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Prevención y gestión de conflictos, grandes olvidados en la formación inicial del profesorado

Alicia Tejeda Ramírez

Publicado el 11/10/2023 21:10

 

Historia de la Escuela, Teoría de la Educación, Didáctica de las diferentes áreas, pero, ¿en qué asignatura puede aprender el futuro profesorado a prevenir y gestionar conflictos en el aula? Este ámbito tan necesario en el día a día de maestros y maestras resulta estar escasamente presente en nuestra formación inicial. 

Si se tiene verdadero interés y preocupación por aprender acerca de ello y tener herramientas efectivas para aplicar en la escuela, debemos recurrir a cursos externos o bien esperar a enfrentarnos de forma directa a situaciones reales en los periodos de prácticas. Esta falta de conocimiento, recursos y estrategias suele derivar en inseguridades que afectan negativamente a los procesos de enseñanza-aprendizaje y a la convivencia en el aula.

Es por ello que este artículo toma la prevención y gestión de conflictos como objeto de análisis y reflexión, centrándose en ofrecer algunas directrices y recomendaciones prácticas que sean de utilidad.

En primer lugar, es esencial plantearse qué papel vamos a otorgar a la gestión del problema o conflicto, teniendo en cuenta la importancia de darle un enfoque pedagógico y verlo como oportunidad de aprendizaje para el alumnado, tal y como sugiere Pérez (2001).

Partiendo de esta idea, adquiere relevancia el hecho de decidir conscientemente el momento y lugar en los que tratar el conflicto según la situación que acontezca. Así pues, si se trata de un caso muy concreto e implica a personas específicas, sería conveniente gestionar el conflicto de manera privada fuera del grupo o, si se decide hacer esto con el resto del grupo, que sea porque buscamos un determinado aprendizaje conjunto y guardando discreción, sin nombrar a las partes implicadas con el fin de evitar prejuicios o actitudes de rechazo por parte del resto de estudiantes. Por el contrario, si el problema o conflicto incumbe a todo el grupo o gran parte de este, se podría buscar soluciones, llegar a acuerdos y reflexionar sobre lo ocurrido con todo el alumnado, ya que el aprendizaje colectivo, en este caso, podría incidir positivamente en la convivencia a nivel de toda la clase y, por consiguiente, en la mejora del clima del aula.

De esta forma, la mediación se convierte en protagonista en cuanto a la manera de resolver conflictos, concepto que Boqué (2006) y Suárez (2008) definen como un proceso formal y estructurado en el que participan personas externas al conflicto para ayudar a dialogar y llegar a acuerdos favorables para todos, siendo quienes decidan los protagonistas del mismo. Para ello, propone Boqué (2007) siete pasos a seguir: detectar el conflicto, iniciar la mediación, conocer los puntos de vista, identificar los intereses de ambas partes (implica ponerse en el lugar del otro), exponer las opciones, pactar y cerrar la mediación. Además, si añadimos el factor del refuerzo de aspectos positivos y el hecho de ser un modelo de comportamiento, podremos potenciar la eficacia de dichos pasos.

En este sentido, es primordial dar un uso consciente y cuidado al lenguaje en todo ello, algo a lo que deberíamos prestar la atención que merece. Siguiendo las ideas de Giraldo et al. (2015), tanto en la gestión de conflictos como en el resto de situaciones que pueden vivirse en la escuela, el lenguaje debe emplearse de forma amable y adecuada según el contexto, buscando una comunicación respetuosa y asertiva para favorecer el bienestar del alumnado en todos los sentidos, un clima de aula positivo y una mejor convivencia.

Por ende, tener en cuenta las emociones en la gestión de conflictos (aunque siempre se tienen en cuenta) es otro aspecto detonante, debiendo ayudar en la gestión positiva de las mismas, en el autocontrol y en la mejora de la empatía.

Además, no solo basta con centrarnos en la gestión de conflictos, sino también en la prevención de los mismos. Esto se puede trabajar mediante intervenciones en el aula, por ejemplo, con juegos de rol que den pie a reflexionar acerca del diálogo, la escucha activa, la asertividad, el respeto y la empatía, idea que apoyan autores como Grande y Abella (2010) al permitir al alumnado experienciar y anticiparse a posibles situaciones, ofreciendo herramientas para enfrentarlas de la mejor manera posible, desarrollando el pensamiento crítico y fomentando la creciente autonomía.

De hecho, dichos juegos de rol pueden trabajarse desde las diferentes áreas, incluso como actividad de interacción oral en Inglés como Lengua Extranjera, por lo que podría constituir una propuesta didáctica totalmente competencial, adquiriendo un carácter transversal siempre y cuando se planifique, desarrolle y evalúe de acuerdo a ello.

Por otro lado, bien es sabido que en la escuela siempre surgen nuevos retos ante los que actuar, los cuales nos harán dudar y continuar la búsqueda de estrategias efectivas. Sin embargo, esto no tiene por qué ser una tarea únicamente individual, sino que puede (y me atrevería a decir que debe) convertirse en foco de reflexión compartida entre profesionales. 

Para ello, Kansteiner et al. (2019) proponen las Comunidades Profesionales de Aprendizaje, es decir, pequeños grupos cooperativos de docentes con intereses comunes que comparten conocimientos y experiencias, los analizan y reflexionan acerca de ellos y buscan aprender y mejorar como profesionales con el fin de incidir positivamente en el aprendizaje del alumnado. De este modo, disponer de un espacio en el que compartir y contrastar puntos de vista, reflexionar sobre la práctica docente, buscar respuesta a inquietudes y llegar a propuestas de mejora para pasar a la acción, supone un gran apoyo para optimizar las estrategias de prevención y gestión de conflictos, al igual que de otros ámbitos.

Así, se podría concluir que el hecho de aprovechar los conflictos o problemas del aula como oportunidad de aprendizaje para docentes y alumnado, el empleo adecuado de la mediación, la gestión emocional, el uso consciente del lenguaje, la prevención de estas situaciones y el fomento de la autonomía de los estudiantes en este ámbito se convierten en aspectos clave a tener en cuenta y llevar a la práctica respecto a la gestión de conflictos.

 

Referencias:

Boqué, M. C. (2006). Mediación, arbitraje y demás vías de gestión de conflictos en contextos educativos. Avances en supervisión educativa: Revista de la Asociación de Inspectores de Educación de España, 2, 1.

Boqué, M. C. (2007). Tiempo de mediación: Taller de formación de mediadores y mediadoras en el ámbito educativo. CEAC.

Giraldo, G. A., Osorio, J. J., y Flórez, J. H. (2015). Lenguaje docente: Presencia y potencia en el aula. Diálogos pedagógicos, 13(26), 34-47.

Grande, M. y Abella, V. (2010). Los juegos de rol en el aula. Teoría de la Educación. Educación y Cultura en la Sociedad de la Información, 11(3), 56-84.

Kansteiner, K., Louca, L., Landström, P., Sanchidrián, C., Theurl, P., Emstad, A. B., Stamann, C., Barrios, E., Skoulia, T., Meidell, M., Stjärne, C., Strand, M. K., Knutsen, B. y Zumtobel, M. (2019). Líderes Escolares en Comunidades Profesionales de Aprendizaje. (1ª ed.). HeadsUP.

Pérez, C. (2001). Estrategias para la solución de conflictos en el aula. Revista española de pedagogía, 218, 143-156.

Suárez, O. E. (2008). La mediación y la visión positiva del conflicto en el aula, marco para una pedagogía de la convivencia. Revista Diversitas – Perspectivas en Psicología, 1, 187-199.

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