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Desarrollo del temperamento en la infancia

Alicia Lozano

Publicado el 02/07/2020 11:07

 

El temperamento se refiere a las diferencias individuales, con un origen biológico, en que las personas responden emocional y conductualmente al mundo y que sirven, durante la infancia, como base de la personalidad posterior.

Se cree que el temperamento de los bebés se desarrolla a medida que sienten emociones, cuyos patrones de presentación van configurando una disposición psicofisiológica determinada. La actitud de los padres y sus reacciones ante las necesidades del pequeño tienen un peso relevante en la configuración del temperamento.

 

Podemos hablar en este sentido, de diferentes tipos de temperamento, siendo estos:

- Niños/as fáciles: son aquellos que presentan estados de ánimo de intensidad moderada y con tendencia al buen humor.

- Niños/as difíciles: son niños/as con ritmos biológicos irregulares, respuestas emocionales de intensidad elevada y tendencia a sentir y manifestar emociones negativas.

- Niños/as de reacción lenta: son niños/as que muestran muchas características propias del temperamento fácil, si bien se muestran más indiferentes que estos y tardan más en adaptarse a los cambios.

 

Buss y plomin (1980) clasifican los niños/as en función a las características de emotividad, actividad y sociabilidad, ya que definen el temperamento como un conjunto de rasgos inequívocamente heredados que se manifiestan tempranamente en el desarrollo.

Pero, ¿hasta qué punto un temperamento es estable durante toda la vida? Muchas investigaciones longitudinales muestran que muchos de los rasgos definidos en la infancia como constituyentes del temperamento muestran una moderada estabilidad incluso durante la adultez. Teniendo en cuenta que la genética y el temperamento influyen de modo importante en la personalidad, conocer cual el temperamento de los niños/as puede ayudarnos a comprender mejor sus reacciones. También puede ser enormemente útil para recomendar cual sería el mejor estilo de crianza para ese niño/a y en definitiva para cada uno de los niños/as.

 

Además, es innegable reconocer que el temperamento del niño/a influye directamente en los padres, y en forma de retroalimentación de nuevo en el niño/a, creando espirales a veces no demasiado positivas para el desarrollo infantil y para la dinámica familiar. En este sentido, muchos padres pueden interpretar un temperamento difícil, como un temperamento fuerte, de modo que el modo de relacionarse con él será totalmente diferente a si la atribución que hacen es de que ese niño/a es complicado o no manejable. Incluso un temperamento fácil puede ser interpretado desde algunas experiencias parentales, como el de un niño/a que no se sabrá defender en el futuro. Al final la valoración que los padres hagan del temperamento de sus hijos, la no consciente y la que le atribuyan, influirá de un modo directo en su comportamiento y por tanto en su desarrollo, aunque no podemos predecir de qué modo.

 

Y, ¿Cómo podemos valorar si un temperamento es mejor que otro?, podemos decir que hay niños/as que son más fáciles de criar, niños/as que por sus características temperamentales permiten descansar más a sus padres, o niños/as que se ajustan mejor a un medio determinado. Pero afirmar que en el futuro esos niños/as serán más felices o más capaces o tendrán más acceso al bienestar, no es una afirmación que se pueda realizar.

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