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El "tacto" de las palabras

Lidia Román Jiménez

Publicado el 31/03/2020 20:03

¡Qué fuerza libera el lenguaje! Continente de energía, se presenta de distintos modos, pero necesitado de delicadeza para conectar. Nuestros recuerdos parecen únicamente alcanzarse con su “aparición”, pensando infundadamente que nos acompañó siempre, aunque de un modo u otro así fue. Desde el inicio de la vida, su musicalidad nos ha hecho emocionar; nos ha impulsado o paralizado. La melodía que conforman los vocablos son vehículos para las emociones que nos conducen en el trayecto de la vida, que construyen todo nuestro ser. ¿A dónde deseamos llegar? ¿Quiénes somos? ¿Qué emociones anhelamos?

 

Palabras clave

Lenguaje, palabras, emociones.

 

1. Introducción

            La naturaleza nos dota de receptores. El sistema auditivo es de los primeros, informándonos con el fin primario de nuestra supervivencia. La neurociencia ha ampliado los 5 sentidos aristotélicos. Rob DeSalle (ver referencias) explica la reciente investigación sobre nuestros sentidos, reconociéndose 33, coordinados para interpretar nuestro ser, entorno y el lugar que ocupamos. Nuestros sistemas sensoriales son resultado de la evolución, con umbrales distintos, a merced del procesamiento de la información y limitado por experiencias previas. Neurocientíficos hablan de memoria ecoica –almacenamos lo relevante– en relación al estímulo auditivo, permitiéndonos su reproducción vocal.

            En este artículo abordaremos la sintonía del lenguaje, las emociones que en él viajan y su poder educativo transformador.

            Desde la gestación, nos sentimos fuertemente atraídos por la voz humana. En la búsqueda incesante de nuestra permanencia como especie, advertimos en el lenguaje su necesidad vital. Hoy más que nunca, el “tacto” de las palabras.

2. Desde el vientre materno

            Brota la vida… Fonemas concatenados acompañados de melodía e intención se adentran y llevan su mensaje. Recientes investigaciones demuestran que el feto responde a estímulos sonoros hacia las 16 semanas de gestación –incluso 12–, aunque la respuesta al lenguaje posiblemente hacia las 24, si bien los sentidos se afinarán posteriormente.

            Durante el segundo trimestre de gestación, aparecen respuestas –movimientos– al habla, puede reconocer voces, especialmente la materna. Cantarle o comunicarnos son estímulos para su desarrollo prenatal, observándose preferencia por sonidos agudos –por eso le hablamos con un tono enfático–. Además, la vibración de los sonidos atraviesa diferentes medios, incluido el líquido amniótico, e influye su frecuencia. Investigadores en Finlandia (Universidad de Helsinki) afirman que los sonidos en el útero pueden modificar el cerebro del feto contribuyendo a la adquisición del lenguaje. Ello impulsa intervenciones tempranas y sugiere que su cerebro realiza aprendizajes auditivos, otorgando mayor eficacia en su precisión auditiva e incluso equilibrando problemas genéticos. Los cuidados maternos son esenciales para el ser que esta formándose física y mentalmente. Cuando indicamos cuidados, consideramos además la atención emocional. La figura paterna también es fundamental para el prenatal y la madre. Su implicación positiva generará bienestar –se ha analizado la producción de “hormonas de la felicidad”, lo que provoca en el futuro bebé un potente impulso para explorar su entorno–. Sentirse arropado lo “libera” más de su instinto de protección y ocupa más tiempo en su aprendizaje.  Lenguaje alentador.

 

3. Etiquetas virtuales: ¿nos transformamos en lo que nos dicen?

 “Trata a un hombre tal y como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”

Goethe, científico alemán

 

            Ya Goethe (siglo XVIII), observaba el poder de la palabra. Podemos comprobarlo mirando alrededor. Cuántas veces hemos oído que alguien es tímido, irresponsable, maleducado; o contrariamente, lo sociable que es, responsable, educado… Estas afirmaciones acrecientan las conductas que describen, “invitando” a consolidar dichos comportamientos. Además, se han analizado individuos que, acostumbrados a calificaciones positivas, sufrían frustración ante un error, no desarrollando su resiliencia –capacidad de superar adversidades–.

            Recuerdo un artículo de Santos Guerra (ver referencias) cuyo título no deja indiferente –grabándose por consiguiente en la memoria–: Pulgas amaestradas. Decía: “Si metemos varias pulgas en una pequeña caja de cristal, podremos ver cómo saltan sin cesar contra las paredes y el techo (...). Si después de un tiempo las sacamos de su encierro (…) sólo realizan saltos como los que realizaban dentro de la caja. (…) se han habituado a unos esfuerzos recortados por la experiencia”. Este doctor vincula el experimento a que es determinante lo que esperan de nosotros, reiterado mediante el lenguaje. Si nadie espera nada bueno de ti, por qué esperarlo uno mismo. Como pedadogo, sostiene que puede ampliarse a un grupo-clase. En ocasiones, se “profetiza” con duras afirmaciones –“nunca he visto una clase tan mala”– derivando a la “profecía auto-cumplida”.

            Enric Lladó, experto en Pragmática de la Comunicación, entrena esta capacidad en personas, equipos, organizaciones y marcas, analizando el poder de la palabra. El lenguaje  –afirma – no es exclusivamente descriptivo; además, puede generar la realidad. Considera parámetros como el contexto, la comunicación a dos niveles, el orden, la evocación de emociones y vocablos que impulsan positivamente –como “queremos”, “vamos a” o “podemos”–. En una conferencia (link en referencias) expone un experimento similar al siguiente:

           

            Observando de lejos, probablemente veamos letras en la primera fila y números en la segunda. Sin embargo, en la primera, la letra “B” realmente es la letra “I” y el número “3” y en la segunda, el número “13” también lo hemos formado así. Interpretamos un mismo símbolo como letras en contexto de letras, y al revés. Así, el contexto modifica el mensaje. Lladó considera contexto al lugar, momento, personas o incluso aquel que genera las primeras palabras con las que iniciamos la comunicación.

            Cuando iniciamos el mensaje desde lo positivo ya estamos provocando una emoción agradable desde el principio –la imagen mental nos predispone con optimismo–. Si decimos “Si te esfuerzas, lo lograrás”, la primera imagen que evocamos es de cansancio. Pero cambiando el orden, “Lo lograrás, si te esfuerzas”, el impacto es radicalmente distinto, proyectando una imagen positiva. El lenguaje escuchado es procesado de manera secuencial –un vocablo tras otro–. El inicio marca el contexto del mensaje.

            Simultáneamente, el auge tecnológico amplía el poder del lenguaje en relación al contexto. Opinamos sin mirar a los ojos, lo que promueve falta de empatía. Pero comunicando de manera constructiva, haremos crecer.

            El confinamiento actual ha otorgado mayor protagonismo a la comunicación por internet. Clases “online”, teletrabajo…, nos permiten continuar con el “tacto” del lenguaje. La  grandeza del lenguaje provoca impactos internos y externos. Transformemos nuestra sociedad en su mejor versión. ¡Vamos a lograrlo!

4. ¿Somos lo que nos decimos?

            “Somos una  especie narrativa: en vez de Homo Sapiens deberíamos hablar de Homo Narrator”, afirma el neurocientífico Óscar Vilarroya, en Somos lo que nos contamos. Defiende que debemos considerarnos una especie que se explica a sí misma y al mundo mediante narrativas, variando con los avances tecnológicos –“ecosistema digital”–.

            Angélica Sátiro, pedagoga, afirma que siempre nos ha gustado narrar. Aprendemos a ser quienes somos narrando nuestra  historia y la de la humanidad. Nos constituimos narrando. Somos lo que nos decimos.

            Santiago Ramón y Cajal, ilustre neurocientífico, expresó: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Más allá de la genética, nos construirnos también con nuestra narrativa interna, conocimiento que invita a desarrollar la “mentalidad de crecimiento”, promoviendo la superación. Entrenemos para que los mensajes que nos repetimos nos hagan crecer. Reflexionemos: ¿qué nos contamos?, ¿con qué frecuencia?, ¿adónde nos conduce?

5. La palabra: vehículo de la emoción

            Según la RAE, “palabra” es facultad de hablar; emoción”, alteración del ánimo intensa y pasajera, (…) acompañada de cierta conmoción somática; y “vehículo”, aquello que sirve para (…) transmitir fácilmente algo. Inferimos, pues, que la palabra es vehículo para la emoción.

            Estamos inmersos en una situación excepcional; consideremos el lenguaje con tacto –para no dañar– y como sentido de tacto –compartir sentimientos–. Aún habiendo familias a distancia, podemos hacer sentir con el lenguaje. ¡Redescubramos su potencia, su caricia! La buena palabra contribuirá a desarrollar autoestimas elevadas, facilitando que logren sus metas con determinación y esfuerzo.

            Vicky Leong, directora del estudio Los cerebros de las madres y sus bebés funcionan en red (Cambridge), sentencia: “Nuestras emociones literalmente cambian la forma en que nuestros cerebros comparten información con los demás; las emociones positivas nos ayudan a comunicarnos de una manera mucho más eficiente”.

            Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, en El cerebro del niño explicado a los padres, afirma: “el cerebro emocional tiene un protagonismo indiscutible en el niño, que se mueve por la ilusión, la rabia, el deseo, el miedo, y, por eso, comprender sus emociones, aprender a dialogar con ellas y saber cómo se puede apoyar el desarrollo cerebral es una gran ventaja”. (pp. 133-134). A corta edad, la parte emocional del cerebro es más activa. El cerebro racional en desarrollo aún no puede “involucrarse” como lo hará después. Asimismo, Lucas Raspall, en Neurociencias para educadores, manifiesta que “(…), todo lo que decimos, todo lo que aprendemos está teñido por nuestra sintonía emocional” (pág. 75).

 

            Compartimos estados emocionales porque nuestra especie es social. Un bebé sin cuidados no podría sobrevivir. Las emociones nos cohesionan y protegen. La musicalidad del lenguaje transporta sensaciones. Necesitamos un aporte emocional adecuado para nuestro bienestar.

6. Reflexión

            Hemos visto la investigación neurocientífica sobre los sentidos. “Equipados” con 33, nuevos estudios clasifican otros, como el que percibe la presión y peso, hambre, cronocepción, termocepción, nocicepción (dolor)… Son consecuencia de la adaptación del sistema nervioso central a las condiciones del medio. Centrándonos en el auditivo –que permite la repetición vocálica– es conveniente conocer el trabajo “en equipo” en la percepción. En los vertebrados, rozan la decena las únicas especies capaces de imitar vocalmente o improvisar sonidos, como los loros, colibríes, elefantes, focas, humanos, etc. (investigación de Erich Jarvis, profesor de neurogenética, Rockefeller University), aunque nuestra inteligencia emocional hace nuestra comunicación excepcional. El lenguaje posee contenido y musicalidad –¡cuántas veces hemos tarareado en otro lenguaje!, “inventado” pero lleno de sentimientos–. Esta reflexión conduce a conocer quiénes somos –lo que nos contamos y nos cuentan–, nuestros objetivos y qué queremos hacer sentir con “tacto” en nuestro lenguaje.

            En una conferencia, Lladó explicaba la grandeza de lo invisible, cómo nuestro cerebro no ve lo excesivamente rápido –la velocidad de la luz– o lento –el crecimiento de una planta–; aquello demasiado grande o algo microscópico; cuando hay demasiada luz –las estrellas– u oscuridad. Pero no significa que no existan; únicamente hay que “saber mirar”, comprender. Sugiero un lenguaje que impacte para desarrollar buenas expectativas, que influya sin manipular, que regale esperanza, que potencie las fortalezas humanas, un medio que acompañe desde nuestros inicios; que eduque, construya y nos una. Ahora, más que nunca, el “tacto” con las palabras.

Referencias

Libros

Bilbao, A. (2015): El cerebro del niño explicado a los padres. Cómo ayudar a tu hijo a desarrollar su potencial intelectual y emocional. Barcelona: Plataforma Editorial.

DeSalle, R. (2018):  Our Senses: an immersive experience. New Haven: Yale University Press.

Lladó, E. (2015): Tocar con palabras: Transforma la realidad con el poder de tus palabras. Madrid: Kolima.

Raspall, L. (2018): Neurociencias para educadores. Mucho más que cerebros… ¡personas! Argentina: Homo Sapiens.

Vilarroya, O. (2019): Somos lo que nos contamos: Cómo los relatos construyen el mundo en que vivimos. Barcelona: Ariel.

Revistas

            Santos Guerra, M. A. (2013): “Pulgas amaestradas”. La Opinión de Málaga. Blog El Adarve. https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2013/02/09/pulgas-amaestradas-2/  

            Partanen E. et alius (2013):

https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0078946/

Links

            Lladó, E. (2017): Mindalia televisión. “El poder de las palabras”. Consultado 20-03-2020 en https://www.youtube.com/watch?v=3dl91UJXC3s        

            Sátiro, A. (2018): Aprendemos Juntos. “La creatividad es imprescindible para pensar mejor”. Consultado 04-11-2018: https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/como-despertar-la-creatividad-angelica-satiro/

            Lladó, E. (2019): “La grandeza de lo invisible”. Consultado 18-03-2020: https://www.youtube.com/watch?v=_sZ7YZBl1NI

            Alonso, L. (2019): Investigación y ciencia. “La evolución de los sentidos. De la percepción sensible a la consciencia”. Consultado 20-03-2020:

https://www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro/psicologa-para-la-paz-758/evolucin-de-los-sentidos-17091

            Tendencias 21. Tendencias científicas. La dimensión humana de la ciencia. La dimensión científica de lo humano (2019): “Los cerebros de las madres y sus bebés funcionan en red”.  Consultado 21-03-2020: https://www.tendencias21.net/Los-cerebros-de-las-madres-y-sus-bebes-funcionan-en-red_a45616.html

            Alonso, José R. (2020): “Neurociencia. El blog de José Ramón Alonso”. Consultado 22-03-2020: https://jralonso.es/2020/01/11/estudiar-con-los-33-sentidos/

Lidia Román

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