Javier se dispone a entrar en clase. Otro largo año de licenciatura le espera, con los mismos compañeros, el mismo profesorado, el mismo olor proveniente de cafetería…pero este año no será lo mismo. Javier  este año no obtendrá beca ya que no llega al 5.5 de nota media tan deseado por el gobierno, y es que Javier se dedica las tardes enteras a trabajar como camarero para ayudar a sus padres económicamente hablando, y por lo tanto, el tiempo que puede dedicar a los estudios se ve claramente reducido.

No hace falta ni recordar, cuánto cuesta una matrícula universitaria en cualquier comunidad autónoma de España (mucho). Ésta, por desgracia, es una historia real con un nombre inventado. Pero da igual el nombre que le queramos poner cuando esa situación nos la encontramos más a menudo de lo que nos imaginamos. Y hablando con mi amigo he recordado la historia de un mecenas que ayudó hace unos meses a esos alumnos.

El anuncio del Ministerio de Educación de endurecer los requisitos académicos para obtener la ayuda económica ha llevado que dos personas, una perteneciente a León y otra perteneciente a Alcoy (Alicante) se han ofrecido para pagar las matrículas de medio centenar de estudiantes sin beca y sin recursos para que puedan continuar con sus estudios en la Universidad.

Estas personas han preferido seguir en el anonimato y hacerse cargo del gran gasto que supone la matrícula de este alumnado, sobre todo para sus familias. Para ofrecer este tipo de ayuda desinteresada, desde las distintas universidades se ha llevado a cabo una selección de estudiantes teniendo en cuenta los criterios económicos y familiares de cada uno de ellos.

Y es que en España en estos momentos necesitamos más de esos héroes anónimos y menos  antihéroes con ganas de discriminar, ya sea con un 6.5 o con un 5.5, porque todos, se merecen un acceso a la universidad PÚBLICA.