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¿Cómo afectan los premios y castigos en los niños?

Maria Pilar Garrido

Publicado el 17/12/2014 17:12

Los premios y castigos son unas de las medidas más comunes tanto en los colegios como en todas las casas. El principal objetivo de los castigos es el de corregir las actitudes de los niños que queremos cambiar o erradicar al igual que el objetivo de los premios es el de reforzar las actitudes positivas que queremos fomentar. Pero, ¿cómo es la mejor manera de conseguirlo?

La actitud de los padres y educadores es uno de los puntos esenciales a la hora de revalorizar o disminuir los valores que queremos inculcarles a nuestros hijos. Lo ideal es siempre centrarnos más en el refuerzo positivo, ya que debemos motivar al niño para que quiera realizar las cosas positivas por sí mismo.

Los premios deben ser merecidos, es decir, deben ser una recompensa al esfuerzo y a la constancia. No debemos premiar todo lo que haga porque si no, no serían capaces de valorar la importancia de los premios y castigos.

Cualquier premio puede ser positivo, pero no debemos pensar constantemente en premios materiales, sino que podemos premiarlos con actividades que puedan ser de su gusto e interés como por ejemplo ir al cine, al parque de atracciones o con cualquier plan para el sábado.

A la hora de castigar, debemos tener cuidado con el castigo que aplicamos y con las palabras que dedicamos. Un estudio de la Universidad McGill de Canadá afirma que “la amenaza de castigo puede tener el efecto contrario al reducir la probabilidad de que los niños digan la verdad cuando se les anima a hacerlo”.

No se debe castigar a los niños nunca con castigos físicos, ya que con esto no conseguiremos nada positivo en ellos. Dependiendo de la situación en la que nos encontramos, podemos dejar que los niños aprendan por medio de las consecuencias directas de su comportamiento como por ejemplo no arreglar el juguete que el niño ha roto en una rabieta. Obviamente, este tipo de castigo no se puede utilizar jamás cuando el niño se encuentre en el más mínimo peligro.

En el caso de las reprimendas, debemos tener especial cuidado con el lenguaje que utilicemos con los niños, ya que cuanto más positivo sea el mensaje que le mandemos, mejor será el mensaje recibido de los niños. Por ejemplo, no es lo mismo decir “te has portado muy mal” que “eres un niño muy malo”.

Nadie ha nacido sabiendo educar, ya que la educación es un arma de doble filo en el que tanto los padres como los educadores aprendemos día a día pero que puede tener conductas irreversibles en los niños, por lo que debemos ser un ejemplo constante para ellos en las conductas y  valores que queremos transmitirles y ser responsables con nuestras decisiones así como en los premios y castigos.

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