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Pequeños pasos hacía una escuela emocional

María Vivas

Publicado el 15/03/2021 20:03

Cuando a las personas adultas se les pide que recuerden a sus mejores profesores; es decir, aquellos que más le impactaron, el 90% de las cualidades que suelen atribuirles son de carácter socio-emocional como, por ejemplo, cercanía, confianza, credibilidad, capacidad para motivar, respeto, disponibilidad… Sólo alrededor del 10% de cualidades tiene carácter cognitivo-académico como “explicaba muy bien” o “sabía muchas cosas”. Esto indica la importancia que estos aspectos tienen para los alumnos presentes y pasados. Sólo un profesorado dispuesto a implicarse y dispuesto a hacerlo con una implicación máxima, pero saludable emocionalmente, puede abordar con garantías los conflictos y retos que diariamente se presentan en el aula (Vaello-Orts, 2007).

De acuerdo con esta afirmación no es de extrañar que en los últimos años, la educación emocional haya empezado, por fin, a cobrar relevancia en el ámbito académico y que cada vez se hable más de ella en la escuela. Parece que este interés por lo emocional surge para responder a ciertas necesidades sociales que no se atienden en las áreas académicas formales (Bisquerra, 2003, 2011).

Sin embargo, este interés que la educación emocional empieza a suscitar no significa, ni mucho menos, que a día de hoy sea tratada en la escuela como el resto de las materias formales. Sin embargo, debería ser esencial trabajarla en el aula, ya que es un espacio donde el niño aprenderá y por el cual se verá profundamente influenciado (Viloria, 2005). Es por ello que con este artículo quiero acercar esta educación emocional a la comunidad educativa y brindarle la importancia que se merece.

Como bien sabemos, el objetivo fundamental de la educación es conseguir el desarrollo integral de cada individuo. Pero para obtener esto, no sólo hay que centrarse en la parte cognitiva, también hay que tener en cuenta la parte emocional. Que un alumno obtenga unos resultados brillantes a nivel académico no asegura su éxito en la vida, puede que no llegue a desenvolverse eficazmente a otros niveles como puede ser a nivel social, familiar, profesional, etc.

Antes de adentrarnos en el mundo de la educación emocional es conveniente conocer la inteligencia que se trabaja con ella y el concepto de emoción.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Este concepto surgió hace, relativamente, poco tiempo. Hasta entonces, las emociones y el razonamiento solían ser considerados elementos opuestos (Mayer, Salovey, Caruso y Cherkasskiy, 2015).

Thorndike y Gardner comienzan a darle importancia a los aspectos emocionales. Hasta que en 1990, de la mano de Mayer y Salovey, aparece por primera vez en la literatura científica la definición de inteligencia emocional. Este término se comienza a popularizar en 1995, cuando Daniel Goleman publica su libro “Inteligencia Emocional” donde afirmaba que “todos nosotros representamos una combinación peculiar entre el intelecto y la emoción” (Goleman, 1995, p. 45)

En el 2000, Salovey y Mayer definen la inteligencia emocional como “la habilidad para percibir y expresar las emociones, asimilar las emociones en el pensamiento, comprender y razonar a través de las emociones y regular las emociones en uno mismo y en los demás” (Mayer, Salovey y Caruso, 2000, p. 396).

En la actualidad, no hay un significado único del mismo, aunque gran parte de las definiciones coinciden en que la IE implica la capacidad de razonar a través de las emociones y que la emoción fomenta el pensamiento (Mayer et al. 2015).

EL CONCEPTO DE EMOCIÓN

Las emociones son fundamentales en la vida de las personas, a diario se experimentan muchas de ellas. 

El concepto de emoción es definido por Bisquerra (2000) como “estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación que predispone a la acción” (p.61). Como se menciona en esta definición, la emoción predispone a la acción, pero esto no quiere decir que la acción se lleve a cabo siempre. Esta predisposición puede ser regulada y, aquí, es donde entra en juego la educación emocional (Bisquerra, 2014).

LA EDUCACIÓN EMOCIONAL

La educación emocional, como indiqué anteriormente, surge para responder a las necesidades sociales que no están atendidas en la educación formal (Bisquerra, 2003, 2011). Esta educación debe iniciarse desde el nacimiento y llevarse a cabo a lo largo de toda la vida. También debe estar presente a lo largo de todo el currículo académico, desde su inicio en la etapa de educación infantil.

Por ello, el concepto de educación emocional se define como:

Proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo integral de la persona, con objetivo de capacitarle para la vida. Todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social.

(Bisquerra, 2003, p. 27)

Con la educación emocional, además, se intenta minimizar o prevenir la aparición de ciertos trastornos o comportamientos de riesgo como puede ser el estrés, conducta antisocial, depresión, agresividad, etc. (Bisquerra, 2003). Este mismo autor señala que los comportamientos de riesgo rara vez se producen aislados, suelen ir acompañados de comportamientos problemáticos. Plantea que un adolescente que tenga, por ejemplo, conducta antisocial tiene más probabilidades de consumir drogas, delinquir, fracasar escolarmente, etc. Estas conductas entrañan una deficiencia del equilibrio emocional y, por ello, deben ser atendidas por el sistema educativo a través de la educación emocional. Esto demuestra, que el desarrollo de las competencias emocionales es más necesario que cualquiera de las demás materias de la educación formal.

Como se dijo anteriormente, la educación tiene como objetivo el desarrollo de las competencias emocionales entendidas como “el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales” (Bisquerra, 2003, p. 22). El Grupo de Recera en Orientación Psicopedagógica (GROP)  planteó un modelo de competencias emocionales estructuradas en 5 bloques (Bisquerra, 2009).

DE LA TEORÍA AL AULA DE EDUCACIÓN INFANTIL

En la actualidad, educar en inteligencia emocional es, cada vez, más necesario. Desde el momento en el que uno nace, las emociones comienzan a estar presentes y van a intervenir en los procesos evolutivos del individuo, siendo de gran importancia en la formación de la personalidad y de la interacción social (Cassà, 2005).

Los primeros años de vida son muy importantes para que los niños y niñas desarrollen su inteligencia emocional. Además de tener una mayor plasticidad cerebral, en esta etapa es cuando comienzan a desarrollar las habilidades emocionales y a establecer los principios de la inteligencia emocional (Goleman, 1995). Ahí comienzan a reconocer sus emociones, las de los demás y las causas de estas. Esto hace imprescindible que se lleve a cabo la educación emocional desde las primeras etapas de la vida.

La educación emocional puede ser aplicada en diferentes contextos, destacando primordialmente la familia y la educación formal.

El profesorado tiene un papel muy importante en la educación emocional del alumnado y, por ello, debe ser el primer destinatario de esta. Una vez hayan adquirido las competencias emocionales necesarias, estarán capacitados para trabajarlas con el alumnado. Para que el alumnado adquiera las competencias emocionales adecuadamente, el profesorado debe ser consciente de su importancia y dedicar tiempo y esfuerzo. Además, también es importante que las familias desarrollen esas competencias para conseguir una mejor relación con sus hijos e hijas y para colaborar con el profesorado en la puesta en práctica de la educación emocional, haciéndola así más efectiva (Bisquerra, 2011).

Esta educación emocional puede ser trabajada en el aula a través de programas, de actividades diseñadas específicamente para ello o de forma transversal, integrándola en el resto de actividades académicas. En todas las actividades que se realicen a diario se puede fomentar el trabajo en equipo, la expresión de emociones, la reflexión, etc. y, con ello, ya se estará llevando a cabo la educación emocional (Cassà, 2012).Un ejemplo puede ser la asamblea, es un buen momento para entablar conversaciones con los niños y las niñas y que expresen y reflexionen sobre sus emociones.

A continuación voy a hacer una propuesta que puede ser llevada al aula para trabajar parte de lo explicado.

Esta propuesta consiste en crear un espacio en el aula (rincón) al cual los niños y las niñas puedan acudir cuando sientan estrés, ansiedad, preocupación, etc. El fin de este espacio será que estos pasen de un estado de alteración a uno de calma y que se puedan reincorporar a la clase relajados y prestar atención nuevamente. El lugar deberá ser acogedor, tranquilo y estar bien organizado, y es muy importante que el docente explique las funciones del mismo y se establezcan una serie de normas de uso.

En este espacio se pueden incluir actividades y materiales como los siguientes, teniendo en cuenta que deben ser presentados y trabajados con anterioridad de forma individual. Estos materiales pueden ser botellas de la calma, rotuladores y mandalas, asanas de yoga, peluches, laberintos y sencuencias de respiración o incluso libros de lectura relajantes.

 

Este rincón se puede complementar con sesiones de yoga y mindfulness semanales. Lo ideal sería realizar una o dos sesiones a la semana. Es recomendable que estas tengan cierta continuidad para observar resultados en el alumnado y pueden ser divididas en 3 partes: una de calentamiento, otra de actividades con posturas de yoga o asanas y una última con ejercicios de respiración, concentración, relajación, etc.

CONCLUSIÓN

Con este artículo quiero reflejar la necesidad de que la educación emocional esté presente en las aulas, tanto en las de Educación Infantil como en las de etapas posteriores. La parte emocional y la cognitiva están estrechamente relacionadas y es prácticamente imposible alcanzar el éxito si una de los dos no se desarrolla adecuadamente.

La escuela, junto con la familia, tiene un papel muy importante en la educación emocional de los niños y a las niñas. Como futura docente pienso que es de vital importancia formar al profesorado en este tema para que adquiera las competencias necesarias y pueda llevar a cabo la educación emocional con su alumnado, obteniendo buenos resultados. Difícilmente se puede transmitir algo que no se domina.

En definitiva, la educación emocional tiene un papel muy importante en la escuela, tanto para los docentes como para el alumnado, y es beneficioso trabajarla desde edades tempranas para que el niño alcance su desarrollo integral. Por ello, no se debe tratar al margen del resto de aprendizajes, ya que todos ellos deben estar relacionados y, en conjunto, permitirán alcanzar el éxito y el completo desarrollo de los estudiantes.

 

REFERENCIAS

Bisquerra, R. (2000). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis

Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida. Revista de Investigación Educativa, 21(1), 7-43. Recuperado de: https://revistas.um.es/rie/article/view/99071/94661

Bisquerra, R. (2009). Psicopedagogía de las emociones. Madrid: Síntesis.

Bisquerra, R. (2011). Educación emocional. Padres y maestros,(337), 5-8. Recuperado de: https://revistas.comillas.edu/index.php/padresymaestros/article/view/272...

Bisquerra, R. (2014). Educación emocional e interioridad. En L. López, (Ed.) , Maestros del corazón. Hacía una pedagogía de la interioridad, (pp. 223-250). Madrid: Wolters Kluwer.

Cassà, E. L. (2005). La educación emocional en el aula de infantil. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 19 (3), 153-167.

Cassà, É. L. (2012). Inteligencia emocional en el aula. . En R. Bisquerra (Ed.), ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancila y en la adolescencia. Barcelona: Hospiltal Sant Joan de Déu. Recuperado de: https://faros.hsjdbcn.org/sites/default/files/faros_6_cast.pdf

Fernández-Martínez, A. M. y Montero-García, I. (2016). Aportes para la educación de la Inteligencia Emocional desde la Educación Infantil. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 14 (1), 53-66. doi: 10.11600 / 1692715x.1412120415

Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós.

Mayer, J. D., Salovey, P., y Caruso, D. R. (2000). Models of emotional intelligence. En R.J. Stenberg (Ed.), Handbook of intelligence, (pp. 396-420). Cambridge, England: Cambridge University Press.

Mayer, J. D., Salovey, P., Caruso, D. R., y Cherkasskiy, L. (2015). Inteligencia Emocional. En F. Botín (Ed.), De la neurona a la felicidad. Diez propuestas desde la Inteligencia Emocional, (pp. 9-32). Santander: Fundación Botín. Recuperado de: https://www.fundacionbotin.org/89dguuytdfr276ed_uploads/EDUCACION/201 5-De%20la%20neurona%20a%20la%20felicidad.pdf

Vaello-Orts, J. (2007). Cómo dar clase a los que no quieren. Madrid: Santillana.

Viloria, C. d. (2005). La educación emocional en edades tempranas y el interés de su aplicación en la escuela. Programas de educación emocional, nuevo reto en la formación de los profesores. Tendencias Pedagógicas,(10), 108-123

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