Ayer hablábamos acerca de la reunión que se está llevando a cabo en París acerca de la problemática de la alta tasa de paro entre los jóvenes europeos. A su vez, comentábamos también que la garantía juvenil es la última idea de la Unión Europea. El objetivo de esta garantía juvenil es que ningún joven esté más de cuatro meses en el paro desde que finalizaron sus estudios o desde que perdieran su último trabajo. Pero, ¿hasta qué punto esto será efectivo?
Las autoridades españoles recibirán en Enero 1.800 millones de euros para convertir esa garantía en una realidad. Pero esto no va a ser tan fácil.
Según la última encuesta de la población activa, más de 360.000 jóvenes españoles rebasaba ya ese periodo de seis meses consecutivos sin empleo, de los cuales casi 220.000 llevaban en esa situación más de un año.
Bien es cierto que el desempleo juvenil ha descendido notoriamente, pero esto se debe a que 230.000 jóvenes han dejado de buscar empleo principalmente porque han decidido continuar con sus estudios o bien porque han decidido probar suerte en otros países europeos.
Las soluciones que se pretenden dar con este incentivo económico es apostar por movilizar a los jóvenes poniéndoles mas barato el establecerse por su cuenta con una serie de incentivos fiscales a los emprendedores y tarifas planas, y facilitando su contratación barata como aprendices.
José Manuel Pastor, investigador del Instituto Valenciano de Investigación Económica, apuesta por la mejora de la información que se da a los desempleados. “Los jóvenes no saben qué deben estudiar para tener mejores perspectivas laborales porque nadie se lo dice. Hace falta más información sobre qué perfiles son los más demandados y sobre el nivel de empleabilidad que tienen los distintos grados formativos porque hay muchas diferencias”, afirma.
Y quizás ahí esté el secreto de todo este entramado. En formar a jóvenes capacitados para un puesto de trabajo existente. Prácticamente la totalidad de los jóvenes españoles estudian en la actualidad carreras o másteres por el simple hecho de que no hay trabajo, y esto acaba ocasionando en ellos una “titulitis” que no les va a llevar a ninguna parte ya que no se están formando realmente en el perfil que necesitan las empresas. Por lo tanto, ese dinero debería aprovecharse para formar al alumnado, pero no en unos conocimientos técnicos y teóricos específicos, si no en un aprendizaje enfocado a una salida laboral específica que les ayude a acceder a ese primer empleo tan ansiado cuando se termina la carrera universitaria.