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Tener lugar desde la didáctica

Jonathan Alexander España Eraso

Publicado el 12/04/2019 22:04

La didáctica ofrece la posibilidad de experimentar el saber en tanto saber del otro y del mundo. El ipse y el alter se están siempre prometiendo en los márgenes –porque es una promesa – un estadio de reposo y de apertura. Y aunque, en palabras de Litwin (1996), “entendemos la didáctica como teoría acerca de las prácticas de la enseñanza significadas en los contextos socio-históricos en que se inscriben” (p. 94), ésta, desde su concepción pedagógica, lanza sobre el saber una red de asedio.

Como lugar de una determinada forma disciplinar, la didáctica asume en su corpus, un deseo de sentido que se dona en la acogida. Por eso es que se crea más allá de lo presente para presentarse como experiencia en el límite de diversas disciplinas, donde el pensamiento reflexivo y crítico insinúa el paso, o por lo menos un deseo de paso en el que nos reconocemos como seres del mundo en el saber (de) otro.

Es posible que, en la extrañeza originaria de lo que se propone, se desajuste el canon educativo. Es posible que, definitivamente, sea necesario buscar un rumbo otro e invertir el sentido de las preguntas.

 

La pregunta

Como todo acontecimiento, también la pregunta, como un golpe, puede abrir un espacio de decisión en la educación pues, como lo afirma Litwin (1996), “la pregunta ocupa un lugar privilegiado en el discurso educacional” (p. 108).

 

Toda pregunta se plantea desde el mismo acontecimiento del que surge. Ahí se dimensiona una fractura en la que se re-inventa el estado pedagógico. Lo anterior permite proyectar desde la acogida un espacio para que los saberes sean ahí, en el cruce de caminos en los que se traza una oportunidad de apertura al mundo y a la vida.

 

La didáctica, en tanto pedagogía de la pregunta, deviene como hospitalidad educativa, de todo lo que se hace en la praxis formativa. Por eso la educación debe posibilitar el pensar críticamente para leer al otro en sus diferencias y darle un lugar en el que pueda escribir su propia interpretación. Es aquí que la pedagogía cede el paso a lo que llega para que su lugar se encuentre y posibilite en mundos posibles.

 

Se busca no anular al pequeño filósofo pues él está siendo en la educación. La didáctica debe donar un espacio de diferencias, (pre)ocupado por el pensamiento reflexivo y crítico. Dicha (pre)ocupación entreteje contactos educativos y aprendizajes de acogida, a través de los que el estudiante permanece para que todos los lugares sean suyos.

 

Tener lugar desde la didáctica

 

La didáctica proyecta e inventa lugares. Esta posibilidad es la forma que encuentra la acción educativa para hacer de todo lugar creativo un pensamiento reflexivo y crítico que deviene, según Deleuze (1995), “otro saber, otro saber singularmente otro, (que) es un por-venir en todo momento”. (p. 12).

 

El tener lugar es un acontecimiento. En ese sentido, el maestro no construye un lugar para sí, para la autoridad de su firma, sino que lo compone, propone Litwin (1996), como apertura del “trabajo con lo emergente, en el marco de una clase, (pues) favorece una comprensión auténtica que guarda significado tanto para los alumnos como para los profesores”. (p. 102).

 

Desde esa perspectiva, la educación también tiene lugar, es decir, acontece como una manifestación colectiva que hace de las disciplinas, realidades más hondas en tanto espacios de existencia, en los que florece, en palabras de Jiménez (1993), “puntos de partida y de llegada en la trama del tiempo vivido de la experiencia pedagógica” (p. 113).

 

La didáctica: espacio de aprendizaje

La didáctica es un espacio que se habita pedagógicamente. Se hace apertura en la propia educación para liberarla, para dejarla ser y hacer ‘obra de arte’ en ella. Así, la didáctica como experiencia educativa se transforma en mundo, hace mundo en la pedagogía.

 

Entonces ¿cómo obra la educación? Obra como vaso comunicante que propicia el devenir con otros y con lo otro. Vivir la educación se determina, desde lo que afirma Gabilondo como (1999) “la compresión de la máxima presencia de lo comprensible” (p. 41) y de lo que queremos conocer. Así la propia didáctica implica una mediación y una intervención para que todo espacio de aprendizaje sea habitado desde los saberes que son el lugar del descubrimiento donde las diferencias develan lo propio de la imaginación y el pensamiento.

 

Aperturas de la didáctica       

La didáctica es multiplicación y apertura del saber y de sus sentidos. Ahí el propio saber está escribiéndose: porque al escribirse, escribe también con los otros saberes que lo conforman. Por ello, la didáctica se enraíza en la piel del acontecimiento que se hace mundo en el aula.

 

De esta manera, se configura el aprendizaje en el marco de una educación que al ser apertura ética, asume el reto de acompañar mientras se actúa, lo que significa que el aprender también tiene que ver con lo que se enseña. Entonces, enseñar implica un tocar pero en un sentido sensible y estético, cuya forma de proceder está atenta al espacio del otro siendo siempre una experiencia de uno mismo, o en un sentido más amplio –siguiendo la definición de hombre de Husserl–, un Welterfahrendes Leben (una vida que experimenta el mundo), pues, en palabras de Litwin (1996), “enseñar, es, desde nuestra perspectiva, aprender. Aprender antes, aprender durante, aprender después y aprender con el otro.” (p.113).

 

 

REFERENCIAS

 

Deleuze, G. (1995) Proust y los signos. Barcelona, Anagrama.

Chateau, J. (1956) Los grandes pedagogos. París, Presses Universitaires de Frances.

Bárcena, F; Mélich, J-C. (2001) La educación como acontecimiento ético: Natalidad,    narración y hospitalidad. Barcelona, Paidós. 

Gabilondo, A. (1999) Menos que palabras. Madrid, Alianza.

Jimenéz. J. (1993) Cuerpo y tiempo. Barcelona, Destino.

Litwin, E. (1996). El campo de la didáctica. La búsqueda de una nueva agenda, en De Camilloni, A & otros. Corrientes didácticas contemporáneas. Buenos Aires, Paidós.

Mélich, J-C. (2002) Filosofía de la finitud. Barcelona, Herder.

Nancy, J-L. (2006) Ser singular plural. Madrid, Arena.

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