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Etiquetas diagnósticas: ¿sí o no?

Marta Morales

Publicado el 07/10/2022 02:10

etiquetas

A menudo se oye hablar de familias que no están de acuerdo con que su hijo o hija reciba una etiqueta diagnóstica para que no se sienta diferente, pero ¿realmente la etiqueta es el problema o es el entorno el que discrimina? ¿Podría ser beneficiosa una etiqueta en un ambiente inclusivo? Tras analizar testimonio real de una persona que presenta dificultades y su entorno, se ha llegado a elaborar la siguiente reflexión:

A continuación se presenta el caso real de Víctor (nombre ficticio), un joven que desde siempre ha ido encontrando obstáculos en la escuela y en la sociedad. A Víctor, de pequeño le resultaba difícil aprobar las asignaturas en el colegio y, a pesar de que lo apuntaban a clases de refuerzo en horario extraescolar, no lograba los objetivos que su familia esperaba. También le resultaba difícil hacer amigos. Su pensamiento rígido, sus intereses restringidos y sus conductas disruptivas dificultaban la convivencia en el hogar. En el colegio, recomendaron a su familia acudir a un profesional para que valorase al menor, pero la familia se negó y se ofendió tras esto. La situación con el tiempo era más incontrolable y, a pesar de que acabó recibiendo apoyo por parte de algunos profesionales, Víctor no tenía diagnóstico y sufría rechazo de personas cercanas que no aceptaban su falta de habilidades sociales y de autocontrol. Además pensaban que sus intereses y forma de ser no encajaban con lo que esperaban de él. Fue recibiendo otro tipo de etiquetas más dañinas que un diagnóstico: "malo", "torpe", "inútil", "raro" por parte de los compañeros y compañeras de clase, incluso bajas expectativas por parte del profesorado que "lo daba por perdido". Además recibió agresiones por parte de otros adolescentes que no lo aceptaban. Un día, inició una conversación con un adolescente que tenía ideas contrarias a la suya y, tras una discusión, el adolescente agredió físicamente a Víctor. Durante la agresión, se unieron más personas y tan sólo una lo defendió diciendo: "dejadlo en paz, él no está bien, tiene problemas". Ante este comentario, los agresores sintieron algo de remordimiento y pararon. A partir de ahí se abrió el debate entre sus familiares sobre "¿etiquetas sí o no?". Y ahora viene la pregunta: ¿Qué diferenciaba al Víctor de antes de recibir la etiqueta de "no está bien" y al Víctor de después? La respuesta es NADA, era la misma persona. ¿Es justo que una etiqueta condicione el trato que deba recibir una persona? No, para nada, pues todo el mundo tiene derecho a ser aceptado o aceptada. Todo el mundo forma parte de la diversidad, pues no hay dos humanos iguales. ¿Hubiera cambiado la vida de Víctor si hubiera sido diagnosticado? Hubiera sido diferente, pero no se tendría garantía de que hubiera sido mejor o peor, ya que ese diagnóstico podría haberse utilizado para entender sus necesidades y proporcionarle ayudas para su desarrollo o para crear bajas expectativas y crear limitaciones y barreras.

El problema, por tanto, no era Víctor, ni la presencia o no de un diagnóstico, sino el entorno excluyente en el que se desenvolvía, que le ponía barreras en lugar de brindarle ayudas.

Es por ello que se hace tan necesario educar a la sociedad en la aceptación de las diferencias, para que entienda que cada persona tiene puntos fuertes y puntos débiles y que si entre todos y todas aportan al grupo sus habilidades, todo el grupo saldrá ganando. Si el entorno de Víctor hubiera aceptado que todo el mundo es diferente y que las diferencias enriquecen, en lugar de haber supuesto una barrera hubiera sido un trampolín para impulsarlo a llegar más alto.

Es cierto que una etiqueta puede suponer una barrera en ciertos casos, ya que puede ocasionar la creación de bajas expectativas por parte del entorno y, por tanto, acabar siendo limitantes y excluyentes. Pero en otros muchos casos, estos diagnósticos bien utilizados pueden llegar a facilitar a la familia y personas cercanas la comprensión de las necesidades del menor diagnosticado y, de esta forma, poder ajustar el entorno para que se sienta incluido. Esto puede ser explicado con tres casos hipotéticos:

- Caso A: Lucía ha sido diagnosticada de TEA. Su familia, a partir del diagnóstico se informa sobre este trastorno e intenta ajustar los tiempos y los espacios para que la niña esté regulada. Establecen un ambiente estructurado, con apoyos visuales, le anticipan los acontecimientos, valoran su perfil sensorial para evitar exponerla a estímulos aversivos para ella.

En este caso, el diagnóstico ha sido utilizado para comprender qué necesita Lucía y buscar alcanzar su máximo desarrollo. También ha sido utilizado para eliminar las barreras sensoriales que impiden que la niña se sienta bien en su ambiente cotidiano. Además se han usado para eliminar las barreras de la desorientación espacio-temporal que provocan incertidumbre y ansiedad al no saber lo que va a ocurrir.

- Caso B: Lucía no se comporta como su hermano. Tiene dificultades sociales, llora siempre por todo, grita y se autolesiona, a veces sin causa aparente. Su familia se enfada, y por más que tomen medidas no consiguen cambios en la niña.

En este caso, la familia no dispone de un diagnóstico ni de unas orientaciones para comprender qué causa ese comportamiento en la niña y de qué modo pueden actuar para que ella se sienta mejor. Tanto la niña como su familia entran en un círculo de malestar.

- Caso C: Lucía ha sido diagnósticada de TEA. Su familia no ha aceptado este diagnóstico, se centran en que no va a tener una vida "normalizada" y sus expectativas no son las mismas que tienen con su hermano. Aunque la llevan a diferentes terapias, su implicación no es al 100%, ya que se encuentran bajo el "efecto Pigmalión": no esperan mucho de ella y esas expectativas se las trasladan a la niña a través de sus actuaciones y la limitan, sin dejarla alcanzar su máximo potencial.

En este caso, aunque se dispone de diagnóstico, no ha sido utilizado para construir un mejor entorno y potenciar el desarrollo de la menor, sino para crear una barrera llamada "baja expectativa".

Como conclusión, cabe destacar que no se trata de debatir entre si se está a favor de las etiquetas diagnósticas o no, sino de entender que si una etiqueta está bien utilizada puede servir para comprender y proporcionar al sujeto catalogado las ayudas necesarias para su desarrollo. Por tanto, no se trata de la etiqueta en cuestión, sino del uso que se le dé a ésta o de cómo de preparado esté el entorno de la persona que la recibe para saberla utilizar. Es como el fuego: puede ser de gran utilidad si se controla para encender la chimenea o cocinar, o puede ser un gran enemigo si no se controla y llega a quemar un bosque.

 

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