y la ansiedad, se enfatizará más a fondo sobre ellas.

En lo que corresponde a la depresión, una investigación desarrollada por Palomares-Ruiz, Oteiza-Nascimiento, Toldos, Serrano-Marugán y Martín-Babarro (2019), evidenciaron que, si una persona es acosada o sufre cualquier tipo de bullying, esta tiene mayor predisposición o mayor probabilidad de tener depresión, en comparación con una persona que no lo ha sufrido. Además, añaden la importancia del apoyo social, diciendo que las personas victimizadas en los casos de bullying o ciberbullying, si no tienen un apoyo social sobre el cual respaldarse, la probabilidad de tener depresión aumenta significativamente, que las personas que sí tienen un apoyo social. Estas últimas también pueden llegar a sufrir depresión, pero la probabilidad en comparación con el primer grupo, es menor. Otra investigación llevada a cabo con una muestra de 289 niños en Perú, mostró que 59 de ellos tenían depresión a causa del bullying. Entre los 59 niños que sufrían de depresión, un 4.5% tenía depresión grave y un 0.7% tenía depresión extrema (Sandoval-Ato, Vilela-Estrada, Mejia y Caballero, 2017). Por otra parte, otra investigación realizada por Klomek, et al., (2019), encontraron una correlación positiva entre la victimización y la depresión.

Y respecto a la ansiedad, una investigación en la que participaron 1190 personas, de las cuales 599 eran chicos y 591 chicas, se quiso responder a la pregunta ¿Qué sujeto involucrado, o no involucrado, sufriría de un mayor nivel de ansiedad? Los participantes eran estudiantes tanto de primaria como de secundaria de 11 colegios públicos de México. Para poder dar una respuesta a la pregunta se les pasó a los estudiantes dos tests, el primero para medir el bullying y el segundo para evaluar el nivel de ansiedad. Para llevar a cabo la investigación se crearon diferentes grupos para categorizar a los estudiantes, entre dichos grupos se encontraban, las víctimas, los agresores, y las personas no involucradas en el acoso, es decir, personas que sabían que se estaba dando una situación de acoso pero que no intervinieron en ello. Una vez habiéndose realizado los tests, y habiéndose realizado su posterior análisis se concluyó que las personas que eran víctimas de acoso sufrían de un mayor nivel de ansiedad que los agresores o que las personas no involucradas. Además, en dicha investigación se encontró una relación positiva entre ansiedad y descenso académico (Mendoza, Rojas y Barrera, 2017). Asimismo, una investigación que quiso estudiar por primera vez la ansiedad en minorías sexuales, es decir, en homosexuales, encontró que, en dicho colectivo debido a la discriminación sufrida por su orientación sexual, los sujetos mostraban más ansiedad que las víctimas heterosexuales (Jones, Robinson, Oginni, Rahman y Rimes, 2017).

Por último, y a pesar de no ser una consecuencia que siempre se da, nos encontrábamos con las ideas y conducta suicidas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019), el bullying es la primera causa de suicidio entre adolescentes, sobre todo en el rango de edad que oscila entre los 13-15 años. Además, Klomek, et al., (2019), postulan que la relación existente entre las ideas y conducta suicida es muy compleja y depende del tipo de victimización que sufra la víctima. Asimismo, evidencian su complejidad debido a los factores ambientales, en los cuales el sujeto vive, y a los factores biológicos.

Por otra parte, y dejando de lado las consecuencias, varios estudios avalan que una persona que ha sido víctima de bullying, puede pasar a ser agresor del mismo. Una investigación llevada a cabo por Jennings, Piquero y Reingle (2012), realizó un metaanálisis que demostró que de 37 personas que sufrieron bullying 31 de las mismas mostraban una relación significativa entre victimización y ofensa, las 6 restantes no. Por otra parte, un estudio longitudinal realizado con una muestra de 3660 alumnos de secundaria postuló que, en las personas que sufrieron una experiencia de bullying, incrementó la posibilidad de realizarlo. Los datos no fueron del todo significativos porque no todas las personas que sufrieron bullying mostraban dicha conducta por lo que se tuvo que tener en cuenta los factores personales de cada persona para así poder determinar patrones que llevasen a la que una fue víctima a convertirse en agresor (Choi y Park, 2018).

En suma, se puede decir que son varios los factores que intervienen en la aparición del bullying, siendo la edad y el sexo, los más recurridos, pero no por ello se ha de relegar a los otros factores, también importantes y determinantes, como el ambiente familiar y el consumo de sustancias. Dentro las consecuencias, nos encontramos ante secuelas psicológicas y secuelas psiquiátricas, como pueden ser la depresión, la ansiedad, trastornos de personalidad, trastornos bipolares, etc... Además, según Albores-Gallo, Sauceda-García, Ruiz-Velasco y Roque-Santiago (2011) estas consecuencias, como muchas otras, pueden llegar a repercutir en la persona y en su salud mental después de 10 y 15 años del maltrato.
 

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