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¿Contigo en la distancia? Contigo aprendí

Pedro Andani

Publicado el 06/04/2021 17:04

INTRO

Excesiva y superflua información, falta de tiempo, contaminaciones, protección del medio ambiente, utilización de energías limpias y mil cosas más, mas no la tecnología.

Ese no es el problema per se.

¿O acaso alguien podría concluir que -por la invención de la silla eléctrica- la electricidad es negativa para el ser humano? Simplemente no podemos siquiera llegar a imaginar ningún capítulo de nuestras propias vidas sin la existencia de esta energía (sin la cual, el rock no habría podido nacer jamás).

Los extremos ya se sabe que son malos y, de igual modo que pasar 8 horas frente a una pantalla es nocivo, no pasar ni una también lo es; lo es porque nos convierte en auténticos analfabetos digitales frente al mundo que nos rodea.

Pero no deja de ocurrir lo mismo que con la lectura, por ejemplo:

Hay quien lee revistas del corazón y quien lee a Murakami; hay quien relee los best sellers de literatura fantástica y quien revive a Miguel Hernández, Goytisolo o Baudelaire.

Y hay quien utiliza el WhatsApp, las redes sociales, los juegos y la pornografía.

Pero también hay quien diseña el próximo utensilio de cocina, escribe el próximo Premio Planeta o compone una sublime banda sonora.

Con ordenadores…

…y un equipo de colaboradores también

Conectados a diario

Desde sus propias casas

Trabajando a distancia.

Ojalá pudiese conectar y recibir clases de mucha gente a la que admiro:

Webinar de flamenco con Paco de Lucía, Filosofía con José Luis Sampedro y con tantísimos más.

La educación a distancia entra directamente en el entorno de la vida privada de los alumnos y esto es un arma de doble filo. Por un lado tenemos la comodidad e intimidad doméstica a muchos niveles (vestimenta, posibilidad de comer mientras se visualizan contenidos, decidir las pausas, horarios, duraciones, frecuencia, etc.) y por otro, el hecho de no separar físicamente los contextos de trabajo y descanso -de obligación y ocio-.

Y aquí entra directamente la importancia vital de una buena organización del tiempo, con horarios asignados para cada momento. En nuestra formación musical, con 15-20 minutos de práctica puede ser suficiente. La periodicidad la elige cada cual (siendo recomendable practicar entre 2-5 veces por semana).

En la formación a distancia no se trata sólo de visualizar contenidos y practicarlos, sino de tener una revisión y seguimiento docente constante (mediante audios, texto, video-llamada o ejemplos personalizados). En este sentido parece muy superior al hecho de asistir presencialmente 45 o 60 minutos semanales y no practicar apenas en casa, olvidando contenidos paulatinamente y teniendo como único recurso una partitura o libro. Bien es verdad que se requiere de la reciprocidad; de la relación y sensaciones mutuas entre alumno y docente, así como de la interacción con otros compañeros –más aun en lo que al mismo hecho musical se refiere-.

La manera de visualizar los materiales incluidos en los vídeos tutoriales es un contenido a practicar y aprender en sí mismo antes de lanzarse a reproducir de arriba abajo –como si estuviésemos mirando una serie o un episodio de dibujos animados-.

Así no funciona.

Y no sirve de mucho perder ese tiempo empleado en ello, aunque lo realicemos 10 veces seguidas.

La clave es saber elegir el momento y adoptar la actitud adecuada de atención (pues se trata de vídeos breves, con duraciones entre 3 y 5 minutos) para posteriormente visionarlo de nuevo las veces que sea necesario –pausando, comprobando y repitiendo un mismo fragmento corto-. Además se cuenta con la velocidad de reproducción para ralentizar y apreciar en detalle cualquier parámetro.

 

VERSO

La formación –como el amor de Daniel Pennac- es cosa de dos (alumno-docente), pero en el caso de alumnos menores tutelados -por sus padres, familiares o centros de menores-, es cosa de tres.

De igual modo sucede con los alumnos adultos, aunque aquí cotiza mucho la decisión personal de aprender y las experiencias vitales (organización, puntualidad, cultura musical y general, valores, educación, priorización o bagajes).

El alumno que cuenta con el apoyo docente y atención doméstica, suele avanzar más del doble que el que no los recibe. En el entorno doméstico, basta con mostrar interés o hacer algún comentario por lo que se está realizando o se termina de culminar, aunque involucrarse en exceso en la formación de un hijo es tan malo como no hacerlo en absoluto.

Muchos docentes tienen alumnos en estas circunstancias y, ya en casa, se suele pasar página mediante recompensas materiales, artificiales y pasajeras que, lo único que consiguen es cubrir la situación con un manto de azúcar, dando una patada hacia delante a los problemas cotidianos.

Suelen ser pocos los padres que logran entender y tomar en serio la educación y formación de sus hijos, sacrificando mucho del valioso tiempo que requiere educar -dentro del poco con el que contamos diariamente-, observando el rendimiento y compensando esfuerzos y resultados. Es comprensible y disculpable este hecho, pero también es admirable y ejemplar lo contrario. Y esos pocos logran formar el triángulo equilátero perfecto entre el alumno, el docente y el tutor/es. Se trata de auténticos héroes que representan la punta del iceberg que se salva del fracaso.

Lo grave del asunto es que estamos hablando de un porcentaje muy bajo que genera casi una excepción. En mi caso personal –con casi 800 alumnos en mi trayectoria- estaríamos hablando de alrededor de un 22 %.

Cuando un padre destaca en mí la paciencia que tengo con su hijo… ya es para mí un indicador de que algo no engrana óptimamente.

 

PUENTE

Durante los meses de confinamiento –y en el caso de la enseñanza obligatoria- ha sido muy difícil el seguimiento por parte de alumnos, docentes y familiares, pero en las disciplinas extraescolares –como es mi caso- ha sido un caos y un desastre.

Poco o nada tiene que ver la educación a distancia en estas circunstancias, salvo como excusa a una falta de atención familiar que queda camuflada y maquillada por las inercias de la vida pública y social (faltas de tiempo, estrés, compromisos, trabajo, compras, horarios, viajes, cansancio, ocio, problemas,… ¿excusas?).

Luego las clases online se transforman en un test que mide el grado exacto de implicación real de los padres en la formación de los alumnos. Y todo esto ya se sabía hace décadas, pero la evidencia queda ahora totalmente expuesta sobre la mesa (o mejor, sobre la pantalla). Quizá no se trata entonces de buscar clases de refuerzo mientras esperamos en el coche las horas que sean necesarias hasta que termine nuestro hijo las tareas. Tal vez no era tan necesario buscar actividades con las que ocupar las tardes de nuestros hijos, buscando esa formación que lo dote de habilidades motoras, psicomotrices, robóticas, deportivas, creativas o rítmicas.

Tal vez no.

No si lo que en realidad buscamos como padres es una pausa en nuestro día particular, involucrándonos más bien poco en lo que se realiza en dichas disciplinas (salvo –claro está- en actuaciones, festivales, partidos o calificaciones).

Hace aproximadamente 40 años que la educación reclama una actualización.

Y los equipos de gobierno han actuado con la educación como lo hacen los padres con los alumnos. Buscando recompensas inmediatas en forma de leyes de reforma educativa que no llegaron a ser reformadoras ni educativas. Más bien todo lo contrario a corto y medio plazo (cuando ya era insostenible la situación y clamoroso el cambio hacia otro sitio, con tal de salir de ahí).

Y la educación a distancia guardaba en nosotros el estigma en forma de recuerdo de aquellos cursos mediante fascículos de CEAC, CCC, etc. de la década de los 80 y 90 –en las que se enviaba por correspondencia un cuestionario que se devolvía con la correspondiente evaluación, correcciones y observaciones. Y en realidad se obtiene a cambio un título no oficial ni homologado-. Es decir, se trata de un negocio.

El tradicional negocio de la educación.

 

ESTRIBILLO

Por otro lado, los tutoriales de vídeo ya han irrumpido durante la última década en nuestras vidas, demostrando que cualquiera con muchas ganas y un poco de tiempo libre, puede aprender lo que sea a través la reproducción de unidades didácticas desde un dispositivo con conexión WI-FI.

Sin embargo, en la gran mayoría de disciplinas y materias se sigue trabajando por horas lectivas y presenciales. Horas en las que los docentes explican contenidos, ponen tareas y evalúan exámenes. Pero quizá no sea necesario el acompañamiento docente durante todo el proceso de aprendizaje.

De hecho, no lo es en absoluto.

Se cuestiona el hecho de que ¿cómo va a ser capaz un niño por sí solo de aprender desde casa? o ¿Cómo va a adquirir la responsabilidad de trabajar o atender sin nadie alrededor? ¡Mi hijo será antisocial!

Pero es que creo que no es así en realidad, porque…

¿Acaso no se favorecen muchos aspectos esenciales para el aprendizaje como la concentración y organización -evitando distracciones innecesarias y situaciones violentas y la creación de roles de grupo que crean complejos, burlas, acosos y traumas-?

No se trata de aislar al alumno, sino de adaptarlo a las circunstancias y al mismo mundo en que vivimos –insisto- desde hace décadas.

En un futuro no muy lejano deberán acceder a estudios universitarios que requieren cada vez menos clases presenciales y más trabajos cooperativos online.

De igual modo ocurrirá cuando se incorpore a una empresa y tenga su puesto individual de trabajo frente a un ordenador.

La tecnología no aísla a los alumnos, sino que favorece la creación de proyectos colaborativos entre ellos mediante un entorno virtual a distancia lleno de posibilidades, interacciones, sinergias y herramientas que ya hubiésemos deseado tener los de mi generación.

Sobre todo, no podremos huir ni prescindir de la tecnología mientras estemos vivos en la época actual o alguien invente la máquina del tiempo para regresar al pasado.

La tecnología siempre salvará vidas y nos permitirá avanzar como especie.

 

CODA

Quizá el mundo más virtual que existe es la misma realidad cotidiana y la comunicación superflua y mediocre que genera en sí misma, llena de formalismos, frases hechas, expresiones, etc. que generan protocolos y buenas maneras que conocemos como educación, pero no refleja más que una pantalla que proyecta aspectos tan evidentes que no permiten conocer quién hay en realidad al otro lado de la misma.

Pero esto es otro tema más propio de un estudio sociológico.

Una inicial conclusión es que –en muchos parámetros- se llega a conocer mejor al alumno en un entorno virtual que en sesiones presenciales continuas. Se descubren posos reales de conocimiento y compromiso, se observan irregularidades e intermitencias en la asistencia mediante la periodicidad en la entrega de trabajos realizados, sorprenden actitudes en forma de horarios anárquicos, entregas a horas intempestivas o en días festivos, etc.

Algunos alumnos actúan como si detrás de la pantalla hubiese un programa informático disponible cuando a ellos les apetece, sin contemplar ni respetar horarios de comida, cena o descanso. Afortunadamente son un porcentaje mínimo en mi caso.

Otros empiezan las primeras semanas con entregas casi diarias y van perdiendo fuelle hasta desaparecer.

Otros desaparecieron desde el principio (52%)

 

Las causas han sido varias:

-causas económicas (10%)

-estrés provocado por la situación (¿?)

-incompetencia parental en organización y compromiso en su formación

-desmotivación provocada por la falta de contacto real

-falta de medios digitales y/o conexión WI-FI

-causas desconocidas

 

Otros han rendido el triple que en clases presenciales y en un trimestre han culminado los contenidos del curso.

¡Este dato me parece muy destacable!

En fin, considero que se ha aplicado un filtro durante el confinamiento (previsible y sorprendente a la par) que ha mantenido en el tiempo a los alumnos que –no siendo necesariamente los mejores- sí son los que muestran un mayor grado de compromiso, confianza y fidelidad a todos los niveles.

Eso puede significar que –en esos entornos íntimos- el nexo doméstico es más sólido e incluye los condicionantes que favorecen una buena educación y formación.

Creo que empiezo a entender a Darwin.

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