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Educando mujeres poderosas, descubriendo sus drivers

Lucia Rodriguez Olay

Publicado el 03/05/2017 09:05

Soy una mujer poderosa, he tenido la inmensa suerte de haber sido educada para ello. Soy consciente de que esta afirmación produce más de un escalofrío y más de un rechazo explícito porque, a muchas personas, sean mujeres u hombres, las mujeres poderosas no les gustan y las temen.

Ser una mujer poderosa no tiene nada que ver con los conceptos de poder que se unen directamente con dominar al otro; lo que hay detrás de ese “poderosa” es el verbo poder con su significado de tener la capacidad de.

Tener la capacidad de elegir, de crear, de decir que no, de decir que sí, de tomar decisiones, de actuar por iniciativa propia, de buscar lo mejor de una misma porque desde ahí vendrá lo mejor para los y las demás, de ser independiente y fuerte y guardar tus convicciones y pelear por ellas.

No es ningún descubrimiento afirmar que este tipo de mujeres provocan rechazo en muchos contextos, sobre todo, laborales y las consecuencias que les acarrea son, muchas veces, terribles. ¿Qué tiene que ver esto con la docencia? Creo que es fundamental recordarnos que debemos, si somos docentes responsables, con compromiso de verdadero cambio e innovación, educar a nuestras niñas para que sean mujeres poderosas y a nuestros niños para que también lo sean y respeten en ellas ese poder que les da la capacidad de tantas cosas.

Es cierto también que siempre he tenido cerca, en los más diversos ámbitos, hombres poderosos que han comprendido la inmensa riqueza que supone contar con una mujer poderosa. Pensar estos días en aquellos que potencian esto en sus compañeras de trabajo, en sus subordinadas o en las alumnas que tienen en frente, me ha dibujado una sonrisa en la cara porque me hace mantener la esperanza de creer que sí es verdad que hay gente que quiere cambiar el mundo (aunque sea un poquito).

Pero, hay que actuar con honestidad, y cuando eduquemos para hacer personas poderosas, además de ser ejemplo para nuestro alumnado con nuestros actos y nuestra actitud, hay que decirles que no es un camino fácil, que les pondrán muchas trabas, que subirán montañas y que en más de una ocasión querrán arrojar la toalla. Hay que decirles que pelearán contra los dementores, una vez y otra más; y cuando les digamos eso, también hay que decirles que no decaigan, que solo desde ahí, solo siendo poderosas y poderosos se puede cambiar el mundo.

Para entender y saber cómo hacerlo tenemos  que analizar nuestros drivers, nuestros archivos de control, aquellos que conectan con nuestro “sistema operativo” y nos ayudan a funcionar.

La confianza en una misma: podía haber puesto también autoestima, pero he preferido utilizar esta expresión porque me gusta la palabra confianza, creo que si esa palabra fuese más real, el mundo funcionaría mucho mejor. Añado “en una misma” porque me canso de ver en mis aulas niñas y niños que no creen que sean capaces, que piensan que no pueden y destrozar esa creencia limitante lleva tiempo. El profesorado juega un papel importante en la construcción de este concepto. Hay que desterrar de las clases las frases como “no puede”, “no se le da bien”, “claramente esta materia no es lo suyo”  y un largo etcétera de frases similares. Por supuesto, dar un papel relevante a las niñas en el aula para que confíen en sí mismas es la segunda parte de este concepto.

Las ganas de superación y la ambición: ¡qué mal  vistas estamos aún las mujeres que nos declaramos ambiciosas! De nuevo, el engaño y la trampa de las palabras. No quiero extenderme con el concepto del “techo de cristal”, pero ahí está. Superarse, ser ambiciosa es un rasgo positivo porque nos lleva a buscar lo mejor de nosotras mismas, el problema está cuando la ambición se traduce en pisar a quien está a nuestro lado, o perder los valores, no tener escrúpulos para conseguir algo; pero esa no es la ambición de la que hablo, yo hablo de aquella que hace que cada día sea una oportunidad y que nos lleva a querer conseguir lo mejor que llevamos dentro. Creo que si educásemos en este concepto de ambición, de superación, podríamos contribuir para lograr una sociedad con personas más competentes y más comprometidas consigo mismas y con las demás.

La libertad: nada de esto tiene sentido sino partimos de este “driver” fundamental. Sin duda es la pieza que conecta todas las demás. Educar en libertad supone crecer en libertad. Solo esta palabra nos daría para todo un artículo, así que quedémonos solo con una idea fundamental:  la educación de una libertad que haga niñas capaces de ser críticas y decidir qué quieren o qué no quieren sin que en medio aparezcan estereotipos sociales y/o culturales.

La gestión emocional: que supone saberse y conocerse. Quiero creer que las emociones hoy día ya tienen una identidad propia y ya no denostada como hace unos años, cuando, ser emocional se identificaba solo con chicas, como símbolo de flaqueza o de menor capacidad de liderazgo o de control de equipos.

La fortaleza o la resiliencia: para ser una mujer poderosa hay que tener siempre actualizado este driver. Caerse está permitido, levantarse es obligatorio. Y eso también se educa. Insistiendo en la tolerancia a la frustración, en aprender a remontar una y otra vez. Sin duda, este ha sido, siguiendo con nuestra metáfora de hoy, el driver que más he tenido que actualizar últimamente, siempre poniéndolo en la última versión. Por suerte, o como dice una amiga mía, por “buena suerte”, he tenido que utilizar mi capacidad de resiliencia para seguir adelante y salir, además, más fortalecida. Sin duda, es una de las capacidades que configuran a las mujeres poderosas y hay que enseñar esa capacidad que tantas veces se nos olvida que tenemos.

 Puede que en poco tiempo haya más drives, ya se sabe, esto de la tecnología va muy rápido e igual nos conviene ir añadiendo nuevos. Mientras tanto, bastará con que en nuestras aulas actualicemos estos, no vaya a ser que estemos trabajando con una versión antigua.

 

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