Imagen generica
¿Aún no estás registrado?
Regístrate ahora, son 2 minutos

Tirar piedras

Lucia Rodriguez Olay

Publicado el 12/03/2019 10:03

No son estos tiempos fáciles para hablar de coherencia, de compromiso, de responsabilidad o de una larga lista de conceptos que ciertamente conforman un vocabulario que se hace, cuanto menos, incómodo en muchos ámbitos.

Leer la prensa, ver la televisión o ponerse al día en redes sociales es, para mí, muchos días, un ejercicio de resistencia. Dicen que vende más lo sensacionalista, lo “malo”, lo tremendo y que por eso no sacan noticias buenas que también las hay y son muchas. Me cuesta, lo confieso; unos días me enfada, otros me cabreo muchísimo y la mayor parte de las veces, me entristezco enormemente.

No es cuestión solo de positivo o negativo, es una lectura más profunda, quedarse en eso sería tremendamente simplista. Son tantos los ámbitos en los que se presupone un cuidado extremo y exquisito de valores y pilares fundamentales que la dificultad viene para discernir qué es lo que vale o lo que no y esta sensación de “tonto el último” me resulta, muchas veces, descorazonadora.

Llevo tiempo reflexionando mucho sobre la coherencia en  general y sobre la mía propia. Imposible atreverme a tirar la primera piedra en nada;  la experiencia, la vida y mi propio sentido común me han enseñado que hacerlo es, además de muchas otras cosas, peligroso porque seguramente nos caerían cientos o miles de piedras encima de nosotros mismos.

Sin embargo, y reconociendo, de mano, mi falta de coherencia en tantas y tantas cosas, creo que  en donde no podemos renunciar jamás a ser coherentes es en nuestra práctica docente.

En más de una ocasión he escrito o dicho en diversos foros que el profesorado es ejemplo para todas esas personas que cada día comparten pupitre, espacio, tiempo y vida con nosotros.

La coherencia de quienes enseñamos pasa por muchas cosas, unas más obvias y más fáciles y otras que nos cuestan y nos hacen tomar aire fuerte para tratar de no perder la respiración.

Pasa, esa coherencia, por estar en constante formación. Exigimos y queremos que nuestros chicos y chicas den lo mejor de sí mismos, reflexionar si esa búsqueda de la excelencia, de la mejora es también nuestra, es un punto de partida clave.

Trabajar en red también va en el lote porque pedimos, y en el mundo laboral cada vez incide más en ello, que desarrollen su potencial en equipo, que compartan, que generen en común, ¿lo hacemos como profesorado?

Cambiar esta cultura de puerta cerrada y aula como torre infranqueable aún se mantiene, pero como tiendo al optimismo en este ámbito, también veo que cada vez hay más grupos en redes sociales, en congresos o en encuentros y cuando las instituciones no los proporcionan, es el profesorado el que los crea de forma espontánea, como necesidad de lazo, de red que se teje fuerte y ayuda a hacer saltos y piruetas porque sabes que algo te sostiene, algo más fuerte que un solo yo individual que,  en educación, y creo que en casi cualquier ámbito, tiene sus días contados por lo arriesgado e infructuoso que resulta. 

Humildad atiendo a su origen etimológico “humilis”, “humus”, en definitiva “tierra, suelo”; es decir, humildad entendida como tener los pies en el suelo y una actitud de apertura al mundo y a lo que hacen otras personas que seguro que es mucho y también bueno. Caer en la trampa de que siempre hacemos las cosas bien es parapetarnos en una actitud muy poco inteligente porque limita y no permite aprender más y mejor.

Son cada vez más las voces que reclaman una educación y una formación del profesorado que nos ayude a conseguir ese perfil de alumnado y esto supone también que debemos renunciar a nuestros propios egos y reconocer el buen hacer de la persona que tenemos enfrente.

No podemos tomarnos a la ligera lo que estamos haciendo dentro de las aulas, estamos formando a quienes mañana tomarán decisiones de mil tipos diferentes. ¿Cuántas veces oímos frases que auguran futuros inciertos o casi distópicos? Me gustan poco las críticas que no construyen y que no aportan. Siempre he creído que la educación es la solución a muchas de esas quejas, cuanto mejor eduquemos, mejores valores y competencias tendrán quienes heredarán el mundo y, sin duda, necesitarán de mucho entusiasmo o más que nada, necesitarán de mucha coherencia con unos sistemas de valores que busquen construir una sociedad más justa, más inclusiva, con oportunidades y generadora de bienestar para todas las personas.

Pero todos los valores que he citado también llevan consigo una actitud de respeto al alumnado, de cariño inmenso por nuestra profesión y por creer que, de veras, con nuestro granito de arena, estamos contribuyendo a crear un mundo mejor.

Me pillo en más de un renuncio de coherencia personal; procuro corregirlos si es posible, pero donde no quiero renunciar jamás a ser fiel y coherente es con mis principios como educadora. En ello estoy. Suerte que tengo de estar tremendamente acompañada por tantos y tantas docentes. 

8
“¿Te ha parecido interesante este artículo? ¡Dale a me gusta!