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Un salvavidas: la educación

Ana María Soteras Gay

Publicado el 07/03/2020 17:03

Un puntito de color en una tela blanca, un brillo en medio de la nada, un salvavidas en la inmensidad del mar.

El ambiente que hoy nos rodea, merece la pena detenernos y observarlo, es un ambiente que tiende a ser cada vez menos armónico, inmerso en conflictos sociales , políticos y económicos, un ambiente donde la inactividad y la agresividad social existe a cierto nivel, es un ambiente que nos rodea a mayores y a pequeños condicionando nuestras conductas y desarrollo.

La convivencia entre iguales y no tan iguales experimenta variables del condicionamiento humano, trasladamos nuestro bien o malestar mediante el trato y la relación con los demás. Equiparamos imprudentemente, quizás inconscientemente, aquello que recibimos en igual medida a aquello que ofrecemos.  Si me siento feliz, satisfecha, llena,  irradio a mí alrededor con mi gesto, habla, movimientos y rostro una aureola de felicidad, tiendo a ser más paciente, receptiva, atenta, evito el conflicto y facilito el consenso. Lo mismo ocurre opuestamente cuando traslado mi malestar originándose  tensiones, faltas de comunicación, situaciones de  difícil resolución  y trasladando  indiferencia e insensibilidad versus al otro.

Llanamente no se trata de  despertamos con el pie derecho o izquierdo,  no deja de ser una pequeña anécdota.

 Todo ello repercute justo en el vértice de nuestra labor profesional, dándole la importancia que se merece cuando se trata de profesionales de la educación. El centro escolar acoge a un público variopinto, si se me permite la expresión. En sí misma, esta realidad, ya es lo suficientemente explosiva para encender los indicadores de atención educativa; conocer, identificar, reconocer las diferentes realidades de cada una y uno de nuestros alumnos, para poder trazar las bases de nuestra actuación acompañando su realidad. Un proceso de enseñanza –aprendizaje por y para esa realidad, comprender mucho del miedo y la inseguridad frente a la  realidad que les toca vivir.

Los adultos resuelven pocas veces de forma satisfactoria los interrogantes que se presentan, bien por falta de saber transmitir, bien por desconocimiento, bien por crear un efecto burbuja de protección o bien por falta de interés. Sea cual sea el motivo hay que ofrecer un salvavidas al que poder recurrir, agarrarse y del que tirar de ellos en cualquier momento.

Ahora hay que darle forma a este salvavidas, hay que moldearlo a aquel grupo de infantes que tenemos en nuestras aulas. Vamos a  llamarle educación y vamos a darle la importancia que se merece. Primero  creando  un ambiente preparado y en segundo lugar moldeando nuestra actitud dentro de este ambiente. Ambos principios deben estar íntimamente relacionados y deben procurar en conjunto la interdependencia progresiva respecto al adulto.

Respecto al ambiente debe provocar la aparición y el desarrollo de las potencialidades que cada infante lleva inmersas en sí mismo, sembrando el espíritu y la conciencia social de una manera real, vivencial. Ofreciendo un abanico de actividades dentro de un marco que prescinde de la necesidad de coacción mediante recompensas o castigos, dentro un margen muy amplio de libertad de libre elección y repetición.

La actitud y conducta del profesional educativo permite tratar a cada infante individualmente, de acuerdo a sus necesidades, donde cada uno trabaja a su propio ritmo construyendo con exactitud y precisión las estructuras de su personalidad.

Estas son las bases de la metodología de María Montessori para satisfacer las necesidades naturales del ser humano, sin priorizar solo sus facultades intelectuales sino también su iniciativa de elección llevando de la mano su expresividad emocional.

Sin duda la perspectiva constructivista de la educación no debería ser un aspecto a debate a tiempos actuales. La organización de los espacios, el material y los tempos en el día a día de nuestra práctica educativa sí deberían serlo y sino…. ¿de qué manera el ambiente condiciona la conducta de los adultos o puede condicionar el desarrollo de nuestros alumnos?....Esta es una pregunta que por ahora dejo sin respuesta.

Un puntito de color en una tela blanca, un brillo en medio de la nada, un salvavidas en la inmensidad del mar.

Nuestra labor debe prescindir de muchos condicionantes, la voluntad debe plasmarse en acción y autoevaluación. Tenemos la suerte de poder recurrir al ambiente que nos rodea para poder dibujar nuestro itinerario gracias a él. Paso a paso marcamos el camino,  nuestra realidad social, política y económica entrelaza con la realidad familiar, social y particular de cada una y uno de nuestros alumnos, si tenemos todas las piezas podemos construir la maquinaria necesaria para empezar a trabajar, siempre ajustando nuestra acción cuando sea necesario y,  si es preciso, dispondremos de los recambios para cualquier posible  imprevisto. No se trata de convertirnos en ingenieros técnicos ni nada parecido, sencillamente trasladar un auténtico convencimiento de cómo afectan y ejercen su influencia aspectos que a priori podríamos tacharlos de superfluos, poco prescindibles cuando realmente son precisamente estos a los que más atención debemos poner. Nuestro salvavidas, la educación.

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