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La relación entre el estilo de enseñanza del profesor y el estilo de aprendizaje del alumno y el rendimiento escolar.

MARTHA ZAVALA

Publicado el 11/12/2020 03:12

El rendimiento escolar es objeto de permanente preocupación ya que, en los últimos años, las cifras oficiales de fracaso y abandono de los alumnos del nivel universitario reflejan también una realidad de los padres de familia, profesores e instituciones y, por ende, al conjunto de la sociedad.

El rendimiento entendido como “…el producto que da el alumnado en los centros de enseñanza y que habitualmente se expresa a través de calificaciones escolares” (MARTÍNEZ, 2020) y especificando que estos productos como trabajos finales, las calificaciones en exámenes, las evaluaciones continuas, los proyectos, las participaciones individuales y grupales, etc.; forman parte de conductas observables y evaluables; y por lo tanto sensibles de ser calificadas que da origen a una aprobación o reprobación.

El rendimiento escolar tiene como causas una serie de fenómenos intrínsecos y extrínsecos; ambos se conjugan en el éxito o fracaso escolar, cuando existe fracaso escolar y éste se observa en reprobación de materias, deserción escolar, mala conducta y bajas calificaciones se imprime automáticamente en el alumno el estigma del “fracasado”, impactando de manera considerable sobre una de las variables más importantes dentro del ámbito educativo: la motivacional, el cual incide significativamente en el correcto funcionamiento de la esfera cognitiva, (Núñez, 1994.)

Al afectar en el ámbito motivacional podemos mencionar que no es solo la consecuencia, sino también una causa convirtiendo este fracaso en un círculo vicioso.

Para aprender es necesario:

(a) Que el alumno sea cognitivamente capaz de enfrentarse a las tareas de aprendizaje y (b) Que se encuentre motivacionalmente orientado hacia el aprendizaje o, al menos, hacia la resolución efectiva de dichas tareas (NUÑEZ, 1996)

La pedagogía busca precisar cómo disminuir el fracaso escolar por medio de mejorar esta motivación.

Para esto la pedagogía ha tomado de referencia la teoría de los estilos de aprendizaje.

Esta teoría se introdujo como una alternativa a la idea generalizada de la instrucción, del paradigma conductista, donde existe una generalidad en considerar como único ingrediente la capacidad intelectual para el éxito escolar. En ello, los estilos de aprendizaje, surgen de la mano del paradigma humanista, de la teoría de Carl Rogers (La terapia centrada en el cliente) en materia de psicología, trasladado a la educación: el aprendizaje centrado en el alumno.

La Teoría de los Estilos de Aprendizaje ponen en el centro la idea fundamentada de que todos aprendemos en diversas maneras.

Según la teoría de los estilos de aprendizaje, para lograr esta orientación hacia el aprendizaje en el alumno y mejorar el rendimiento, el alumno debe ser estimulado en las áreas cognitivas (la manera en la que se les presenta la información, la secuencia, el formato, el sistema perceptivo, etc), afectivas (que generen expectativa y una sensación de interés y curiosidad), y fisiológicos (factores biológicos que inciden en el aprendizaje como el C.I., capacidades especiales, etc.)

Hermann, en 1995, sentó en su libro “The Whole Tinking Brain”, las bases de su teoría de los cuadrantes cerebrales, afirmaba que nuestro cerebro se divide en cuatro puntos, así como los puntos cardinales, y cada uno de ellos, mantiene funciones específicas al momento de aprender, y así mismo, cada alumno utiliza preferentemente uno de ellos.

Al mismo tiempo, fue el único de todos los teóricos de esta teoría, que logró crear otro modelo para los docentes, pues notó, que, no era suficiente identificar en el alumno; el docente también cuenta con un cuadrante preferente al momento de enseñar, y que la discrepancia entre ellos, generaba una seria disyuntiva entre ambos.

Al parecer, los docentes que compartían el estilo con sus alumnos, tendrían mayor nivel de aprobación y mejor rendimiento. Es por ello, que, la identificación de ambos estilos pude ser una vía para en el nivel universitario mejorar la calidad, contenido y experiencias de aprendizaje hacia la diversidad de nuestros alumnos.

Así mismo, la teoría del aprendizaje nos abre los ojos hacia el entendimiento de mi proceso de enseñanza, y que, al final, todos podemos aprender, siempre y cuando se me provea de las condiciones innatas, cognitivas y afectivas necesarias para sentirme motivado, interesado y, sobre todo, capacitado para aprender.

Como profesores de universidad podemos utilizar estas herramientas y generar soluciones a la problemática de la deserción escolar y el daño que se genera en el auto-concepto del alumno.

Habremos de acercarnos al uso correcto de estos principios para implantar un camino hacia el autoconocimiento (enseñanza) y reconocimiento (Aprendizaje) que mejore el rendimiento y sobre todo un rescate dignificante del “fracasado” generando estímulos en el medio ambiente que le rodea al alumno favoreciendo el aumento de la motivación, y, por ende, un mayor rendimiento escolar.

Referencias

MARTÍNEZ, O. (2020). Sobre el rendimiento académico. Dialnet., 14. NUÑEZ, A. (1996). De la pedagogía al camino. Madrid: ALT.

Núñez, G.-P. y. (1994.). Evaluación de la motivación del logro. En J. C. Nuñez Perez, determinantes del rendimiento académico. (págs. 77-80). santiago de compostela: Universidad de Oviedo, Servivio de Publicaciones.

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