Imagen generica
¿Aún no estás registrado?
Regístrate ahora, son 2 minutos

Una experiencia de tutoría emocional en Bachillerato (Los años que somos el “Cholo” Simeone)

Juan José Barahona Ramos

Publicado el 12/06/2017 13:06

Desde el punto de vista educacional, es la labor de tutor la que mejor encarna el significado que el concepto Educación tiene en su dimensión primal, como guía y modelación de la personalidad. Es sobre esta “idea de Educación” que gira la propuesta de trabajo que presentamos hoy, un modelo de tutoría que llamamos emocional, de fuerte base neuroeducacional y que tiene como claro objetivo la gestión del alumno y de la clase desde el punto de vista de los sentimientos y de las emociones, basándonos de modo explícito en conceptos como autoestima, resiliencia, motivación, actitud ante la frustración y el esfuerzo, mejora, innovación, emprendimiento, liderazgo o inteligencias emocional y ética. La clave está en que el alumno, desde el más talentoso hasta el que más dificultades presenta, crea en sí mismo. Quizás no pueda hacer todas las cosas, pero debe saber que hay cosas, muchas, algunas ni siquiera ideadas o escritas ahora mismo, que sí puede intentar y conseguir. Un alumno en definitiva, como decía Nietzsche “preparado para enfrentarse a todo”.

Pero existe una situación de inicio que es obligatorio plantear. Hablamos de la necesaria reflexión nuestra, primera, personal, sobre la labor como tutor: ¿Para qué estoy yo aquí? ¿Qué quiero conseguir? ¿Me creo lo que hago? ¿Y cuál es - y debe ser - mi potencial? Este propuesta de entrada nos puede llevar a pensar que para gestionar una tutoría emocional el tutor debe ser, precisamente, emocionalmente competente, con dotes empáticas sólidas y una clara inteligencia interpersonal (¿el límbico-derecho de Ned Herrmann?). El tema “emocional” es el eje sobre el que va a girar nuestra propuesta que, repetimos, es la gestión que hacemos tanto del alumno como del grupo y, no queremos obviarlo, también de padres y de nuestros propios compañeros.

Como ya hemos anticipado, partimos de un esquema teórico de inicio, que nos embarca en temas neurológicos o, más en concreto, en lo que se denomina Neuroeducación (Neurociencia aplicada a la Educación), con el convencimiento de que la Biología es a la Medicina lo que la Neurología es a la Educación. Las preguntas son obvias: ¿Cómo reciben la información las personas? ¿Cómo la gestionan? ¿Por qué unas cosas nos marcan y las tenemos con nosotros para siempre y otras, en cambio, van a una memoria a corto plazo para ser olvidadas con facilidad? ¿Cómo, en definitiva, aprendemos? No pretendemos que el tutor sea un experto en Neurociencias, pero es interesante conocer, aunque sea mínimamente, los mecanismos cerebrales de aprendizaje, a través de temas como la caracterización del cerebro o sus dominancias, con el objetivo de llegar a definir estilos de aprendizaje y estrategias de enseñanza, que es, en última instancia, lo que aquí estamos proponiendo: una estrategia educacional de tutoría a través del trabajo sobre los cerebros límbico (emocional) y racional. De lo que se trata es de trabajar las implicaciones emocionales, porque si éstas no están controladas, aunque sea mínimamente, a nivel de individuo y a nivel de grupo, el aprendizaje va a ser costoso, por no decir imposible, ya que desde un punto de vista neurológico, lo que prima en esos casos es el cerebro reptiliano, es decir, la propia supervivencia.

Por supuesto, la conexión tutor-alumno/grupo es la clave de todo. En este sentido debemos tener en cuenta, por una parte, las edades con las que trabajamos en Bachillerato, años de formación de la personalidad y con posibles altibajos de todo tipo; por otra, no debemos obviar la especial idiosincrasia curricular de esta etapa, en la que el alumno se juega a partir de la nota media, gran parte de su futuro. Contemplado esto, el tutor se antoja figura clave y de referencia para que las metas se cumplan. Y primero las personales, porque éstas harán factible alcanzar las académicas.

¿Cómo conseguir o, quizás más realista, cómo intentar conseguir estos objetivos? Una parte esencial de nuestro éxito radica en la necesidad de conseguir que el alumno sienta que importa, que nos importa, como tutorando y como persona. Y en ello la confianza es clave, del tutor para con el alumno y del alumno para con el tutor, una confianza directamente relacionada con los niveles de comunicación que planteemos. En estos años en los que el trabajo a partir de las TICs es el eje vertebrador en muchas facetas de la Educación, permítasenos reclamar aquí el poder de la palabra. El aula y todo lo que su mundo conlleva debe derivarse hacia una cultura conversacional que nos lleve a conectar emocionalmente con nuestros alumnos. Y sobre esta premisa valoraremos que lo que se dice es importante, pero el cómo lo decimos también y, algo que se antoja esencial en un tema de emociones, el cómo sentimos lo que decimos. Y con esto, todo los demás “cómos”: el cómo pensamos, cómo actuamos, cómo innovamos, cómo ayudamos, cómo reímos o lloramos, cómo nos ilusionamos . . . en definitiva, cómo somos y cómo estamos (con nosotros, con el otro, con el mundo).

Esta conexión alumno-tutor debe trasladarse al grupo. La clase la conformamos todos, tutor y alumnos - y padres y todas las personas que conforman la comunidad educativa - y, en este ámbito, la sintonía del grupo es también fundamental. Hablamos de trabajo de la cohesión, pero no sólo a nivel grupal sino, como decimos, a nivel tutorial. Para fomentar esta cohesión es de gran ayuda el trabajo de proyectos comunes, donde la parte (alumno) y el todo (clase) se identifiquen y donde los niveles individual y colectivo tengan un único y común objetivo: que el grupo funcione. En este sentido, y aunque parezca descabellado, planteamos en el año 2017 criterios de actuación grupal muy similares a los que permitía sobrevivir a una tribu del Paleolítico, una supervivencia que en nuestros días derivaremos hacia el concepto éxito y donde, como entonces, el desempeño del líder es fundamental, un líder que en el aula, y en no pocas ocasiones, como decía Napoleón, debe ser “un negociador de esperanzas”.

En nuestra propuesta, y enlazamos con lo último, la gestión del liderazgo es pilar básico y debe ser entendida en una doble vertiente. La primera contempla el liderazgo del tutor sobre la clase: si el tutor quiere ser referencia, debe pasar de ser un jefe impuesto por una jefatura de estudios o una dirección a erigirse en líder reconocido por ese su equipo que es la clase; la segunda busca la asunción por parte de los alumnos de su propio liderazgo, un liderazgo personal primero que permita dar el salto a un aprendizaje posterior de liderazgo de personas.

Una última idea subrayar es que en una labor tutorial tal y como se plantea aquí, de fortísimas implicaciones emocionales, ni lo esencial, ni quizás siquiera lo accesorio, es enseñar contenidos al uso. Aquí lo interesante es hablar de cómo entender la vida, cada alumno la suya propia, primero como individuo y como parte de un entorno (las “circunstancias” de Ortega y Gasset), en un modelo de trabajo que se asemeja a la de la figura de un “coach” educativo, pero que preferimos gestionar a través del impagable “Conócete a ti mismo” socrático.  Ya no es tanto enseñar contenidos como potenciar capacidades. Y es más: vamos a trabajar un producto, pero buscando crear una marca.

En otro orden de cosas, queremos recalcar que una tutoría emocional no debe plantearse como un modelo cerrado. De hecho, será la diversidad tutorial la que permita modelar alumnos diferentes. Por supuesto, existen pautas y situaciones que son de obligado cumplimiento. Pero, en nuestra opinión, el toque personal del tutor es fundamental, para acomodarse al grupo y a las situaciones del día a día y para que todo esto, personas y realidades, se acomoden a él. Lo esencial es que cada uno “invente” su propia experiencia, porque nadie mejor que uno sabe lo que tiene y cómo lo debe encauzar.

Para concluir, y parafraseando al poeta, entendemos que en el día a día de nuestro trabajo se intuyen ya caminos, sí, pero el verdadero camino es el que se hace al andar. La tutoría es una senda a recorrer, pero para poder trazar otra, la que verdaderamente importa: la de la vida. Y es aquí donde se enmarca, y no en otro sitio, la aventura hacia la excelencia en la que todos nosotros, tutores y alumnos, queremos estar embarcados.

 

 

2
“¿Te ha parecido interesante este artículo? ¡Dale a me gusta!