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La comunicación consciente: Mindfulness educativo

Neus Sanjuan Blanquer

Publicado el 04/06/2017 11:06

    La comunicación humana es uno de los comportamientos básicos mediante el cual se establecen los vínculos sociales esenciales para la supervivencia de la especie con el fin de expresar y satisfacer nuestras necesidades.  Como profesionales de la enseñanza; como docentes, maestros y profesores a cualquier nivel, hablamos mucho y la comunicación se convierte en una práctica constante y básica que determina la relación con nuestros alumnos y alumnas.

Se trata un proceso básico para el aprendizaje y la transmisión de conocimientos en el que expresarnos de forma coherente es tan importante como prestar atención y saber interpretar lo que escuchamos. Tenemos asumido que cuanto más se dice, mejor, porque de esta manera se está transmitiendo más información; sin embargo, la realidad se aleja mucho de esta afirmación. Para educar, cada palabra cuenta tanto como cada silencio y el feedback con nuestros alumnos será fundamental para orientarnos sobre cómo estamos llevando a cabo nuestra labor y cuáles son las necesidades reales presentes en el aula y en el corazón de cada niño.

Hablamos mucho, sí. Y, por eso mismo, es un buen momento para cuestionarnos si verdaderamente nos paramos a escuchar lo que nos dicen y si realmente somos conscientes de la forma en que nos comunicamos y de lo que estamos transmitiendo consciente e inconscientemente. Las palabras son los mensajes directos y claros que se transmiten oral o de forma escrita pero en  el campo de la educación no podemos quedarnos solamente ahí. Tenemos que asumir la responsabilidad de que un gesto, una emoción o un silencio vale más que un millón de palabras y ser coherentes con aquello que decimos y expresamos.

Como maestros, somos modelos y tenemos que tomar conciencia de este hecho. Para educar, primero tenemos que ser. Porque transmitimos lo que somos y ésta será la base sobre la que nuestros alumnos y alumnas se desarrollarán personalmente. De ahí la importancia de prestar atención a lo que comunicamos dentro del aula, a aquello que les decimos a los niños y a lo que transmitimos mediante nuestros actos y conductas.

En las últimas décadas ha resonado mucho el término de “Mindfulness o Atención Plena” para expresar la capacidad de estar presente en el momento que vivimos y ser conscientes de aquello que hacemos. En este sentido, prestar atención a nuestra comunicación requiere pararnos a  observar el mensaje que expresamos y verbalizamos mediante palabras, analizar el momento en que las utilizamos y determinar la finalidad con la que las decimos.

Por todo ello, será esencial poner todo nuestro empeño en desarrollar una práctica educativa coherente, ya que la medida en la que podamos asumir el control de nuestra comunicación determinará los resultados de la misma. Con mensajes positivos estaremos estimulando resultados positivos y garantizando la armonía y la seguridad emocional en el aula. Sin embargo, el hecho de no pararnos a analizar lo que decimos o expresamos nos puede llevar a transmitir mensajes negativos que nos hagan caer en una dinámica de desmotivación general que puede afectarnos directa e indirectamente, tanto a los alumnos como a nosotros mismos.

Crear un ambiente seguro, en el que ser uno mismo y expresarse libremente no esté castigado sino premiado con el respeto y la tolerancia de los demás, será esencial para desarrollar una convivencia positiva y un clima cooperativo en el que las conductas de violencia y abuso queden relegadas a un segundo plano. Garantizaremos así una práctica educativa que se preocupa en promover y defender la individualidad y desarrollar dinámicas de comunicación y resolución de conflictos que promuevan la paz y la no violencia en las aulas.

Este es un buen momento para responsabilizarnos de lo que decimos y de cómo lo decimos, evitando así el error de mostrarles a los niños que las palabras carecen de importancia. Promovamos una labor formativa plena, transmitamos palabras con sentido y digamos todo lo que tenemos que decir desde la consciencia plena porque, de esta manera, estaremos dando un buen ejemplo y formando personas emocionalmente competentes; críticas, asertivas y respetuosas consigo mismas y con los demás.

Fomentemos un contexto en el que nos preocupemos por comprender el mundo de los demás, en el que se escuche sin valoraciones ni juicios críticos, en el que se respete, se ayude y los alumnos se puedan sentir comprendidos. Manifestémonos abiertamente, sin miedo, sin ocultar cómo nos sentimos. Asegurémonos de que decimos lo que queremos decir, de que transmitimos lo que queremos transmitir y de hacemos lo que queremos hacer. Tomemos la responsabilidad de nuestra comunicación dentro y fuera del aula.

Y, sobretodo, no nos olvidemos de escuchar. No descuidemos el hecho de que cuando aprendemos a escuchar, aprendemos también a interpretar los gestos y a analizar los mensajes corporales,  a descubrir las emociones del otro y, de esta  manera, nos abrimos a la empatía, conectamos con los demás. Además, la escucha activa nos exige aprender a estar en silencio, hecho fundamental que nos llevará a mirar dentro de nosotros mismos y así ser capaces de ver más allá de las palabras de los demás.

Con todo esto, permítanme afirmar con prácticamente total seguridad que ningún docente dudaría en defender el hecho de que la comunicación es una herramienta básica de uso cotidiano en las escuelas. Sin embargo, normalmente no le prestamos la atención que requiere. Nos despreocupamos y caemos en confiarnos y escondernos detrás de la espontaneidad del momento. Improvisar en el tema comunicativo resulta sencillo, pero es nuestra labor y nuestro deber cuidar la comunicación con nuestros alumnos, preocuparnos por mejorar lo que transmitimos y empezar a ser conscientes y consecuentes con ello.

No cabe duda de que la práctica docente exige formación continua, innovación y evaluación constante para la mejora de la calidad de la enseñanza en los centros educativos. Nuevas tecnologías, metodologías alternativas y el trabajo cooperativo, entre otros, son aspectos que ya están muy integrados en la conciencia de los maestros y maestras. Por ello, este es un buen momento para ir un paso más allá, tomar como base el desarrollo emocional del ser humano y adentrarnos en mejorar nuestros conocimientos sobre la parte comunicativa que se desenvuelve constantemente en las aulas y que, al fin y al cabo, es la que determina el contexto en el que se desenvuelve la práctica educativa. Nuestro objetivo, por tanto, debería empezar a centrarse en la consecución, desarrollo y fomento de una comunicación respetuosa, no violenta y asertiva.

Como dijo Buddha, sean cuales sean las palabras que usamos, éstas deberían ser usadas con cuidado porque la gente que las escuche estará influenciada por ellas, para bien o para mal. Respirar y escuchar serán los pasos previos que nos permitirán empezar a comunicarnos de forma consciente. ¿Estás preparado?

 

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