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Se nos acaba el invento

Matilde Soria Soto

Publicado el 04/12/2017 11:12

Según un estudio realizado por la Universidad de Oxford, en 20 años alrededor de 700 profesiones serán reemplazadas por máquinas. Es decir, los trabajos del 47% de la población económicamente activa.

Al leer algo así lo primero que se me viene a la cabeza es que la historia siempre se repite. Esto no es nuevo, ya pasó con la revolución industrial en el siglo pasado. Muchos de los trabajos más extendidos hasta ese momento fueron sustituidos por máquinas que realizaban los mismos productos en menos tiempo, por un coste inferior y un menor esfuerzo. Las primeras protestas ni se hicieron esperar, por supuesto, y aparecieron movimientos realmente fuertes que luchaban contra este nuevo método de trabajar y por lo tanto de vivir: el ludismo.

Ahora se presenta otra vez el mismo problema. Sólo que pensamos que el nuestro no será el oficio que desaparezca. Los manuales, los de montaje en cadena, los industriales, los que no requieren una alta formación específica… esos son los que están en peligro. …¿O no?

Yo soy profesora. De las de toda la vida. De las de vigilar recreos, revisar agendas, poner termómetros, zanjar peleas… Curiosamente, todavía no he dicho de enseñar. Porque esa es la cuestión. La enseñanza no va a desaparecer pero sí se va a transformar y con ella el oficio de quienes la practican. Al menos tal y como hoy la conocemos.

Cada vez vemos con más facilidad cómo nuestros alumnos y nosotros mismos encontramos fuentes de conocimiento muy diversas, no restringidas únicamente a los libros y mucho menos al aula. Ésta no desaparece pero se transforma hasta convertirse en un catalizador que dirige el aprendizaje hacia donde más le conviene. Pensar que somos centros de enseñanza es algo totalmente obsoleto. En todo caso, y siendo benevolentes, diríamos que podemos ser centros de aprendizaje.

Estamos en la revolución de la educación 4.0. La parte positiva es esa, que es la cuarta. No pensemos que el mundo está cambiando por primera vez, ya nos hemos encontrado en crisis antes. Desde la aparición de la escritura, luego de la imprenta y la llegada posteriormente de la “escuela nueva” que si bien no se ha llegado a implantar al 100%, cambió todos los planteamientos teóricos educativos.

Centrándonos en la revolución que ahora nos trae vemos que viene determinada claramente por la tecnología. Internet es una de las principales herramientas, pero no la única. La robótica, la impresión 3D, la biotecnología, la electrónica… son otros campos que no deben resultar extraños en una aula de primaria o infantil, igual que no lo es la geometría, el cálculo o la poesía. Sabemos bien que todo esto afecta a las estrategias de aprendizaje que nuestros alumnos ponen en marcha y que movilizan los procesos cognitivos, a nuestra práctica docente, al futuro laboral y cotidiano hacia el que queremos prepararles y a las nuevas formas de relaciones sociales. Es una revolución en toda regla pues afecta a las mismísimas raíces de nuestra manera de proceder.

Pero no nos equivoquemos, no se trata sólo de llenar los colegios de pizarras digitales, tablets y fibra óptica. Está claro que éstas son herramientas necesarias pero no se realiza una inmersión digital real ni se da el aprendizaje necesario para el nuevo mundo a través únicamente de su presencia, igual que no se aprende a escribir por tener un lápiz y una goma en el estuche. Su sola presencia no es garantía de nada.

Debemos trabajar en dos vertientes que convergen. Por un lado el uso real de apps, webs, PCs, buscadores, tutoriales, e-learning, videojuegos... con un sentido pedagógico. Por otro lado no debemos dejar de lado el tratamiento de temas que son la problemática de nuestro tiempo y que si bien no se han explorado tradicionalmente, ahora debemos  imprimir en ellos una importancia tan fuerte como puede ser la memorización de una poesía. Al fin y al cabo hay contenidos que han perdido trascendencia pues podemos acceder a ellos con un clic y otros nuevos que reclaman nuestra atención como docentes que quieren que sus alumnos estén preparados para vivir y convivir en esta nueva sociedad que está en construcción.

Hablo de crear conciencia. Tanto a escala global como local. Que suponga un compromiso con el ser humano y con el planeta como no lo ha habido antes y que consiga que haya una transformación en los modos y éticas empresariales. Algunos ejemplos con la igualdad de género, el consumo responsable, el cuidado del medio ambiente, la gestión emocional, la mejora en la calidad laboral y la conciliación familiar. Se trata de hacer que nuestros alumnos tomen conciencia para que no se inserten en la jungla que llamamos mundo con comportamientos totalmente individualistas basados en el propio interés.

Es por todo ello que el papel del profesor debe cambiar pues está casi en extinción. Debe convertirse en un guía que presenta, motiva, orienta, conecta y reconduce. Pero, ¿qué necesita exactamente este nuevo profesional?

  1. Saber de TODO. No limitarse a un único campo de conocimiento
  2. No necesita tener un conocimiento superior al alumno en muchas material
  3. Ser especialista en emociones, adaptación, HHSS, asertividad, empatía, resiliencia y tolerancia a la frustración
  4. Conocer y manejar las nuevas tecnologías
  5. Motivar y dejar paso a la imaginación y la creatividad
  6. Estar actualizado con los nuevos movimientos que van apareciendo
  7.  Conectar con las distintas esferas que rodean al alumno. Familia, sociedad.
  8. Trabajar en equipo. Plantearse que no se trabaja para despuntar de forma individual. Desterrar la imagen de genio. Los avances los consiguen los grupos de profesionales que investigan y cuyos conocimientos pertenecen a la comunidad científica. Sobre los que cualquiera se puede basar para seguir mejorando. Acabar con la visión del comercio de patentes que limita el acceso a unos pocos privilegiados.
  9. Concienciar. Estar inserto en el mundo real. Ser una persona comprometida

Si no conseguimos dar este giro que se nos está exigiendo, si no nos adaptamos a las demandas reales que el mundo nos reclama, nuestro oficio, como muchos otros, dejará de existir. Seremos reemplazados por los propios sujetos que aprenden apoyados en la tecnología y que no encuentran en la escuela la satisfacción a sus necesidades actuales.

Yo tuve hace años un profesor de matemáticas que nos decía “si las matemáticas pudieran resolverse con una varita mágica, ¿yo qué sería? Vendedor de varitas mágicas”.

Se nos acaba el invento, es hora de que empecemos a hacer otro tipo de magia.

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