Imagen generica
¿Aún no estás registrado?
Regístrate ahora, son 2 minutos

Primero en casa, después en la escuela

Mari

Publicado el 19/04/2012 12:04

Dicen los psicólogos del aprendizaje que cuando los niños cumplen seis años, su transfondo social ha rebasado su habilidad natural como principal indicador de éxito futuro en el plano educativo. Como en todas las reglas, siempre existen excepciones, claro está, pero las investigaciones llevadas a cabo hablan por sí mismas. Dicho de otro modo: la suerte está prácticamente echada antes de que los niños pisen un aula para recibir el primer influjo o sello de educación formal, puesto que como se sabe, la educación infantil -hasta los seis años- tiene carácter voluntario.
Por otra parte, los investigadores también parecen coincidir en otro punto clave: los problemas básicos de nuestro sistema educativo encuentran su origen fuera del aula, lo que equivale a decir que un gran número de niños, a esa edad, carece de las destrezas sociales y verbales idóneas para empezar con buen pie ese primer aprendizaje formal con un comportamiento adecuado.
La existencia de conductas disruptivas en el aula tampoco supone una novedad para nadie a estas alturas, pero el descenso de los niveles de comportamiento adecuado en el aula debería ser no solo motivo de reflexión y de preocupación para los padres y las madres, sino también de actuación por su parte, pero de una forma claramente activa. Y lo debería ser en la medida en que entendiesen que el mal comportamiento en el aula de una minoría repercute en el progreso y el aprendizaje de la mayoría. Los padres y madres deberían comprender que no todo es trabajo de los profesores, y que ellos tienen la gran responsabilidad de poner los medios, tratando de evitar que el profesorado se encuentre a menudo involucrado en dinámicas que se asemejan más a procedimientos judiciales, con testigos y declaraciones incluidas, en vez de dedicar su tiempo y esfuerzo a que el acto docente tenga lugar entre las cuatro paredes del aula. Los profesores, por su formación, tienen una misión muy concreta: la de enseñar; y la sociedad, por tanto, debe agradecerles cualquier otra contribución que libremente aporten. A veces se les confunde con trabajadores sociales, pero no lo son, aunque a menudo asuman también esas funciones sin tener la cualificación y, por supuesto, sin la remuneración correspondiente. Si la sociedad espera que el profesorado asuma una carga adicional, como consecuencia de las malas prácticas domésticas o parentales, entonces la escuela necesita un cambio tan profundo que, dada la situación actual, no llegará a plantearse en muchos años. Sería una incongruencia cargarles solo a ellos la responsabilidad del cambio social que todos esperan.

0
“¿Te ha parecido interesante este artículo? ¡Dale a me gusta!