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Cinematografía como recurso didáctico

Francisco Sánchez de Haro

Publicado el 30/11/2017 10:11

El conocido como Séptimo Arte puede ser una de las más eficaces herramientas para la comprensión de numerosos aspectos del azaroso siglo XX y del aún más complejo Tercer Milenio que nos ha tocado vivir. Si la arqueología es clave para conocer nuestro pasado más remoto, el celuloide lo es para profundizar en el entendimiento de épocas más recientes. Cuando queremos conocer datos que nos faciliten la comprensión y reconstrucción de cómo funcionaban las sociedades antiguas desde múltiples puntos de vista tales como creencias, aspiraciones sociales, sentido de la belleza y la estética, jerarquización comunitaria, papel de la mujer, diversidad económica, etcétera, acudimos sin remedio al análisis de enterramientos, fuentes epigráficas, paleográficas o numismáticas. Traslademos esas mismas necesidades de investigación al tiempo presente y tendremos en el cine uno de los instrumentos más adecuados para coronar con éxito nuestra tarea.

 

Ahora bien, en el ámbito de la Educación Secundaria debemos ser cuidadosos a la hora de utilizar el recurso cinematográfico y saber adecuarlo al alumnado a quien vaya dirigido. Es importante saber seleccionar producciones cinematográficas que resulten atractivas a la vez que educativas ya que nunca hay que olvidar que estaremos tratando con chicos y chicas en la compleja etapa de la adolescencia y que, por lo tanto, pueden acusar cierta tendencia a la distracción fácil si la película, clip de video o documental no consigue atrapar su atención en los primeros instantes. Otro concepto a tener en cuenta es el riesgo del aislamiento del docente. Cuando proyectamos en clase una película o documental nuestro papel puede ser excesivamente pasivo así que sería recomendable interactuar con el alumnado planteando preguntas, reflexiones y fomentando su participación activa deteniendo la proyección en momentos concretos para realizar algún tipo de explicación o matización sobre lo que ese está viendo.

La cinematografía puede aplicarse como recurso a prácticamente cualquier disciplina tanto científica como tecnológica y, más aún, humanística. No debemos olvidar el enorme poder de la imagen para la transmisión de todo tipo de conceptos. En el terreno de las Ciencia Sociales es algo indiscutible. En el campo de la enseñanza de la historia, de la geografía o de la historia del arte los recursos visuales llevan implantados en el quehacer diario de los y las docentes desde prácticamente el amanecer de la educación. Antaño se usaban simples dibujos, láminas, dioramas, diapositivas, murales,… Hogaño son internet, proyectores, pantallas de gran tamaño, ordenadores, tablets, etcétera quienes ayudan al profesorado en la trasmisión de conocimientos.

Desde su aparición como simple entretenimiento para las clases populares en 1896 la cinematografía se convirtió en poco tiempo en todo un fenómeno de masas hasta tal punto que ha sido denominado, justamente, el arte del siglo XX pues fue en la pasada centuria cuando lo que empezó siendo una curiosidad exhibida en barracas de feria acabó por convertirse en una forma compleja de arte donde se aúnan no solamente las actividades artísticas sino también el negocio económico de la distribución y venta de entradas sin olvidar la enorme influencia que el celuloide ha llegado a ejercer sobre la sociedad en diferentes épocas como herramienta de propaganda y de influencia en diversos patrones de comportamiento. Queda claro que el cine es uno de los inventos que más han influido en la sociedad contemporánea siendo la base donde se asentaron diversos medios de comunicación audiovisual, elementos inherentes a la sociedad de nuestro tiempo.

A pesar de que con la irrupción de internet la asistencia a las salas de proyección haya disminuido las formas y lenguaje cinematográficos han influido poderosamente en otros medios audiovisuales tan cercanos a los adolescentes como el videoclip, la televisión o los videojuegos. De hecho el alumnado de secundaria puede alcanzar ciertos conocimientos del mundo que le rodea a través de películas y series de televisión. Por ello queda claro que en estos tiempos donde el poder de la imagen cada vez es más incuestionable los medios audiovisuales en general y el cine en particular han de formar parte fundamental del proceso de aprendizaje.

Ahora bien, esos elementos audiovisuales han de ser usados de una forma constructiva y dinámica tras un trabajo previo de concienzuda clasificación y selección de lo que pretendemos usar en clase y con qué objetivos. Normalmente una película dura de media entre 90 y 120 minutos cuando una clase estándar no supera los 55. En la enseñanza de la historia no se pretende el visionado de una película completa sino de visionar determinadas escenas breves con un carácter significativo de las cuales obtener una valiosa información. No se trata de ver una película en clase para matar el rato como compensación por buen comportamiento general del grupo o algo similar, nada más lejos de la realidad. Se pretende que el alumnado conozca o refuerce, según corresponda, determinados conceptos a través de la imagen. Se debe tener claro que no podemos pretender que nuestro alumnado aprenda exclusivamente mediante sesiones de cine porque es muy probable que acabe por interiorizar una visión equivocada de lo que se muestra en una película. Un filme no es una muestra de la realidad sino una visión particular de ésta llevada a cabo por un director que muestra en lo rodado aquello que desea compartir. Nunca olvidemos mantener un espíritu crítico ante el recurso cinematográfico pues quizá nuestro alumnado no tenga esa capacidad análisis tan desarrollada. Así, por ejemplo, a ningún historiador medianamente serio se le ocurriría utilizar la oscarizada Gladiator (Ridley Scott, 2000) para explicar en clase el comienzo de la crisis del Imperio Romano. No es que le falten méritos artísticos, que los tiene; simplemente es una completa falsedad desde el punto vista del rigor histórico y prácticamente nada puede aportar al alumnado más allá que la notable reproducción de la antigua Roma y especialmente del Coliseo Una formación del profesorado en la interpretación del lenguaje audiovisual se hace por ello imprescindible.

Evidentemente a la hora de usar el cine como recurso didáctico habremos de acudir en busca de las producciones con más prestigio, básicamente aquellas que menos mixtifiquen sobre el período histórico en el cual se desenvuelven. Tenemos por ello que realizar un trabajo previo de documentación. Volviendo a Gladiator siempre será más recomendable mostrar al alumnado La caída del imperio romano (Anthony Mann, 1964) pues de esta última obra hay mucho más que aprovechar para nuestros propósitos didácticos. Junto al uso del cine también pueden (y deben) usarse documentales. De ellos hay una gran cantidad y variedad a disposición de cualquier usuario de Internet.

Veamos un ejemplo práctico. Supongamos que vamos a llevar a cabo una unidad didáctica dedicada al conocido como “período de entreguerras” (1919-1939). ¿Qué obras cinematográficas podríamos usar? Aquí van algunas propuestas:

  • Speedy, 1928. La última gran comedia muda del genial HAROLD LLOYD. Obra que muestra a la perfección el extraordinario crecimiento económico en los Estados Unidos. La historia está llena de optimismo y de loas al “american way of life”. Su utilidad radica en las escenas que nos muestran a una opulenta y orgullosa ciudad de Nueva York ignorante de que unos meses después de acabar el rodaje llegaría una crisis sin precedentes.
  • Las uvas de la ira, 1940. John Ford nos legó una magnífica versión fílmica de la gran novela de Steinbeck. Perfecta para comparar la alegría de vivir del Nueva York de Speedy con la cruda realidad de la América rural tras la depresión.
  • La locura del dólar, 1932. Frank Capra rodó una perfecta explicación sobre la crisis del 29: la caída de la bolsa, el pánico posterior. Muy recomendable para que el alumnado vea con otros ojos la importancia de las cuestiones macroeconómicas en su día a día.
  • Sufragistas, (2015). Obra fílmica reciente de impecable factura que refleja la lucha femenina por el voto y la igualdad política en el primer tercio del siglo XX.

 

Me dejo en el tintero como mínimo otra decena de filmes que serían igualmente válidos para nuestro objetivo. Pero basta con escenas cuidadosamente escogidas de estas cuatro películas junto a otras procedentes de un amplio abanico de excelentes documentales sobre el tema para poder llevar a cabo un proceso educativo dinámico, innovador donde se busca educar en valores promoviendo el debate y la reflexión por parte del alumnado.

Por todo lo expuesto puede deducirse que el uso de la cinematografía en el aula presenta grandes posibilidades favorables aunque también puede llevar parejo ciertos riesgos. Uno de los puntos fuertes del uso del cine en el centro de estudio es conseguir que el alumnado vea la historia con otros ojos al descubrir que el pasado fue algo tan vivido como el presente, con seres humanos de carne y hueso con sus emociones, temores, ilusiones, penas y alegrías. Así los y las adolescentes puede que lleguen a interiorizar que el estudio de la historia va mucho más allá que una simple retahíla de fechas y personajes descubriendo que presente y pasado están más unidos y son más cercanos de lo que parece.

FRANCISCO SÁNCHEZ DE HARO

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