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La empatía como la arma socializadora

Maria Pilar Garrido

Publicado el 27/12/2013 13:12

Entendemos por empatía el sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra, así como de comprender el universo emocional de otra. Es decir, es la capacidad de ponernos en la piel de otra persona, tanto en lo bueno pero sobre todo en lo malo. Esta cualidad nos hace ser más sociales, más abierto y sobre todo, estar en un contacto mucho más directo con las personas que tenemos alrededor.

Comenzamos a tener empatía desde pequeños con nuestros seres más cercanos como son los padres y los hermanos. Y sobre ellos recae la función principal de fomentarla, ya que la empatía es una de las bases de educación social de los niños, sobre todo cuando entren a la escuela y amplíen sus relaciones sociales.

Aunque la empatía no es algo que todos los niños obtengan con la misma facilidad. Fomentar el desarrollo de esta habilidad desde los primeros años es una de las principales recomendaciones de los expertos educativos con el fin de abrir la comunicación de los niños con el resto de sus compañeros y con el fin de que sean capaces de disponer de los recursos necesarios para apoyar a otros cuando  los sentimientos son demasiado complicados como la rabia, la tristeza o el dolor.

Pero para educar en empatía es importante dejar que los niños expresen sus sentimientos aunque los consideremos exagerados ni hacerles sentir que expresar sus sentimientos está mal.

Es importante hacerles entender que no existen sentimientos negativos y hacerles ver las distintas formas de afrontarlos haciéndoles entender las consecuencias que tienen sus actos y reconocer que no siempre podremos evitar su dolor, especialmente a medida que se vayan haciendo mayores.

Pero como hemos hablado al principio, lo importante es comenzar desde el núcleo familiar. Y es que fomentar la empatía entre hermanos, sobre todo a la hora de compartir, les ayudara a reconocer el sentimiento de frustración por tener que dejar o regalar algo que el suyo y a la vez conocerán el lado positivo de ellos al hacer feliz a la otra persona.

Esto no es un proceso de la noche a la mañana, es un camino largo pero fundamental  para superar las perspectivas egocéntricas propias de la etapa infantil y aumentar su autonomía y nivel de responsabilidad hacia los demás.

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