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Curiosidad, motivación y emociones como impulsoras del aprendizaje en la Educación Infantil

MARIA LUISA GARCIA PEREZ

Publicado el 18/06/2017 10:06

Curiosidad, motivación y emociones han sido estudiadas desde distintas teorías científicas y filosóficas a lo largo de la historia, aunque la curiosidad no ha tenido tanta repercusión. Asimismo, en general en el ámbito educativo siempre tendemos al tratamiento aislado de los tres conceptos.

En este artículo tiene tres objetivos:

  • Analizar las emociones, la motivación y la curiosidad como variables implicadas en el aprendizaje infantil.
  • Definir el papel que desempeñan cada una de ellas en el aprendizaje.
  • Investigar el orden en el que se producen las tres variables.

El orden en el que están expuestos estos objetivos no tiene la intención de mostrar una jerarquía, sino de entenderlos cada uno de ellos como una clave.

Comenzaremos viendo las tres variables: curiosidad, motivación y emociones.

El estudio de las emociones ha avanzado notablemente desde el siglo XIX. En ese siglo la fisiobiología destacó con sus aportaciones sobre las emociones como respuesta evolutiva, según Darwin (1872) en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre; y como respuesta en músculos y vísceras (teoría de James-Lange, 1884, citado por Huertas, 2001). El siglo XX destacó por el descubrimiento de los tres cerebros (cerebro reptiliano; sistema límbico o cerebro paleomamífero; y neocórtex o cerebro neomamífero) y su interacción en las emociones, según MacLean (1952), citado por Aguado (2014) y LeDoux (1995, 1996) citado por Huertas (2001). Este siglo XXI está destacando por los avances en neurología y psicología en relación a las emociones básicas, como explican Damasio (2012) y (Aguado, 2014).

Aquí destacamos al psicólogo Roberto Aguado (2014) que estudia las condiciones necesarias para que tengan lugar las emociones básicas. En base a estas condiciones ha descubierto diez emociones básicas, entre las que se encuentra la curiosidad. Las demás que este autor ha definido son: rabia, miedo, asco, alegría, tristeza, seguridad, sorpresa, admiración y culpa. Otros autores han hablado de las emociones básicas positivas y negativas, como Ekman (1971, citado por Huertas, 2010); y primarias, secundarias y de fondo, como Damasio (2009).

Tres conceptos que necesariamente hay que resaltar cuando se habla de emociones son la inteligencia emocional, competencia emocional y educación emocional. ¿Cómo se relacionan dichos conceptos? Las competencias emocionales dan lugar a la inteligencia emocional y, a su vez, el desarrollo de estas competencias es precisamente el objetivo de la educación emocional.

Dado que la educación emocional es un proceso continuo y permanente durante toda la vida, es necesario iniciarla desde la Educación Infantil. Lo vemos en el currículo y sus niveles de concreción:

1º nivel: legislación y normativa educativa vigente.

2º nivel: Programación General Anual (PGA), el Proyecto Educativo (PE) y los Planes, Programas y Proyectos que se desarrollen.

3º nivel: Programaciones de aula.

4º nivel: Actuaciones concretas con cada alumno y alumna.

Continuamos ahora con la variable motivación.

A través de la etimología ya se observa la relación entre motivación (motio) y emoción (emotio), pues ambas comparten la misma raíz (movere).

Existen diversas teorías y supuestos sobre la motivación en el ser humano:

  • Teorías filosóficas, arraigadas en el Mundo Antiguo y previo a la Revolución Industrial (Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino o Descartes).
  • Teorías del instinto, MacDougall (1912, citado por Huertas, 2001).
  • Teorías de las pulsiones amparadas por el psicoanálisis, con Freud (1856-1939) y Jung (1875-1961).
  • Teorías homeostáticas que explican la búsqueda del equilibrio de los organismos, de Cannon (1932, citado por Palmero, 2008).
  • Teorías conductistas, que buscan la explicación de la motivación en causas externas, Hull (1943, citado por Huertas, 2001).
  • Teoría de metas, (Dweck, 1991; Eccles y Wigfield, 2002; Elliot, 2005; Meece, Anderman, 2006; citados por Huertas, 2001).
  • Teorías humanistas, como la representada por la jerarquía de necesidades de Maslow (1908-1970).

 

Cuando se trata de motivación, hablamos de dos tipos, la intrínseca y la extrínseca. La intrínseca brota del interior del individuo para llevar a cabo acciones y desarrollar conductas sin recompensas externas. La extrínseca, sin embargo, se desarrolla por factores externos a la persona; factores que pueden ser refuerzos sociales, recompensas o castigos.

En el currículo, debemos plasmar referencias a la motivación, a través de los principios de actuación del Proyecto Educativo y en nuestras Programaciones de aula, pues es un aspecto metodológico con aplicaciones directas en el día a día y en cada uno de los alumnos y alumnas, en función de su diversidad.

Pasamos ahora a hablar de la curiosidad.

Los seres humanos provenimos de animales en cuyo código genético ya hay curiosidad. El ser humano es una especie neoténica (Assman, 2005), es decir, que guarda rasgos infantilizados en comparación con nuestros antepasados los primates. Los rasgos neoténicos del comportamiento humano son el juego, la curiosidad y el afán exploratorio. Estos rasgos son los que nos han permitido evolucionar como especie, pero también nos permite aprender día a día en nuestra vida.

Podemos entender la curiosidad como motivación, pues diversos estudios lo avalan, pero de dos formas opuestas. La curiosidad como efecto de la motivación extrínseca (teorías reactivas) o como elemento de la motivación intrínseca (teorías de la activación). En esta segunda línea diríamos que la curiosidad es una actividad motivadora en sí misma. Otros elementos de la motivación intrínseca son la autonomía y el sentimiento de competencia y ya sabemos la importancia que tiene el desarrollo de la autonomía y el conocimiento de las propias posibilidades y limitaciones en la Educación Infantil.

Por otro lado, si nos basamos en el modelo de Aguado (2014), encontramos que la curiosidad es una de las diez emociones básicas, pues cumple con todos los requisitos que este ha estudiado en dichas emociones. Se activa una bioquímica concreta, segregándose dopamina y serotonina con actividad baja del GABA; hay una serie determinada de estructuras neurológicas activadas; se da lugar a una respuesta psicofísica y a una comunicación corporal y facial específica.

Además explica que la curiosidad es motor, equilibrio y neutralización de otras emociones como el miedo o la tristeza. Asimismo explica que la curiosidad en conjunción con las emociones de seguridad y admiración, da lugar a la activación de un mecanismo en el que se producen los aprendizajes.

La neurología explica hoy que la curiosidad sitúa al celebro en un estado de aprendizaje y retención de cualquier clase información; activa el sistema de recompensa del cerebro y libera dopamina. Si hay curiosidad, el hipocampo, necesario en la formación de la memoria, está al máximo de actividad.

Los tres comportamientos base de los humanos según la neotenia (curiosidad, juego y exploración) dan lugar a una dinámica de aprender a aprender. Pero para ello la curiosidad debe ser entendida como hábito y no como impulso momentáneo.

Pero ¿cómo surge la curiosidad? Con la sorpresa como antesala; con el asombro, que se concreta en interrogación; y desde la plataforma de la seguridad por lo conocido y en equilibrio con lo desconocido.

Este equilibrio, sin llegar a lo extraño, pues provocaría miedo, es el lugar exacto donde tiene lugar el grado óptimo de activación de la curiosidad y se asemeja a conceptos como la Zona de Desarrollo Próximo de Vygotski (1934, citado por Papalia, 2009), con el aprendizaje significativo de Ausubel (1969, citado por Rodríguez Palmero, 2004) y con el conflicto asimilación y acomodación de Piaget (1961).

Por tanto, vemos que hay ciertos elementos que están implicados en el desarrollo y fomento de la curiosidad.

La autonomía da seguridad.

La seguridad en uno mismo da confianza para explorar.

La seguridad el maestro/a ayuda a explorar y regresar al confort cuando se curiosea e investiga.

La exploración y el juego, de la mano de la curiosidad, como motores de aprendizaje. 

La admiración hacia el entorno da pie a la exploración y el descubrimiento.

La admiración hacia el maestro/a, da pie a modelo a imitar para el alumno/a.

La sorpresa como antesala de la curiosidad, si se ajusta a los conocimientos previos.

El asombro si se cultiva deriva en curiosidad.

La creatividad nace de la curiosidad.

La emprendeduría, si la curiosidad se emplea de forma consciente, se emprende. 

 

Llegamos ahora al tercero de los objetivos planteados en este artículo con una pregunta:

¿Es a través de la educación como motivamos y llevamos a los alumnos a despertar su curiosidad o, por el contrario, desde la curiosidad innata, los alumnos encuentran su propia motivación y por ello aprenden y conseguimos su educación?

En el primer supuesto (E-M-C) la educación es la promotora de los aprendizajes. La motivación es extrínseca. Y la curiosidad se despertaría como consecuencia de los dos actos anteriores. Las propuestas siempre parten del docente, con unos objetivos que esperan una respuesta predecible de los alumnos. En este supuesto hay dos factores de riesgo: la sobreestimulación y la desensibilización.

En el segundo supuesto (C-M-E) la curiosidad es parte de la genética (en forma de emoción básica para Aguado, 2014) que se puede fomentar ante las condiciones ambientales adecuadas. El papel del docente es ser constructor de tales condiciones y ser guía o facilitador del acceso a los aprendizajes, como diría Ausubel. Se trata de ser creadores, como docentes, de ambientes de curiosidad.

Concluimos, entonces, que curiosidad, motivación y emociones están estrechamente vinculadas y no podemos trabajar los tres conceptos por separado.

Asimismo, frente a las hipótesis planteadas, nos posicionamos en la idea de Aguado (2014) en la que la curiosidad es una emoción básica, que debe acompañarse de seguridad y admiración. Se trata de dar espacio a estas emociones con la educación emocional y el cultivo de todos los elementos implicados en el desarrollo de la curiosidad.

Nuestra actitud curiosa, los conocimientos previos de los alumnos, su diversidad emocional y de pensamiento nos servirá para estimular todos estos elementos.

La curiosidad será nuestra palanca para que los alumnos descubran su motivación y lleguen así a los aprendizajes.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Aguado, R. (2014). Es emocionante saber emocionarse. Madrid: EOS Psicología.
  • Assmann, H. (2005). Curiosidad y placer de aprender. Madrid: PPC.
  • Aristóteles (2006). Metafísica. Madrid: Gredos, D.L. (384-322 a.C).
  • Damasio, A. (2012). Y el cerebro creó al hombre. Barcelona: Destino.
  • Darwin (2009) La expresión de las emociones. Pamplona: Laetoli. (Versión original 1872)
  • Goleman, D. (1997) La inteligencia emocional. (10 ed.) Barcelona: Kairós.
  • Hoyuelos Planillo, A. (2016) Acompañar el llanto infantil. Amor y respeto. 2º Sesión de Los “XI Encuentros en Educación Infantil” del CEP de Cantabria.
  • Huertas, J.A. (2001). Motivación: Querer aprender. Buenos Aires: Aique S.A.
  • Huertas, J. A. (2010). Las teorías de la motivación desde el ámbito de lo cognitivo y lo social. En Palmero, F. (coord.); Martínez Sánchez, F. (coord.); Huertas, J. A. (coord.). Motivación y emoción (pp. 69-94). Madrid: McGraw-Hill/Interamericana.
  • L’Ecuyer Catherine (2013). Educar en el asombro. Barcelona: Plataforma.
  • Mestre Navas, J. M.; Guil Bozal, R. (2012) La regulación de las emociones. Una vía a la adaptación personal y social. Madrid: Pirámide.
  • Palmero, F.; Gómez, C.; Carpi, A.; Guerrero, C.; Díez, J.L. (2005) Motivación y biología: desarrollos teóricos. Vol. VIII, n. 20-21. Recuperado de http://reme.uji.es/articulos/numero20/6motibio/reme.numero.20.21.motivac...
  • Palmero, F. (2008) Motivación y emoción. El proceso de motivación. Cap. 1. Recuperado de http://novella.mhhe.com/sites/dl/free/8448161017/591840/Capitulo1.pdf
  • Palmero, F.; Guerrero, C.; Gómez, Iñiguez, C.; Carpi, A.; Gorayeb, R. (2011) Manual de teorías emocionales y motivacionales. Recuperado de http://repositori.uji.es/xmlui/bitstream/handle/10234/25363/s57.pdf;jses...
  • Papalia, D. E. (2009) Psicología del desarrollo. (11 ed.) Madrid: McGraw-Hill/Interamericana.
  • Piaget, J. (1961). Formación del símbolo en el niño: imitación, juego y sueño. Imagen y representación. Madrid. S.L. Fondo de cultura económica de España.
  • Platón (2003). Diálogos. Obra completa en 9 volúmenes. Volumen IV: República. Madrid: Editorial Gredos.
  • Rodríguez Palmero, M. L. (2004). La teoría del aprendizaje significativo. Recuperado de http://eprint.ihmc.us/79/1/cmc2004-290.pdf
  • Tarpy, R. (2003). Aprendizaje: teoría e investigación contemporáneas. Madrid: McGraw Hill.
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