En primer lugar, debo indicaros que no soy sociólogo. Aun así, no sé qué pensaréis vosotros, pero yo creo que vivimos inmersos en una sociedad que prima y valora, en general, y por encima de cualquier otro mérito, el simple éxito individual económico y el mero reconocimiento material como forma egoísta de sobresalir y destacar por encima de los demás, independientemente del cómo se haya logrado, premiando la individualidad y el espectáculo zafio frente a logros individuales o colectivos del conocimiento. Algo nos pasa como sociedad cuando, edición tras edición, uno de los programas más vistos (compartidos y comentados) de la televisión es “Gran Hermano”, pero expresamos en voz alta nuestras reservas a la hora de rescatar y acoger a inmigrantes que mueren cada día en el Mediterráneo. Creo, además, que muchos otros problemas o conflictos de nuestra vida cotidiana en todos los ámbitos tienen que ver también con esa forma de entendernos a nosotros mismos como sociedad: peleas y agresiones brutales por discusiones banales (tráfico o fútbol) o conflictos con nuestros convecinos que enquistan nuestra relación con ellos e impiden afrontar y resolver cualquier problema doméstico, por ejemplo.
¿No pensáis, entonces, que se hace necesario enseñar y educar (“inculcar”, sería más preciso) a nuestros hijos y alumnos ciertos valores que les permitiesen en su vida adulta afrontar con garantías de éxito la resolución de los graves conflictos sociales a los que, como sociedad, debemos dar respuesta?
Flujos de emigración, pobreza, hambrunas, contaminación, violencia de género, control de armas, equidad social, igualdad de género, justicia social, desempleo, baja natalidad, guerras, abandono de áreas rurales, explotación de recursos naturales, fronteras...son solo algunos de los desafíos que como sociedad debemos afrontar y a los que ya llegamos tarde; amén del maltrato o el acoso escolar, al que también deberíamos dar respuesta concreta en nuestros centros educativos (y en la sociedad) antes de que se produjesen y que también están intrínsecamente relacionados con esa misma falta de valores.
Tampoco soy psicólogo ni filósofo. Sé que “utopía” es etimológicamente el “lugar que no puede llegar a existir”, además de “aquella sociedad perfecta y justa, en la que todo discurre sin conflictos y en armonía”; sin embargo, quiero creer que podemos enseñar a las nuevas generaciones valores como la empatía, la bondad, el altruismo, la convivencia pacífica o el respeto, que nos permita alcanzar, al menos en parte, esa magnífica “utopía” y ayudar, por ejemplo, sin reparos ni excusas, a los emigrantes sirios que huyen de la guerra y los bombardeos.
Pues bien, aun sin ser sociólogo (ni psicólogo ni filósofo) y siendo “solo” un humilde maestro, os expongo la que para mí supone una solución a esa falta de valores y a esos conflictos generados por ella: El programa TEI (Tutoría Entre Iguales), obra del que sí que es gran psicólogo, maestro y orientador, Andrés González Bellido.
El programa TEI es el programa de referencia del MEC para la prevención de la violencia y el acoso escolar, y he podido comprobar en mis alumnos cómo realmente modifica y mejora la convivencia y el clima escolar de la clase y del centro.
El respeto, la empatía, el compromiso y la ayuda han surgido en mis alumnos en la relación con sus iguales y han supuesto valores puestos en práctica por todos ellos a la hora de afrontar sus interacciones con compañeros y maestros, además de suponerles una vida más plena y feliz.
Muchos pensaréis que exagero al decir esto, pero es francamente impresionante la forma en la que Andrés (el autor del TEI) ha sido capaz de articular y dar forma en este programa a las más actuales y relevantes corrientes pedagógicas y psicológicas aplicadas en Educación para erradicar, yo diría “del todo”, el acoso escolar en aquellos centros que han implantado el programa. Incluso los insultos o las agresiones llamadas “de baja intensidad” se resuelven de forma efectiva, dialogada y pacífica por parte de otros alumnos, “los tutores”. Como maestro (y ciudadano) me resulta incluso emotivo comprobar cómo los niños se ayudan entre ellos de forma completamente altruista. No en vano, el psicólogo Richard Davidson ya indicaba que “la base de un cerebro sano es la bondad”. También decía que “la bondad y la ayuda se aprenden”.
Habría que averiguar entonces cómo enseñarlas, ¿verdad? Semejante pregunta ya se la hizo en su día Andrés y pergeñó una estrategia de actuación en la que se diesen modelos de conducta a los alumnos para que los asumiesen como propios tras un proceso de sensibilización y los replicasen.
Aparte de los modelos positivos y la ayuda como fundamentos básicos del programa TEI, éste está basado (y es eficaz por ello) en otras grandes líneas teóricas relevantes:
La teoría de los sistemas ecológicos de Urie Brofenbrenner, por la que esos modelos adoptados como propios de forma individual se extienden al grupo clase, al centro y al resto de la sociedad; la inteligencia emocional y su educación, por la que llegamos a comprender íntimamente que hay conductas que hacen daño a los demás (la neurociencia o cómo aprende el cerebro también tiene mucho que aportar en ese sentido); o la psicología positiva y el optimismo, que empodera al alumno y recurre a sus fortalezas humanas para resolver conflictos.
Así, y no simplemente porque lo diga yo, de todo ello existe evidencia científica fundamentada en experimentos llevados a cabo a lo largo de todos estos años de implantación, implementación, desarrollo y evaluación del Programa TEI. Los resultados de estos experimentos e investigaciones (que han manejado datos de más de 3.000 alumnos de más de 30 centros educativos de Infantil, Primaria y Secundaria) han aparecido publicados en la plataforma del prestigioso editor “MDPI” y se encuentran en abierto y disponibles en su publicación sobre Salud Pública, “International Journal of Environmental Research and Public Health: Effectiveness of the TEI Program for Bullying and Cyberbullying Reduction and School Climate Improvement - article”. La publicación concluye que el Programa TEI logra una reducción notable de los comportamientos de acoso escolar, la victimización, las peleas y el ciberacoso además de una muy importante mejora del clima escolar.
Además, el programa TEI se entrega completamente diseñado y actualizado gracias al esfuerzo contínuo de tres grupos de trabajo y evaluación que trabajan en él en las universidades de: Barcelona, Alicante y Santiago de Compostela. Si os preocupan los derroteros que está tomando la sociedad, os aconsejo su lectura y puesta en marcha. Ya son más de 1.200 centros de Infantil, Primaria y Secundaria los que lo tienen implantado en España. Me encantaría alcanzar la tan ansiada utopía, ¿y a tí? ¡Suerte!
Jorge Moreno Roselló
CEIP - Elena Quiroga - Santander - Cantabria
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