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Volver a pensar

Red Educa

Publicado el 21/08/2013 11:08

Cuando pensamos en esa figura tan genuina que es un formador o formadora, pensamos en él o ella en parámetros como la actitud hacia su alumnado, el nivel de sus conocimientos y la claridad de sus explicaciones, en la idoneidad de sus recursos didácticos, de sus evaluaciones, etc. En definitiva, nos fijamos si está o no bien capacitado/a para desarrollar su labor, y esperamos que sea un/a “robocop” de la formación, un “formarobocop”. Y podemos asegurar que en la mayoría de los casos, este profesional se desvive por sus pupilos, procurando siempre que tanto el contenido como el continente de su acción formativa sea tan bueno y profesional como confortable. El formador o formadora intenta pues cuidar de su alumnado. Pero, ¿quién cuida al formador/a? Tengamos en cuenta que este profesional también tiene su corazoncito, y si bien el formador o formadora disfruta del éxito de sus alumnos y alumnas y del bien hacer de su trabajo, también siente y sufre las inclemencias docentes a las que se expone en cada aventura que es una acción formativa. Dos psicólogos y formadores experimentados, José Luis Bimbela y Bibiana Navarro, preocupados por la salud y el bienestar de este colectivo, investigaron sobre el clima psicosocial al que está expuesto, y fruto de esa investigación sale a la luz un práctico y aconsejable manual: Cuidando al formador. Habilidades emocionales y de comunicación. Bimbela, J.L. y Navarro, B. Ed. Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada, 2005. En su Prólogo, Sergio Minué Lorenzo, Dr. de Docencia de la Escuela Andaluza de Salud Pública nos dice: "Cualquiera que haya tenido que impartir alguna actividad docente en algún momento de su vida, habrá podido comprobar la dificultad del cometido, la ansiedad que produce entrar en el aula, enfrentarse a un abanico de expresiones, expectativas y realidades diferentes; superar los propios temores a no resultar interesante, cercano y útil." ( p. 11). Ilustrativo ¿verdad? Pues entre las varias técnicas y consejos que encontramos en este manual para educarnos en habilidades emocionales, voy a destacar una, la técnica de “volver a pensar”; que consiste en modificar los pensamientos distorsionados o negativos que diferentes situaciones nos pueden originar. Comprende cinco sencillos pasos:  

  1. Describir la situación que genera malestar.
  2. Identificar emociones y sentimientos: ¿cómo me siento ante esta situación?
  3. Identificar nuestros pensamientos: ¿por qué me siento ansioso/a? ¿Qué pienso?...
  4. Detectar las posibles distorsiones: pensamientos anticipatorios improductivos, sobre generalizados y etiquetados.
  5. Volver a pensar. Volver a valorar la situación de una forma más objetiva y realista y menos distorsionada.

¿Algunos ejemplos de esto? Estas tablas pueden ayudar a comprender el mecanismo y el objetivo de esta técnica. Espero les guste y se cuiden. Situación 1: El alumno/a no muestra interés por la tutoría o la orientación.

cuadro 1

Situación 2: Alumno/a que genera conflictos en el aula, emite juicios de valor sobre la marcha del curso y sobre las propuestas y decisiones del docente.

cuadro 2

La clave de nuestra felicidad radica en la calidad de nuestros pensamientos.

Vicente López Espinilla

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