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La renovación pedagógica

Juan Álvarez-Nava García

Publicado el 20/10/2020 12:10

Partiendo desde una perspectiva histórica y contemporánea, al hablar de renovación pedagógica cabe hacer mención a la denominada Escuela Nueva o Pedagogía Progresista, un movimiento nacido a finales del siglo XIX con la pretensión de promover un cambio en la forma de enseñar e impulsar un modelo de aprendizaje activo, en contraste con la educación tradicional que estaba presente.

 

En este sentido, la Escuela Nueva parte de una crítica de esta, a la que acusan de formalismo, de autoritarismo y de fomentar la competitividad; caracterizada por un proceso de enseñanza de tipo vertical y basado en los contenidos, donde el rol del alumnado era pasivo y cuya finalidad se limitaba a la adquisición de conocimientos a partir de un proceso de aprendizaje basado en la repetición-memorización. Por lo tanto, se trataba de una educación de carácter estricta, sin tener en cuenta las características del alumnado y donde se anulaba su margen de creatividad e interés.

 

Así pues, la Escuela Nueva abordó una renovación de los principios pedagógicos que sostenía la Escuela Tradicional, definiendo su modelo con los rasgos opuestos: una educación práctica, vital, participativa, democrática, colaborativa, activa y sobre todo motivadora. En este sentido, proponen una enseñanza de tipo horizontal, donde el profesor adquiere una función de observador y proveedor de recursos didácticos, mientras que el alumnado pasa a un rol activo como promotor de conductas dirigidas a la autonomía y a la autodisciplina. Es por ello que, presenta una educación flexible, de carácter crítico, comprensivo y basada en las necesidades e intereses de los alumnos, a partir de una metodología apoyada en la observación, en el contacto con la naturaleza y en la experimentación. Las figuras más representativas de este movimiento fueron María Montessori, Ovide Decroly o Célestin Freinet; las cuales dieron un importante impulso a los planteamientos de la Escuela Nueva, haciéndolos predominantes en las reformas educativas planteadas desde el contexto intelectual de 1968 hasta nuestros días.

 

Ahora bien, si nos situamos en el contexto español, las primeras iniciativas en este sentido llegan a principios del siglo XX, y ven la luz durante la II República, cuando se desarrolla la Institución Libre de Enseñanza y se pretende llevar a cabo una renovación pedagógica. Sin embargo, su corta duración impidió su desarrollo y consolidación, ya que con el franquismo se instauró un sistema educativo tradicional, basado en la confesionalidad religiosa y en el adoctrinamiento ideológico.

 

Este estancamiento a nivel pedagógico duró hasta el tardofranquismo, cuando surgieron los Movimientos de Renovación Pedagógica, un movimiento social de carácter educativo, formado por grupos de profesores y profesoras -sobre todo maestros y maestras de Infantil y Primaria, pero también profesorado de Secundaria y de Universidad- que se organizaron para compartir sus conocimientos y experiencias, fruto de la propia reflexión sobre su práctica docente. Por lo tanto, surgen como nuevos espacios de formación permanente con el propósito ya mencionado de compartir, de cooperar y de reflexionar acerca de las estrategias de innovación didáctica; dirigidas a mejorar las prácticas de aula y escuela, además de un compromiso social por poner la educación al servicio del ser humano, de la transformación de la sociedad y de la justicia social.

 

A partir de entonces, las diversas reformas educativas han ido encaminadas en mejorar la calidad del sistema educativo y el rendimiento académico, tomando como punto de partida a la Ley Orgánica 8/1985 del Derecho a la Educación (LODE) y sus leyes complementarias, las cuales garantizaron el derecho a la educación en condiciones de igualdad y equidad para todos los ciudadanos en edad de escolarización, además de adoptar el constructivismo como modelo pedagógico. Siguiendo la estela de los Movimientos de Renovación Pedagógica, las reformas también se han orientado a promover el cambio y la innovación en la institución escolar y en las aulas, así como promover la participación activa del alumnado en su proceso de aprendizaje, dentro de un marco de valores donde todos se sientan respetados y valorados como personas. Sin embargo, cabe decir que los Movimientos de Renovación Pedagógica terminaron siendo absorbidos e incluidos como parte de las estructuras educativas y de la legislación, vaciándose de significado para convertirse en centros de formación del profesorado.

 

Debido a lo cual, no cabe ninguna duda que el verdadero protagonismo para una mejora de la calidad educativa y la renovación pedagógica se encuentra en la figura de los docentes, los cuales deben ser conscientes de que su práctica puede ser una potente fuente de conocimiento, además de hacer lo posible por emprender procesos de reflexión sobre ella, tratando de mejorarla y compartirla con los compañeros y compañeras. En este sentido, es necesario que los docentes se sigan formando, evaluando el trabajo que realizan y asumiendo la renovación pedagógica aplicando el rigor y con el objetivo de desarrollar en los alumnos aprendizajes y competencias para hacer frente a su futuro.

 

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