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Philosophy for children: educar al pensamiento reflexivo

manuel.poli

Publicado el 13/03/2023 13:03

Philosophy for children

En el mundo actual, la capacidad para elegir entre lo que efectivamente se presenta como una fuente de información sólida, es imprescindible para la conformación de una visión emancipada de la realidad. En este contexto socio-tecnológico nos vemos expuestos a una cantidad incalculable de informaciones, que, en lugar de acrecentar nuestras herramientas cognoscitivas hacia el mundo, nos muestra una madeja cargada de hilos, sin saber cuáles de estos hilos puedan ser considerados más fiables.

Ya desde finales de los años ’60 Matthew Lipman vio la necesidad pedagógica de dar respuesta a este estado de cosas que Lyotard (2016), en un estudio sobre el estado del saber en las sociedades desarrolladas, llamará once años después, “Condición postmoderna” (p.9). Junto con Ann Margaret Sharp, el filósofo estadounidense elaboró un programa llamado Philosophy for children, que se proponía introducir el pensamiento reflexivo a través del método filosófico-socrático en la aulas de niños ya desde una edad muy temprana. Lipman eligió la novela como instrumento didáctico para su proyecto pedagógico. La primera se tituló El descubrimiento de Harry y estaba dirigida a alumnos entre 11 y 14 años de edad, la cual debía buena parte de su planteamiento al modelo de desarrollo cognitivo de Piaget, sobre todo por lo que se refiere a la idea según la cual es necesario estimular al niño con continuos retos intelectuales por su crecimiento personal. A pesar de esta importante influencia por parte de la psicología constructivista, lo que Lipman apartó de su propuesta pedagógica, fue la concepción del desarrollo cognitivo de Piaget, donde el niño pensaría de forma cualitativamente diferente del adulto. Según Lipman el niño no está excluido a priori de este tipo de pensamiento, sino que el problema que tiene el niño para aproximarse a estos tipos de problemas sería más bien una cuestión lingüística y experiencial, debido al simple hecho que el niño no ha adquirido todavía el lenguaje y la experiencia necesaria para enfrentarse a estos tipos de interrogantes.

Sucesivamente Lipman escribió seis novelas más, por un total de siete novelas, que abarcaban un rango de edades, desde los 6 hasta los 18 años. La elección de la novela por parte de Lipman no es casual, de hecho, Bruner (1986) vio en ella algo más que un instrumento didáctico, sino que consideró la narración como “un modo de pensar, una estructura para organizar nuestra conciencia y un vehículo en el proceso de la educación y, en particular, de la educación científica” (Bruner, 2003, p. 132). Así que Lipman estructuró estas novelas sobre la base de experiencias prácticas concretas que el alumno pudiese encontrarse es su día a día, integrándolas en las diferentes ramas de la filosofía más tradicional como la lógica, la ética o la estética.

Históricamente los niños habían sido excluidos de este tipo de enseñanzas y en buena medida también del pensamiento reflexivo que caracteriza la filosofía. En realidad este fue uno de los elementos claves sobre el cual se construyó Philosophy for children. La formación reflexiva en educación se plateó por primera vez en Estados Unidos de forma significativa con la corriente pragmatista y sobre todo con John Dewey, según el cual, la constitución de un sujeto reflexivo es conditio sine qua non para conseguir uno de los fines fundamentales de la educación, entendiendo en primer lugar la escuela como una institución social funcional a la construcción de una sociedad democrática. Para Dewey la construcción de un sujeto y de su pensamiento reflexivo sólo es posible a través de un programa educativo que esté orientado a este fin, estimulando la curiosidad del alumno, no tanto desde una perspectiva abstracta de la realidad (en continuidad con buena parte de la filosofía tradicional), sino desde una visión materialista típica del pragmatismo americano del siglo XX. Por esto concibió el aula como una “comunidad de investigación”, asumiendo el modelo de la comunidad científica, donde, según Dewey, no asistiríamos a un ambiente hostil y competitivo, sino más bien a un espacio compartido entre iguales, donde cada uno expresa sus ideas a partir de la condiciones básicas de igualdad y libertad.

Estos dos conceptos están a la base del proyecto pedagógico de Philosophy for children. Ahora vemos de qué manera. En primer lugar, hay que entenderlos como dos conceptos pedagógicamente muy vinculados entre ellos. La idea fundamental es que todos nacemos con una predisposición al pensamiento y esto nos proporciona las herramientas para poder expresarnos en el aula entre iguales. Por lo tanto, esta igualdad se caracteriza por ser condición de posibilidad del aula como “comunidad de investigación”, en cuanto una desigualdad de fondo significaría la ruptura de una reflexión conjunta, y, consecuentemente, del proyecto pedagógico en su conjunto. Sin olvidar las desigualdades de diferente tipo que existían en la sociedad de la época, Lipman otorga a la escuela la función primordial de formar en escala más pequeña aquella sociedad democrática y participativa por él imaginada. Por otra parte, vinculado al concepto de igualdad, estaría el de libertad. La definición de este concepto no seguiría la tradición liberal según la cual la libertad sería antes de todo la ausencia de obstáculos para el desarrollo individual, sino que Lipman la concebiría como la posibilidad concreta y material, dada en primer lugar por el contexto de igualdad en el cual el alumno está integrado, de poder expresarse en el aula, aportando argumentos en contra o a favor de una determinada cuestión o problema. Entendida de esta manera la libertad sería, tanto por el alumnado en una clase como por lo que este alumno será en perspectiva, es decir, un ciudadano en sociedad, un derecho, o, mejor dicho, el derecho a expresarse, participando a un debate entre iguales.

A pesar de ser una concepción de igualdad que se aleja de la tradición liberal, no debe entenderse como un tipo de igualdad aniquiladora de las diferencias, sino más bien lo contrario. Lipman entendía este concepto como un medio, una condición de posibilidad para que el alumno pudiera expresarse libremente y, al mismo tiempo, como un fin hacia el cual aspirar para la aplicación de su programa pedagógico. Esta concepción de la escuela, donde el alumno pueda y de alguna manera deba participar activamente al desarrollo de las clases, se basa sobre un método de participación y discusión muy determinado. Aquí aparecen más claramente los aspectos más propiamente filosóficos vinculados con el proyecto pedagógico de Philosophy for children. La forma elegida para este tipo de proyecto sería el diálogo filosófico de matriz socrática. En este caso no estamos hablando de contenidos, sino de la forma, del método con el cual se estructurarían las clases. Como afirma Robert Fisher en su trabajo titulado Socratic Education “una de las características del pensamiento competente es la exploración, la habilidad para explorar una situación antes de formular un juicio” – y, según el mismo autor, “Sócrates justifica el uso del diálogo como una manera para aproximarse a la realidad a través del uso de la razón en una investigación compartida” (Fisher, 1995, p.23) (Traducción mía). Pero, ¿en que consiste este tipo de diálogo socrático aplicado a la didáctica en las aulas? Conociendo la forma de proceder que aparece en los diálogos platónicos, donde Sócrates es el punto de referencia, no es difícil entender de qué manera este método entraría en una clase y como tendría que platearse en cuanto “forma” de enseñanza. Normalmente se comienza desde un problema, una cuestión, que puede ser de diferente tipo (lo que hace Lipman en sus escritos es proponer ejemplos muy cercanos a la vida del alumno en sus diferentes edades para acercarse a su realidad más cercana y estimular sus intereses y motivaciones). A partir de aquí se abre un debate - un diálogo - entre los alumnos, los cuales tendrán que exponer sus razones para dar solución a esta cuestión. El profesor en este caso, después de haber planteado la pregunta, seguirá la línea socrática, donde su función es la de alguien que no posee la verdad de antemano, pero sí, que puede guiar el alumno en el camino hacia las posibles respuestas.

Este método pedagógico que caracteriza el proyecto de Philosophy for children se fundamenta sobre una base epistémico-filosófica muy sólida, según la cual no estaríamos hablando de verdades, sino de opiniones. Sin embargo, las opiniones que el alumno expresa en clase, serán más o menos válidas en función de los argumentos que el alumno pueda presentar. Esto todo enmarcado dentro un contexto pedagógico que, como ya hemos dicho, se fundamenta sobre las bases de la igualdad y libertad. Según Lipman esta sería la forma para alejarse del modelo tradicional autoritario y, al mismo tiempo, de evitar otro mal típicamente postmoderno, donde las opiniones, por el hecho de ser tales, son respetables en su totalidad, sin poder diferenciar entre la que tienen fundamentos y las que no lo tienen.

Finalmente, volvemos al planteamiento inicial, donde se decía que la educación es la vía privilegiada para proporcionar las herramientas necesarias para el desarrollo del pensamiento reflexivo, y, con ello, la posibilidad de poder moverse con capacidad dentro de la intricada red de informaciones de las sociedades actuales. Es decir, Philosophy for children, en continuidad con las ideas de su fundador Matthew Lipman, sigue siendo no solamente una estrategia para el desarrollo individual del alumno, sino la formación de un sujeto reflexivo con un determinado fin social. Dicho de otra manera el espíritu de Philosophy for children será la configuración de un ciudadano emancipado como formación integral del individuo en la formulación de un nuevo humanismo pedagógico.

 

Bruner, J. (2002). Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva. Madrid: Alianza Editorial.

 

Fisher, R. (1995). Socratic education. Thinking: The Journal of Philosophy for Children, 12 (3), 23-30.

 

García Moriyón, F. (2011). Filosofía para niños: genealogía de un proyecto. Haser. Revista Internacional de Filosofía Aplicada, 2, 15-40.

 

García Rodríguez, M. (2016). Filosofía para niños en España: historia y evolución de un programa. Paideía, 105, 9-22.

 

Lipman, M. (1988). El descubrimiento de Harry. Madrid: Ediciones de la Torre.

 

Lyotard, J. (2016). La condición postmoderna. Madrid: Cátedra.

 

Serrano Castañeda, J., A. (2005). El maestro como artista: la formación reflexiva en educación puesta al día. Revista Intercontinental de Psicología y Educación. 2005, 7 (2), 154-162.

 

 

 

 

 

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