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Revoluciona tu aula con la libre lectura: plan lector, tecnología y Redes sociales

Ma José Guijosa Revenga

Publicado el 04/06/2017 15:06

Quieren que haga leer a los niños contra su voluntad. Y encima pretenden que les convezca que leer les ayuda. ¿Perdón? ¡Se les va la pinza!

A ver, yo soy lectora voraz y no es necesario argumento alguno para que ame los libros. Son parte de mi vida desde hace mucho y los considero mis fieles compañeros de aventuras y sabiduría. Pero trasmitir esta pasión a través de lo exigido, lo considero una aberración y pierde todo sentido.

Plan lector en mi instituto.
Resulta que en mi centro existe un plan lector en el cual todos los días se lee media hora (se resta 5 minutos de cada materia). De iure, el proyecto es precioso, los motivos loables y los objetivos muy didácticos: "hacer que se enamoren de la lectura". De facto, hacer que adolescentes que no leen lo hagan por voluntad propia, es un suicidio educativo, más aún de la manera que lo hacen: selección de obras cerrada para cada nivel, sin un plan de actividades que no sea reflexionar o escribir.  

Si ya leen motu proprio, ya sienten devoción por los libros y es una media hora nada nueva para ellos. Pero si no lo hacen, a estas alturas de su vida no se les puede obligar a ello, debe ser su elección no la nuestra. ¿Acaso no ven que sólo provocan su reproche?

Ya tienen materias con lecturas programadas, ¿por qué endosarles libros que no acaban de conectar con ellos? ¿No tienen suficiente?

Mi choque con la realidad.
En ese punto estaba yo cuando llegué al centro.

En un principio seguí el plan establecido, y leíamos en voz alta o voz baja los libros de la dichosa lista. Pero era imposible que los 32 alumnos se involucraran en las obras, y después de 3 horas de clase menos de un 10% de los chavales de 3º hacían ni el mínimo intento.

Por ello, hacia final de curso pasado y durante todo este tomé una decisión: Si esa media hora era hora lectiva, tanto de su currículum como de mis horas como docente, esa media hora era una materia más donde yo mandaba y donde yo haría lo que creía más oportuno. Decidí revolucionar la lectura haciéndola más cercana a ellos y dejándoles participar en la toma de decisiones.

Juntos hacemos revolución: "Espacio de libre lectura"
Estos han sido más o menos los pasos que he ido trazando, aquello que he conseguido y que creo os puede ayudar a tirar adelante con esa revolución:

1. Ellos tienen el poder sobre la lectura, pero hay que leer.
En una asamblea debatimos cuál serí­a la mejor opción de libros.

Entre los argumentos que comentaban hubo uno que me llamó la atención: querían leer cosas que les gustara a ellos. "Pero si sois 30 alumnos, ¿cómo vamos a hacerlo?" digo yo. A lo que responden "dejándonos traer el libro que nosotros queramos".

Fácil y sencillo, ellos se encargan de su propia lectura.

2. Introducir la tecnología para motivar y hacer accesible la lectura a todos.
Pero hay quien no tiene libros propios porque no leen en casa, ¿qué hacer? ¿Que vayan a la biblio o que pidan prestados? Siendo realistas, no iban a hacerlo.

Así que les propuso lo siguiente: "Podéis leer en dispositivos móviles, tablets o ordenadores. Y puede ser lo que sea mientras sea lectura, me da igual periódicos y revistas de cualquier tipo, blogs, cómics, etc".

Les encanta todo lo que sea pantalla. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que se puede leer también en ellas? Los móviles son una extensión de sus manos, incluso ya de las mías, por tanto hago uso de algo que es muy natural para ellos para fomentar algo que no lo es tanto.

3. Establecer normas y límites.
Esto conlleva un compromiso por parte de ellos y una confianza por la mía. Fueron conscientes que había que marcar unos límites, que todos entendieron y aceptaron:

- Nada de RRSS y vídeos mientras yo no dé permiso.
- El dispositivo siempre debe estar a mi vista.
- Hay que leer, lo que sea, pero leer.
- Existen multas: pierden derecho a utilizar tecnología o a leer lo que ellos quieran durante un tiempo.
4. Yo debo involucrarme más, para que me vean un miembro partícipe.
Incluso se me ocurrió la idea de ofrecerles mi propia biblioteca para su disfrute. Por lo que cada X tiempo les llevo libros mí­os, les hago una reseña rapidítica, les cuento lo que significa para mí dicha obra y se lo presto para que los lean durante la media hora.

Ahora mismo, de esos 30 chavales, 5 tienen libros míos: 1984 de Orwell, El muchacho persa de Mary Renault, Frankenstein de Mary Selley, Memorias de una Gheisa de Arthur Golden y Cuentos macabros de Edgar Allan Poe. Alguna me ha pedido llevarselo a casa para poderlo acabar antes de que llegue el verano, jajaja. 

Ya los elijo siendo condescendiente. Sería muy hipócrita si me quejo de la selección de libros poco adecuada y flexible que tiene el centro, para luego coger los libros sin tener en cuenta los gustos y estilos de cada chaval. Por ello, insisto: "Es esencial escucharles y ver qué es lo que mejor se adapta a ellos". Cada curso, cada año, cada grupo es único, así que no hay que ignorar lo que les gusta y atrae.

5. Hay sitio para salir de la zona de confort.
¿Y si cogemos lecturas que no conocen y les dejo elegir?

También querí­a que descubrieran nuevos libros y otros estilos que es posible que les gustara y así engancharles. Aún así, se me planteaba el dilema del inicio: No quería obligarlos.

Por lo que opté por hacer una lista de libros que pensaba que les gustaría con alguna pequeña reseña, ideé un cuestionario por Moodle y les dije que votaran. De la lista, los 10 libros más votados serían leídos en 3 periodos a lo largo del curso, ellos elegían de los 10 el que preferían y se hacían cargo de buscarlos como sean. Algunos se los compraban, otros pedían prestado o los cogían de las bibliotecas. Pero era su responsabilidad. 

6. Introduzcamos la interacción online y las RRSS.
Hubo un crío que se le ocurrió hacer una foto del libro y poner la frase que más le gustó, todo ello en Instagram. Esto provocó que los compañeros que también se estaban leyendo el mismo libro (Quantic Love), comentaran la frase y el episodio en concreto.

A partir de ahí, pensé que sería interesante fomentar este tipo de intercambios de opinión y charlas literarias en las RRSS. ¡Quien más hilos abra, o más comente, tendrá un derecho extra en las sesiones de lectura!

Hice el recuento hace nada, y ha ganado una alumna. Ya me ha comentado que tiene varias ideas para la lectura de la semana que viene, que es la última del curso.

La verdad que el experimento sólo ha tenido un trimestre de vida, pero estos círculos literarios digitales han sido una pasada. No han participado todo el mundo, pero quien lo ha hecho se nota que ha disfrutado. Incluso he visto a alumnos charlando sobre Alejandro Magno que han sido toda una sorpresa para mí, ¡¡pero de las positivas!!

Puede que sea que en la era de la tecnologías y de la "protección" de las pantallas, se sienten más seguros y cómodos hablando por teclado que cara a cara. Si esto es así, ¡aprovechémoslo!

7. Último paso para convertir el aula en un espacio de libre lectura.
¿Y si vamos un paso más allá? ¿Convertir el aula en un espacio real de libre lectura?

Si mi pretensión es que lean porque quieren y que se sientan a gusto con ello, las cosas dentro del aula también debían cambiar a un nivel físico.

Poco a poco, les fui permitiendo sentarse dónde y cómo quisieran, podían almorzar y beber -con cuidado de no manchar-, escuchar música con cascos, comentar la lectura con un compañero -moderando siempre la voz-, incluso utilizar la silla y la mesa del profe. Con ellos me gusta leer caminando, porque, aunque confíe en ellos, siguen siendo adolescentes, y que me tengan a la vista ayuda a la paz y la buena convivencia en la clase. Por ello mismo, "mi" sitio podía ser de ellos.

El punto de partida era el respecto por la lectura y el disfrutar del espacio y el momento lector. Y me vi a mí misma en mi casa, tirada en el sofá, con el café de la mañana y mi portátil leyendo el último libro que compré en Amazon. Es de los mejores momentos del fin de semana. ¿Por qué no se puede tener esa misma comodidad leyendo en el aula?

Conclusiones de este experimento lector: ¿He conseguido transformar el aula en un espacio de libre lectura?
Os lo juro, todo esto ha sido una verdadera revolución, tanto a nivel educativo como personal. Sin decir yo palabra alguna, cogen los libros o dispositivos y leen. Así, porque sí. ¡Sigo alucinando!

No siempre ha ido bien, más de una vez he tenido que recordar cuál era el pacto y cuál nuestro objetivo. Ha habido actividades que he propuesto que no han salido hacia adelante. ¡No pasa nada! No tiene que ser todo perfecto para pensar que el proyecto ha ido bien.

Conforme se acercan los exámenes finales y el curso acaba -recuerdo que trato la ESO, es más, soy tutora de 4º- los chavales tienen menos ganas y fuerzas para nada, menos aún para lectura. Pero el ambiente en clase durante esa media hora es tranquilo, se relajan, desconectan de sus obligaciones. Puede que no acaben de leer y que estén distraídos la gran mayoría de los minutos, pero tienen una lectura entre manos porque ellos quieren.

Queda mucho por cambiar y queda mucho por aprender, pero si se quiere se puede. Con libertad, cooperación y escucha, se puede revolucionar la lectura.

¡Fuera miedos y soberbias! Disfrutar de la lectura entre todos es posible, sólo hay que quererlo y conectar con ellos.

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