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Viviendo y aprendiendo, o eso me gustaría.

Juan José Camacho Aroca

Publicado el 29/03/2020 21:03

Es un hecho innegable que el ser humano, como animal racional, ha tenido que fallar en sus actuaciones para aprender de las mismas, mejorando así su técnica y método en base a la experiencia errónea sufrida. Estoy seguro de que la primera rueda no era tan redonda y efectiva como la actual, así como Edison no inventó la bombilla sin cometer errores, o Hedy Lamarr no encontró, en un solo intento, el espectro ensanchado que permitió las comunicaciones a larga distancia (Wifi, bluetooth, GPS…). Todos ellos, como el resto de seres humanos que determinaron el curso de la historia y del mundo tal y como hoy lo conocemos, tuvieron que pasar por según que experiencias y errores para aprender de ellos y, por ende, mejorar en sus hazañas.

Mejoraron el mundo, así como marcaron el curso de la historia la cual, estos días, se está viendo modificada y marcada por el COVID-19, que afecta ya a casi todos los países del planeta Tierra. Un hecho sin duda atroz, como otros muchos que suceden en otras partes del mundo todos los años, y que se cobran la vida de miles de personas inocentes. Una experiencia que marcará por desgracia la vida de todos nosotros a corto y largo plazo, pero de la que estoy seguro, al igual que les sucedió a los personajes históricos mencionados anteriormente, nos hará reflexionar y aprender sobre esto que ahora vivimos.

Como maestro (sin haber tenido la oportunidad de ejercer) de Educación Primaria, y todavía estudiante de Educación Infantil, no puedo dejar pasar la oportunidad de analizar y reflexionar sobre los hechos que ahora vivimos, y de cómo afectan, y podrían afectar, a la educación tal y como la conocemos.

En los últimos años, el auge de las nuevas tecnologías en el mundo entero y su incidencia en nuestro día a día, nos ha llevado a implementar una competencia digital para nuestro alumnado, tan necesaria como innegable si los queremos formados y competentes, tanto en dicha área, como en el mundo en el que vivimos. Así como es innegable que hemos intentado, siempre con la mejor intención, usar dichas herramientas digitales como eso mismo, herramientas que nos permitan educar de una forma innovadora, versátil, completa y de la cual no sabíamos con certeza hasta qué puntos o límites podríamos llegar a aprovechar como tal, para hacer nuestra docencia más efectiva y completa. Por ello, ¿no sería este un “buen momento” para comprobar y experimentar de primera mano hasta dónde son útiles dichas herramientas? A día de hoy, 28 de marzo de 2020, llevamos unos 15 días de cuarentena, y creo, según me comentan profesores y compañeros en activo, que ya nos estamos dando cuenta de que no es tan fácil dar clase, para una media de 20 alumnos, a través de una cámara y un micrófono simplemente. Los turnos de palabra, la interacción real y física, las bajadas de señal de la red… son muchos de los inconvenientes que “gracias” al momento que vivimos, podemos experimentar y analizar como docentes. Y bueno, no nos olvidemos de que dichos inconvenientes surgen para aquellos que tienen ordenador en casa, o conexión a internet local, ya que también hay maestras y maestros enviando tareas a los WhatsApp de los progenitores, que por desgracia todavía no disponen de dichos medios.

Otro hecho que creo nos atañe como docentes, y quiero tratar, es el de los numerosos consejos de parte de profesionales de la Pedagogía, Docencia y Psicología, que acertadamente estos días envían a aquellos padres y madres que no saben cómo mantener a sus hijos en casa todo el día, sin que esto afecte a su desarrollo físico, mental y emocional.  Pienso que debo tratarlo por lo siguiente; la mayoría de dichos consejos enfocados a mantener la calma en una situación como esta, y así, conseguir o mantener un equilibrio físico y emocional, son actividades relacionadas en su mayoría con el ejercicio físico, el arte, o la música… Perdonen mi atrevimiento pero, ¿no es cuanto menos llamativo que dichas actividades enfocadas a un crecimiento corporal, mental y emocional equilibrado, estén relacionadas de forma directa con aquellas materias que menor incidencia e importancia se les otorga a veces en nuestro sistema educativo? No es ningún secreto que materias como E. Física, Música, o Plástica, tienen menos horas lectivas en la mayoría de horarios convencionales y, además, durante mucho tiempo se han percibido injustamente en nuestra sociedad como “Marías” fáciles de aprobar y superar. Así como también, durante los últimos tiempos, por suerte, la Inteligencia y Educación Emocional ha ido cobrando relevancia en el ámbito educativo, pero no se ha introducido de forma total o formal en nuestro día a día en las aulas. En cambio, ahora se invita a los progenitores a realizar actividades con sus peques, relacionadas también de forma directa con dicha área. La meditación, el diálogo con los hijos e hijas sobre sus gustos, aficiones, intereses, preocupaciones… En general, consejos para conocerlos y que nos conozcan mejor, con el objetivo de que la comunicación entre progenitores e hijos propicie una mayor expresión de las emociones y, por lo tanto, un tratamiento de las mismas si no mejor, al menos presente, en lugar de hacer de ellas un tema tabú que, a la larga, sólo nos traerá problemas relacionados con la inseguridad, desconfianza y baja autoestima entre otros.

 

Es evidente que esta situación, en mayor o menor medida, supondrá un cambio a escala global, que afectará a todos los colectivos y grupos sociales y que, sin duda, se estudiará en un futuro en las aulas del mundo entero. Cambios en la historia, cambios históricos. Esto me lleva irremediablemente de vuelta al inicio de este artículo, en el que hablábamos de ciertos hechos que han cambiado la historia del ser humano a raíz de la experiencia vivida, del fallo cometido. Por ello, invito a mis compañeras y compañeros de la actividad docente y pedagógica a reflexionar, a partir de esta desgraciada oportunidad de análisis que las circunstancias nos “brindan”, sobre los temas tratados.

Por un lado, en cuanto a las nuevas tecnologías como medio, quizá sea demasiado pronto para afirmarlo, pero ¿no hemos notado ya que la docencia no es nada sin el contacto visual directo? ¿sin el contacto físico? ¿sin la observación directa del comportamiento e interacciones sociales entre alumnado y los conflictos que esta genera? ¿sin un abrazo o gesto de ánimo a un pupilo que muestra necesitarlo? La tecnología es, sin duda, una herramienta maravillosa que nos permite complementar, ampliar y afianzar conocimientos de una forma descomunal, ya que tenemos enciclopedias universales a tan sólo un “clic” de distancia, y esto es una auténtica maravilla. Por ello, me atrevería a decir que las nuevas tecnologías, junto con la situación actual, nos parecen estar demostrando que su utilidad vendría a estar limitada como herramienta, no como medio directo y “único” de enseñanza y aprendizaje. Quizá, como en todo, el equilibrio sea la clave, siendo el ser humano el que enseñe y eduque ayudándose de la tecnología, pero nunca al contrario.

Por otro lado, en cuanto al desarrollo equilibrado del “cuerpo-mente-alma o emociones”, no sabría decir, humildemente, si hemos cometido errores a lo largo de nuestra historia educativa. Intuyo que sí, ya que dicha historia es larga y, además, somos humanos. Al igual que, seguro, habremos cometido multitud de aciertos. Pero lo que sí puedo asegurar, a ciencia cierta, es que este es un momento histórico de índole mundial, y que, en mayor o menor medida, son las condiciones más extremas a las que, por “suerte” (no como en otros países, por desgracia, con epidemias constantes o guerras donde la humanidad siempre pierde), el “mundo del siglo XXI” se ha enfrentado jamás. Esto me lleva a tener en cuenta dos premisas:

1. Es una de las situaciones vitales más complejas a las que nos hemos enfrentado y, para afrontarla, necesitaremos de valores que la escuela siempre defendió; respeto, solidaridad, trabajo cooperativo, empatía, comprensión, responsabilidad…

2. Los expertos aconsejan la práctica de disciplinas que, a mi modo de ver, injustamente se han visto supeditadas al resto de disciplinas en el ámbito escolar, pero que resultan ser esenciales para “sobrevivir” de forma sana ante situaciones de extrema presión, estrés, incertidumbre, angustia…

Teniendo en cuenta ambas premisas, no puedo evitar concluir personalmente, e invitar a la reflexión, colectivamente, de las siguientes ideas…

Si en estas condiciones “extremas”, de evidente dificultad, para un mantenimiento sano de la estabilidad emocional y la salud mental, así como la física, se aconseja e invita a los padres y madres a llevar a cabo en casa actividades y rutinas relacionadas con las disciplinas anteriormente mencionadas, ¿no nos deberíamos plantear, de forma seria, la futura equiparación de dichas materias (Música, E. Física y Plástica) con las llamadas o conocidas como “materias troncales” de una forma real? Así como también, ¿nos deberíamos permitir el lujo de no pensar en la introducción de manera formal y profesional, de la Educación Emocional como nueva área de conocimiento?...

Está claro que son momentos duros, pasarán. Todo pasa, todo llega. No es momento de decidir a cerca de estas cuestiones, pero sí, quizá, de tomar conciencia de la importancia histórica del mismo y de las cosas positivas que se pueden sacar de circunstancias tan negativas como estas. Como dije anteriormente, marcará un antes y un después en muchas vidas y en muchos ámbitos, en la mayoría por desgracia, a peor. Intentemos, ya que tenemos la inmensa fortuna de que dependerá de nosotros como docentes, que dicho cambio sea para mejor en el ámbito educativo. Analicemos las circunstancias vividas, analicemos los resultados. Si fallamos podremos aprender. Si fallamos podremos mejorar. Si fallamos estamos vivos. Como dije en el título, “viviendo y aprendiendo” o al menos, eso me gustaría.

Ánimo y reflexionemos, compañeras y compañeros.

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