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La mejora de la convivencia en las aulas a través de la diferencia.

Elisabet Corzo González

Publicado el 25/05/2017 16:05

Resumen y estado de la cuestión.

La inclusión educativa, lejos de ser una realidad en nuestro sistema educativo y centros, es un aspecto que todavía debemos trabajar y fomentar desde todos los planos posibles, empezando el trabajo en las propias aulas de la mano de los profesionales docentes, apoyados en todo momento por una legislación que ayude a crear un clima de convivencia y desarrollo óptimo y eficaz. 

Teniendo en cuenta nuestro día a día escolar y repasando muchos titulares de periódicos y revistas, se puede hacer una primera lectura de la situación actual en el campo que nos ocupa, referente a la mejora de la convivencia en los centros. Los medios de comunicación reflejan con mucha frecuencia situaciones de violencia y maltrato en los centros educativos, y estos sucesos suelen adquirir, en muchas ocasiones, tintes dramáticos: profesores que son agredidos por sus alumnos o por los padres de éstos, crueldad muy acentuada en las relaciones entre los propios alumnos... ¿Qué está pasando en nuestro sistema educativo y en nuestros centros escolares?, ¿Realmente la situación es tan grave?, ¿Qué medidas se están adoptando al respecto?.

En una primera apreciación tenemos que decir que es cierto que ocurren este tipo de sucesos, pero lo que tenemos que pasar a valorar es si sucede de manera puntual o es algo normal y repetido en el tiempo.

Las aproximaciones realizadas a los estudios (Avilés, 2003 y 20061; Defensor del Pueblo (2006)2; Fundación Encuentro (2001); existentes sobre estos temas, la mayoría de ellos serios y rigurosos, nos hacen darnos cuenta que la situación de nuestro país, en cuanto a los problemas de auténtica violencia escolar, permite considerar los hechos relatados en los medios de comunicación social como reales, evidentemente, pero no suceden de manera frecuente, sino de manera esporádica y, por supuesto, no son un elemento cotidiano en nuestras aulas. Otro asunto diferente, y que en ocasiones puede dar lugar a confusión con la violencia escolar, son los problemas de convivencia y disciplina que, efectivamente existen de manera más abundante de lo que pensamos y suponen un problema y una angustia para el profesorado, especialmente el que imparte docencia en la Educación Secundaria Obligatoria.

Todos estos datos que estamos mencionando en esta parte inicial del trabajo, vienen avalados por los trabajos y estudios llevados a cabo recientemente tanto por parte del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (Diagnóstico del Sistema Educativo, 1998) como del Defensor del Pueblo (Informe del Defensor del Pueblo sobre violencia escolar, 1999).

La situación es todavía más lamentable, y si cabe podríamos tildarla de despreciable, cuando nos dicen que muchas veces la víctima lo es por padecer alguna discapacidad psíquica o física o, sencillamente, por ser diferente.

Es realmente importante desarrollar proyectos de investigación encaminados a la mejora de la convivencia en los centros educativos trabajando la inclusión, partiendo desde la diferencia.

Objetivo de la investigación.

Los objetivos que perseguimos son los que pasamos a detallar a continuación:

- Ofrecer en su globalidad un mejor conocimiento de la realidad de la convivencia en nuestros centros.
- Dar conocer la importancia de la defensa de los derechos de las personas de manera general, aunque por uno u otro motivo, sean diferentes al resto del grupo social en edad escolar que les rodea.
- Trabajar para potenciar la inclusión educativa en nuestras aulas, como principal estrategia de mejora de la convivencia.
- Concienciar a toda la comunidad educativa de la importancia del establecimiento de unos claros valores de convivencia como base de la actividad diario de un centro escolar.

El liderazgo educativo como medio de mejora de la convivencia.

Evidencias empíricas, como las aportadas en los estudios de Eskildsen y Dahlgaard (2000) y Flynn, Schroeder y Sakakibara (1994), muestran una correlación positiva entre el estilo de liderazgo, caracterizado por la participación de la comunidad educativa, y otras variables que favorecen un clima de convivencia positivo.

Por otro lado, el autor Leithwood (2009) define el liderazgo escolar como la labor de movilizar e influenciar a otros para articular y lograr intenciones y metas compartidas en la escuela. Más concretamente, Torrego (2010) afirma que este liderazgo debe entenderse desde una perspectiva crítica que acentúe el carácter crítico, comprometido, transformador y ético del mismo que se traduzca en la formación de una «Comunidad Profesional», aspecto que vamos a desarrollar a continuación.

Formación de la comunidad como apoyo a educar en la convivencia desde la diferencia.

En general, puede afirmarse como una línea de actuación preferente la implantación de un modelo pedagógico entendido desde la atención a la diversidad y el aprendizaje cooperativo, desde la profundización en la educación en valores, con la presencia de técnicas de mediación y resolución pacífica de conflictos, en el que las familias se impliquen en las tareas educativas, orientado desde la autonomía pedagógica y comprometido con la formación permanente del profesorado (García y López, 2011).

Un modelo educativo de esta naturaleza pasa por la formación de la comunidad escolar: discentes, familiares y docentes. Ortega, Romera y Del Rey (2005) ofrecen una serie de claves para una respuesta preventiva a la violencia escolar, entre las que destaca la formación del profesorado. Este elemento se convierte en uno de los pilares fundamentales para dar respuesta a la violencia escolar y promover la convivencia.

Educar en el conflicto como base de mejora de la convivencia en las aulas.

Se muestra cada vez más evidente la necesidad de aprovechar situaciones educativas que permitan aprender a vivir y disfrutar de una convivencia no exenta de conflictos y problemas. Igualmente, los conflictos entendidos como fenómenos sociales son oportunidades, que pedagógicamente aprovechadas permiten el desarrollo de competencias para ejercer una ciudadanía activa, crítica y en permanente crecimiento.

Ya se puso en evidencia en el meta-análisis realizado por Johnson y Johnson (1996) de investigaciones en resolución de conflictos y los programas de mediación entre pares, así como en estudios más recientes como los de Hendry (2010) y Maxwell (2007), que la resolución de conflictos y los programas de mediación entre compañeros parecen ser eficaces para enseñar a los estudiantes habilidades de negociación y procedimientos de mediación; incluso después de la capacitación, tienden a seguir utilizando estas estrategias de resolución de conflicto, que generalmente conducen a resultados constructivos, lo que llega a suponer una reducción del número de conflictos alumno-alumno relatados por los maestros y administradores, lo que en consecuencia logra reducir el número de expulsiones (Burton, 2012; Johnson y Johnson, 1996).

En este tipo de escenarios, las técnicas de resolución de conflictos como la mediación adquieren protagonismo frente al sistema sancionador resuelve los problemas exclusivamente en base a sanciones reguladas en los reglamentos de régimen interno de los centros (Peligero, 2010).

Participación de toda la comunidad en la elaboración de las normas de convivencia.

Las normas de convivencia han de introducir suficientes elementos que permitan prevenir los problemas de convivencia. Los reglamentos constituyen un reflejo del tipo de centro escolar. Y, en este sentido, se pueden identificar distintos tipos de normas (Casamayor, 2002): formalistas y rutinarias, autoritarias y rígidas, arbitrarias, y también creativas y dinámicas.

Cuando la norma es creativa y dinámica, ésta constituye un reflejo de escuela democrática, autónoma y participativa, que construye sus propias respuestas y contextualiza las pautas generales (Rodríguez, 2007 y Jordan, 2009). Desde este modelo la participación de toda la comunidad educativa en la elaboración de las normas, resulta un factor esencial como instrumento para la prevención de problemas de convivencia.

Las «aulas de convivencia» como medida para educar en la convivencia desde la diferencia.

Una de las medidas presentadas y reguladas, tanto en la normativa de Convivencia 19/2007 como en la Orden de 20 de junio de 2011, por la que se adoptan medidas para la promoción de la convivencia en los centros docentes sostenidos con fondos públicos y se regula el derecho de las familias a participar en el proceso educativo de sus hijos e hijas es la creación de aulas de convivencia para el tratamiento individualizado del alumnado que, como consecuencia de la imposición de una corrección o medida disciplinaria, se vea privado de su derecho a participar en el normal desarrollo de las actividades lectivas.

El objetivo del Aula de Convivencia es convertirse en una alternativa a la expulsión del centro para aquellos alumnos y alumnas sancionados con esta medida. En estas aulas de convivencia se favorecerá un proceso de reflexión por parte de cada alumno o alumna que sea atendido en las mismas acerca de las circunstancias que han motivado su presencia en ellas.

El plan de convivencia incluirá, en relación con el aula de convivencia, los siguientes aspectos:

a) Criterios y condiciones para la atención del alumnado en el aula de convivencia, profesorado que la atenderá y actuaciones que se desarrollarán en la misma, de acuerdo con los criterios pedagógicos que a tales efectos sean establecidos por el equipo técnico de coordinación pedagógica.
b) Programación de las actuaciones del departamento de orientación o del equipo de orientación educativa, según corresponda, encaminadas a favorecer un proceso de reflexión por parte de cada alumno o alumna que sea atendido en el aula de convivencia acerca de las circunstancias que han motivado su presencia en ella y el reconocimiento de su responsabilidad, para favorecer actitudes y conductas positivas para la convivencia.
c) Horario de funcionamiento del aula de convivencia.
d) Ubicación del aula, instalaciones y material didáctico con el que se cuenta para su funcionamiento.

La educación emocional como estrategia de mejor de la convivencia.

Como ya hemos venido mencionando a lo largo de todo el desarrollo de este trabajo, la educación inclusiva es, sin duda, uno de los temas estrellas que ocupa las agendas de la política educativa.

Temas como la atención a la diversidad, la intervención social, conlleva a que el sistema educativo defina las estrategias para el desarrollo integral de la persona, desde la concepción de la integración que implique la intervención fundamental de la familia, la escuela, la comunidad y las instituciones en general.

En este contexto educativo, adquiere una especial significación la educación emocional que enriquece las capacidades adaptativas, el desarrollo sano de los niños y reduce la violencia.

El hecho de que todos los alumnos estén integrados en las aulas ordinarias con los apoyos necesarios, puesto que la educación inclusiva es un derecho reconocido, es el primer paso para la integración en el sistema educativo y en la sociedad. A través de la convivencia y la aceptación, respetando las diferencias, se adquieren las habilidades técnicas necesarias para convertirse en ciudadanos competentes.

Para ello se hace necesario realizar una intervención a través de programas de inteligencia emocional, para poder llevar a cabo los principios de prevención, desarrollo e intervención social y alcanzar los siguientes objetivos:

– Promover el desarrollo de los alumnos en sus vertientes afectiva-cognitiva y social.
– Conseguir que los alumnos desarrollen al máximo posible todas sus capacidades, individuales y sociales, intelectuales, culturales y emocionales.
– Educar las emociones para conseguir desarrollarse como persona y reducir la violencia.

El hecho de que se haya puesto el énfasis en la exigencia de proporcionar una educación de calidad a todos los ciudadanos de ambos sexos, en todos los niveles del sistema educativo, ha conseguido que todos los jóvenes estén escolarizados hasta los dieciséis años de edad. El objetivo es tratar de conseguir que todos los ciudadanos alcancen el máximo desarrollo posible de todas sus capacidades, individuales y sociales, intelectuales, culturales y emocionales y por esta razón se necesita recibir una educación de calidad adaptada y que esté acorde con sus necesidades.

La preocupación por la inclusión, atención a la diversidad, intervención social, conlleva a que el sistema educativo defina las estrategias para el desarrollo integral de la persona, desde la concepción de la integración que implique la intervención fundamental de la familia, la escuela, la comunidad y las instituciones en general.

El sistema educativo en las últimas modificaciones legales se ha preocupado en equilibrar la dimensión cognitiva con la afectiva desarrollando materias transversales: educación en valores, educación para la ciudadanía, etc.
Pero no se le ha dado importancia suficiente al aprendizaje o educación de las emociones para dar la oportunidad de desarrollarse como personas. Se trata de intentar conseguir un equilibrio entre lo cognitivo y lo afectivo, generando un cambio en los estilos de relación y comunicación. Como podemos comprobar a través de estas líneas la mejora de la convivencia es un tema que está de candente actualidad, dado que es uno de los principales problemas a los que tiene que hacer frente la comunidad educativa.

Desde la perspectiva de la orientación y la formación integral Zavala, Valdez & Vargas (2008) plantean la inteligencia emocional como un constructo que agrupa habilidades sociales y habilidades emocionales, y una vez que la persona las integra, constituye el soporte fundamental para el abordaje de los procesos de socialización y realización personal. En la investigación de Augusto, Aguilar & Salguero (2008) los resultados obtenidos muestran que las actitudes positivas o negativas influyen en el desarrollo de la persona, es decir, una persona optimista tiende a lograr las metas con mayor efectividad que aquellas que son pesimistas. Podemos concluir que ambos estudios consideran la inteligencia emocional como una teoría que explica la importancia que tienen las habilidades sociales y emocionales en la socialización e integración social de la persona.

Tradicionalmente, en la formación de los profesionales de la docencia no se ha incluido formación relacionada con la teoría y la práctica del desarrollo emocional y social. Llama la atención, ya que todos los docentes saben que la experiencia emocional y social, muy a menudo, puede perturbar la enseñanza y el aprendizaje (Cohen, 2003). Una especialización en esta área haría que la educación especial sea más eficaz en general y enriquecerá la tendencia hacia la inclusión.

La educación emocional y social de los alumnos se refiere a la enseñanza y el aprendizaje de habilidades, conocimientos y valores que promueven la aptitud emocional y social. El educar las emociones reduce la violencia, enriquece las capacidades adaptativas y constituye el fundamento del aprendizaje y del desarrollo sano en los niños. Esto se debe a que decodificamos nuestros propios sentimientos y los de los demás, estableciendo la posibilidad de resolver problemas y enfrentarnos a una amplia gama de desafíos del
aprendizaje (Cohen, 2003). La infancia es un periodo clave para que el niño vaya poniendo nombre a las emociones y sepa asociarlas a los diferentes cambios, a medida que va madurando (López, 2007).

Es clave por tanto en el desarrollo de la convivencia escolar que se de cabida a la educación emocional, empezando por el hecho de que los propios profesionales, a cargo de las clases e instituciones escolares, cuenten con las habilidades y herramientas claves para poder trasmitirlo al alumnado. En este sentido, se está descubriendo que la potenciación de la inteligencia emocional en el alumnado puede ser una de las claves más importantes en el desarrollo de una convivencia adecuada en los entornos educativos. Del mismo modo estaremos fomentando el devenir de una sociedad bien formada en los aspectos emocionales, que albergará menos problemas de convivencia una vez acabada su vida escolar.

La educación emocional se considera una innovación educativa que tiene su justificación en que las necesidades sociales no están suficientemente atendidas en el currículum actual. De ahí la importancia de que ésta sea conocida y propagada por los profesionales educativos, como una vía de trabajo que puede ayudarnos mucho en el control de los conflictos en las aulas y en la inclusión de aquellos alumnos que cuentan con algún tipo de dificultad.

6- Bibliografía

- Ainscow, M. (2001). Desarrollo de escuelas inclusivas. Ideas, propuestas y experiencias para mejorar las instituciones escolares. Madrid. Editorial Narcea.
- Carr, A. (2007) Psicología positiva. La ciencia de la felicidad. Barcelona. Paidós Ibérica.
- Cury. A (2007) Padres brillantes, maestros fascinantes. Barcelona. Editorial Planeta.
- Echeita, G y Verdugo, M. A. (2004). Diez años después de la Declaración de Salamanca sobre Necesidades Educativas Especiales en España. Salamanca. Editorial INICO.
- Escudero Muñoz, JM. (2010). El oficio de maestro. Competencias y cooperación docente para la mejora de la educación. El aprendizaje cooperativo. Fundamentación, bases psicológicas y pedagógicas y rol docente. Universidad de Alcalá, Madrid.
- Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.
- Goleman, D. (2003). La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.
- Pujolàs, P. (2004). Aprender juntos alumnos diferentes. Los equipos de aprendizaje cooperativo en el aula. Barcelona: Eumo-Octaedro.
- Serrano, A., Tormo, M. P. y Granados, L. (2011). Las Aulas de convivencia, una medida de prevención a la violencia escolar. Criminología y Justicia. 1, 4-8.

Perfil académico y profesional de la autora:

Diplomada y Graduada en Primaria en las especialidades y menciones de música, inglés y francés la autora completó su formación con un máster especializado en aprendizaje cooperativo y en mediación de conflictos, así como otro master dedicado al estudio de la memoria y crítica de la educación. Una vez finalizado este periodo de formación la autora se encuentra inmersa en la realización de un doctorado, centrado en la investigación y rememoración de la figura de la maestra especializada en educación musical durante el franquismo.
Además de estos aspectos académicos, la autora continua ejerciendo docencia, siendo este su décimo curso escolar, como maestra de Primaria, en las tres especialidades anteriormente mencionadas en la institución Gredos San Diego, una cooperativa educativa de la Comunidad de Madrid dedicada en cuerpo y alma al desarrollo integral del alumnado, en todos los aspectos, procurando que su formación tanto académica como personal sea lo más integra y adecuada a las circunstancias de nuestra sociedad actual.

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