Miro atrás y recuerdo cómo fue mi etapa en el colegio, la metodología que emplearon mis maestros y maestras, las relaciones que en ese momento puede mantener con mis compañeros y compañeras, las cuales han continuado en gran parte hasta el día de hoy; y el tipo de relaciones que las familias mantenían con el centro educativo. Todo ha cambiado.

Con el paso de los años, desde que comencé mi andadura en el mundo de la Educación, siempre creí en la necesidad de ser mejor maestra y persona e intentar superar los fracasos con aprendizajes. Por eso, creo que la formación docente debe de dar la mano a la sociedad tal y como la vemos en cada momento de nuestra vida profesional, realizando los cambios necesarios que vayamos observando y ajustándonos siempre a nuestro entorno más próximo.

La educación tal y como la hemos vivido años anteriores ya no tiene cabida entre el alumnado, entre el profesorado y entre las familias que hoy nos rodean. Todo ha cambiado y lo ha hecho para quedarse, con sus fortalezas y sus fragilidades.

La pandemia mostró algunas de las fortalezas que la función docente lleva consigo: fuimos resolutivos frente a una situación en la que nunca pensamos encontrarnos, dando respuesta a nuestras familias y a nuestro alumnado con todo lo que estaba en nuestra mano y de la mejor manera posible, tal y como consideramos. La pandemia mostró también la importancia de las Nuevas Tecnologías, de la escasa formación que tenía gran parte del profesorado frente a ellas en ese momento y lo fundamentales que son en la actualidad.

Por ello, hoy en día cobra especial importancia dicha formación, como un aspecto a desarrollar en nuestras aulas con un carácter innovador, atrayente para el alumnado y que a su vez esté actualizada a los tiempos que vivimos y a la sociedad en la que nos encontramos. El docente debe estar siempre en continua renovación, tanto en las Nuevas Tecnologías como en las Nuevas Pedagogías y por supuesto en la Educación Emocional de nuestro alumnado. El mundo evoluciona muy rápido y la docencia con él.

Todo esto nos lleva a separar estos tres aspectos dentro de la formación que, como maestros, debemos llevar a cabo a lo largo de nuestra vida profesional y que debemos abordar con nuestros alumnos desde la etapa de Educación Infantil.

Por un lado, podemos hablar de las Nuevas Tecnologías, que han venido para quedarse y debemos ser conscientes de ello.

Tenemos la obligación como docentes de desarrollar una actualización dentro de nuestra propia competencia digital. Se ha abierto ante nuestros ojos un mundo digitalizado maravilloso, para otorgar a nuestro alumnado una enseñanza mucho más rica, motivadora y dinámica, acorde a su momento y a lo que le rodea; el mundo es digital y ellos deben saber cómo formar parte de él, proporcionándoles toda la información e instrumentos que estén a nuestro alcance.

Afortunadamente existen tantas herramientas digitales como tipo de profesorado, ajustándose a cada una de nuestras necesidades y posibilidades y a cada una de las etapas educativas en las que se encuentra nuestro alumnado; desde la etapa de la educación infantil hasta la etapa universitaria, abriendo un amplio abanico de posibilidades para adquirir el conocimiento, atendiendo a todos los niveles madurativos e intereses de todos ellos.

Cuando hablamos de que el profesorado debe adquirir la Competencia Digital Docente, también debemos tratar un aspecto muy importante como son las aportaciones que las Administraciones Educativas realizan a los centros educativos y cómo las ejecutan, ya que los recursos que proporcionan son en muchos casos mínimos y los centros deben hacer malabares con los mismos.

Por otro lado, las Nuevas Pedagogías, unas pedagogías más activas donde se incluye al alumnado como ejecutor de su propio aprendizaje, explorando, investigando, experimentando.

Las redes sociales han ayudado a exponer nuevas experiencias docentes donde se realiza un aprendizaje más activo, llevándonos a metodologías atractivas, con materiales muy diversos y con actividades enriquecedoras. En algunas ocasiones da la impresión de que dichas redes sociales también llevan a la sobreexposición, a la necesidad de generar contenido sin una razón aparente, crear contenido y compartirlo, sin ser algo que realmente beneficie a quien lo consume o adquiere.

Por último, pero no es menos importante, quiero abordar en este artículo la importancia de llevar a cabo en el aula una adecuada competencia con respecto a la Educación Emocional, englobándola tanto desde la perspectiva de las Nuevas Tecnologías como de las Nuevas Pedagogías.

Es importantísimo educar en lo emocional a nuestro alumnado, que conozcan e identifiquen sus propios sentimientos y emociones, entender su origen y cómo pueden canalizarlo de la manera más apropiada con las personas con las que se relacionan.

La sobrexposición a contenidos digitales, el consumismo, las actividades extraescolares, ... en definitiva, el nuevo mundo que rodea hoy en día a nuestros niños, que lo pequeño de las cosas pasa desapercibido, con una educación emocional debilitada por éstas y muchas más razones.

La formación del profesorado debe estar adaptada a las realidades y necesidades de quien lo va a realizar con una mayor calidad y aprendizaje para llevarlo más tarde a sus aulas y ponerlo en práctica con sus alumnos. Es necesario un mayor presupuesto en Educación, en recursos materiales y formativos tecnológicos, donde se dé cabida a toda la comunidad educativa (familias, alumnado y profesorado).

Y mientras tanto, las Administraciones Educativas cambiando continuamente de leyes, sometiendo con una excesiva carga burocrática a la profesión docente, en la que encontramos mucho papeleo con menor tiempo para dedicarlo a la formación, elaboración de materiales, etcétera.

La docencia, la profesión más bonita del mundo, está en continua creación y desarrollo; donde mucha gente talentosa nos abre a mundos inimaginables, para que nuestros pequeños alcancen sus metas de la forma más bella y emocionante. Por ello, estoy agradecida de pertenecer a esta gran familia, que es la Comunidad Docente, donde todos podemos enriquecernos de lo que aprendemos, de lo que enseñamos.